De la opinión sincronizada a la inquisición mediática
«Si hubiera sido José Precedo el que hubiera publicado las exclusivas sobre Ábalos, la historia sería distinta»

El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz.
Aparquemos los sentimientos en la puerta. Y reflexionemos fríamente sobre cómo este oficio, cuyo fin no es otro que la búsqueda de la verdad, ha acabado por subordinar el quién lo publica sobre el qué se publica. Una distorsión en la jerarquía informativa de los hechos sobre los sujetos, o sus circunstancias, que le ha dado la vuelta como un calcetín a las 5 o 6 Ws que estudiábamos en la facultad; y que ha derivado en una guerra mediática —bastante desigual y desproporcionada, por cierto— entre el «buen periodismo y el mal periodismo».
Se trata de una artimaña para desviar la atención sobre la cuestión capital que se dirime en el juicio al Fiscal General del Estado sobre la presunta revelación de datos de un contribuyente. Al margen de la voluntad de ocultación de Álvaro García Ortiz al borrar su correo electrónico y su teléfono móvil, existían indicios suficientes —que no pruebas—, de que el responsable del Ministerio Público tuvo un papel activo en la lucha contra el presunto «bulo» que, como dice Leyre Iglesias en el diario El Mundo, «mutó en exclusiva» en la sala del Supremo esta semana, al aceptarlo como tal el representante de la Abogacía del Estado que asume la defensa del Fiscal General.
En realidad, y al margen de operaciones mediático-políticas, siempre fue una exclusiva. Y es interesante poner bajo la lupa a los integrantes del grupo humano que saltó como un resorte, espoleado por la información sobre la oferta de un pacto de conformidad por parte de la Fiscalía a la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Como se preguntó el subdirector de El Mundo, Esteban Urreiztieta: «¿Qué hay dañino para la Fiscalía en contar que el día anterior el fiscal del caso se había referido al señor González Amador diciéndole ‘podemos llegar a un acuerdo si usted lo estima posible’? ¿Dónde está el desdoro a la Institución? ¿Dónde está la peligrosísima desinformación que solo podía combatirse así?».
La clave está en el contexto. El Mundo aportaba un hecho complementario a otras informaciones de Eldiario.es sobre los dos delitos fiscales del novio de Ayuso y la denuncia derivada de esos hechos de la propia Fiscalía. El Gobierno y el propio Garcia Ortiz tildaron de «bulo» en el minuto uno una información —que era cierta— sobre el ofrecimiento del Ministerio Público, lo cual no es incompatible con que el abogado de González Amador solicitara previamente el acuerdo de conformidad. Y la razón por la que lo hicieron es porque les reventaba su operación contra Ayuso en un momento especialmente delicado para Pedro Sánchez, con la publicación de ingente información sobre su mujer, Begoña Gómez, que derivó en su imputación un mes después, y en los famosos cinco días de reflexión. A esa campaña se sumaron algunos medios de comunicación que, aún a día de hoy, siguen refiriéndose a la noticia publicada -con el soporte documental de un correo electrónico-, como una noticia falsa. Titulares de esta semana: El autor del bulo de ‘El Mundo’ niega haber tenido acceso al expediente del novio de Ayuso (Público, 5-11-25), M.Á.R. reconoce ser el origen del bulo sobre que la Fiscalía ofreció un pacto al novio de Ayuso (La Sexta, 4-11-2025), El juicio contra el fiscal general pone el foco en el bulo de Miguel Ángel Rodríguez (Eldiario.es 4-11-2025).
La «primera división» del periodismo
Desgraciadamente, hace ya mucho tiempo que una parte del periodismo comenzó a dejarse arrastrar por el Gobierno en el señalamiento a compañeros, a perder las formas y a romper esa norma periodística no escrita de que «perro no come perro». Cada vez más periodistas —todos del espectro de la izquierda— se atreven a dar públicamente lecciones de periodismo, cuando no de moralidad, a los que publicamos información comprometedora para el Ejecutivo. Dicen estar en la «primera división» del periodismo, mientras los demás dejamos que nuestras noticias y exclusivas hablen por nosotros. Pero ni una bomba de la dimensión de Hiroshima es suficiente para que algunos abran los ojos. No es casual en esta historia que fuera un periodista el que filtrara el correo, supuestamente, a Pilar Sánchez Acera, antes de que esta se lo reenviara a Juan Lobato. Desde la ética bisoña del otro lado del muro, hay quien considera imposible que un periodista filtre un documento al Gobierno con información sensible sobre su rival político. Yo ya no. Al grado al que hemos llegado, conozco a varios periodistas que le filtrarían información al Ejecutivo con tal de apuntarse un tanto. La cuestión es cómo le llega al periodista.
Tampoco es casual que el primer medio en publicar el contenido del correo del abogado de González Amador fuese El Plural, autor del bulo de la bomba lapa, un bulo en el que se mutiló una conversación entre un guardia civil y su confidente para simular un magnicidio contra el presidente del Gobierno; el mismo que publicó el bulo de los falsos DNIs del juez Peinado y que ha fichado a la mayor activista televisiva que tiene el PSOE. Con diferentes grados, algunos periodistas dieron el salto hace mucho tiempo de la opinión sincronizada a la inquisición mediática, encargada de señalar y vilipendiar a periodistas y medios de comunicación que resquebrajan el relato gubernamental. Comenzaron hace cuatro años cuando THE OBJECTIVE publicó los motivos de la caída de Ábalos. Mientras unos estábamos siendo vapuleados por contar la verdad que hoy investiga la Justicia, otros estaban de copas en la casa del exministro confabulándose contra la fachosfera.
El silencio selectivo
Son los mismos que, a día de hoy, ignoran las noticias sobre los gastos de Ferraz, los fajos de billetes que el ministro de Transportes guardaba en su residencia oficial, la falta de un mecanismo de control en la caja del PSOE… Su atención informativa, como la memoria de Pilar Sánchez Acera, es selectiva. Las informaciones que sustentan documentalmente que esta semana la Audiencia Nacional haya abierto una investigación sobre la contabilidad del partido. ¿Y ahora, que? Silencio. Tal parece que los mismos que sostenían que las andanzas de Ábalos con prostitutas eran temas personales, que no teníamos pruebas y que el informe de Santos Cerdán no existía, acabarán comiéndose una vez más sus palabras.
Por eso me sorprende que José Precedo tenga la piel tan fina cuando se pone en tela de juicio su testimonio, después de que el medio que codirige haya atacado duramente a los compañeros de El Mundo. Algunos no entienden que el hecho de que su fuente no fuera el fiscal general no garantiza que este no le hubiera filtrado alguna información a los otros medios de comunicación que publicaron los mismos hechos, directa o indirectamente; o que fuera la fuente de su fuente. Eso es lo que tiene que dirimir la Justicia y no los límites al secreto profesional de un periodista que, de forma insólita, asegura que García Ortiz «es inocente». Precedo no puede dar fe de la inocencia de García Ortiz porque no conoce todos sus movimientos. Como cualquier periodista, solo tiene una porción de la realidad.
No obstante, admito que a mí sí me gustó la declaración judicial de Precedo, y que hasta me pareció inspiradora. En los tiempos que corren, aplaudo sus palabras en defensa de este oficio y de los profesionales que vivimos de «nuestra reputación profesional». Al hilo de la declaración del jefe de gabinete de Ayuso, dijo: «Cuando aquí se pone a caldo a periodistas, se está jugando con nuestra reputación, que son las únicas armas que tenemos, para descalificarnos». Amén. El problema es que medios como el suyo alimentaron las ofensivas mediáticas contra nuestra reputación, y nuestro honor, durante los últimos cuatro años. Ni cuando la justicia nos dio la razón, ni cuando la realidad se impone ahora en las investigaciones judiciales y periodísticas, hemos visto mermados los ataques por parte de algunos de esos medios. Cuántas lecciones de periodismo hemos recibido en THE OBJECTIVE estos cuatro años por contar la verdad. Si hubiera sido Precedo el que hubiera publicado las exclusivas sobre Ábalos, la historia sería distinta. Porque, desgraciadamente, ya nos hemos acostumbrado a que lo importante sea el quién y no el qué. Vicios de una élite periodística que se ha olvidado de que nuestro trabajo es contar noticias.
