The Objective
Hastío y estío

Óscar Puente y su colonoscopia VIP

«Ahora entendemos por qué tenía, con perdón, todo el día el ‘ojete’ en la boca y en sus dedos tuiteros»

Óscar Puente y su colonoscopia VIP

El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente. | Alejandro Martínez Vélez (EP)

En un país donde la sanidad pública es el santo y seña de la izquierda, el ministro de Transportes, Óscar Puente, como buen socialista y defensor de la igualdad de trato a todos los ciudadanos y, por tanto, en contra de los privilegios de los poderosos, ha decidido que las listas de espera sean sólo para los de «abajo». El pasado viernes 7 de noviembre, el bocazas del Gobierno se coló en el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, perteneciente al grupo Quirón, ese ogro privatizador que tanto detesta, para someterse a una colonoscopia sin sentir en su frente ni una gota de sudor burocrático. Recibido como un rey por un celador, sin turno ni demora, Puente demostró que, cuando el asunto es personal, la igualdad es un concepto tan elástico como el tubo que le introdujeron por donde el sol no brilla.

Puente fue atendido de inmediato en este centro concertado con la Comunidad de Madrid, sin pasar por el aro de la lista de espera que él mismo, en su retórica incendiaria, tanto critica cuando gobierna Ayuso. Para un socialista que se le llena la boca hablando de la «casta» y los «pudientes», esto no es sólo un caso de despotismo, sino una doble inmoralidad, un pecado capital-ista envuelto en la bandera socialista. Y no acaba ahí la comedia. El colmo de la hipocresía llega con el hospital elegido del grupo Quirón. Ese grupo hospitalario al que Puente ha dedicado soflamas dignas de un panfleto leninista, acusándolo de ser el beneficiario estrella de la «privatización salvaje» de Ayuso.

En sus tuits y declaraciones, el ministro ha pintado a Quirón como el vampiro que chupa la sangre de la sanidad pública madrileña, desviando millones en conciertos para engordar bolsillos privados mientras los hospitales estatales se desangran. Puente está contra la gestión mixta, y se ha manifestado como un defensor a ultranza de lo «cien por cien público». Y de repente, ¡zas! Cuando le toca el turno de mirarse las entrañas, opta por el mismísimo «diablo». ¿Casualidad? No, queridos lectores, es una rendición involuntaria. Al elegir este hospital, Puente reconoce implícitamente que la sanidad con gestión privada funciona mejor, de manera más rápida y eficiente que el modelo puro que tanto dice defender.

Ahora, con esta perla colonoscópica fresca en la memoria, todo encaja. ¿Se acuerdan de su obsesión patológica con este periódico que ahora están leyendo? De esa obsesión suya por llamarnos «ojete», una ocurrencia demasiado simple y chabacana hasta para alguien que sí tiene alguna gracia, la tiene en el lugar como nos nombra.  Pues ahora se entiende que lo hiciera. La razón no era ver de manera distinta lo que debe ser la política, sino que era algo personal. Estaba rumiando su próxima intervención médica. Es lógico estar nervioso ante cualquier tipo de operación o tratamiento médico.

Incluso se podría entender estar algo irascible ante un acto cuya estética no deja de ser humillante, aunque también necesaria para todos los hombres a partir de los 50 años. Además, con un carácter tan pendenciero de por sí como es el suyo, es normal que esta intervención le hiciera estar especialmente enfadado con el mundo, pero sobre todo con quien saca la basura de un Gobierno con la que el ministro Puente parece convivir muy a gusto, en un caso de síndrome de Diógenes del que no le interesa curarse porque la enfermedad grave comenzaría en ese momento. Ahora entendemos por qué tenía, con perdón, todo el día el «ojete» en la boca y en sus dedos tuiteros. Y es que la muletilla iba a ser sustituida por un tubo introducido por el ídem. 

Puente, como buen socialista, ha optado por la demagogia. Atacar la privatización como si fuera el diablo, mientras sus colegas en el Gobierno –piensen en el despliegue médico para Sánchez en La Mareta el verano pasado– disfrutan de lo mejor de ambos mundos. Y ahora, con su visita exprés a un hospital del grupo Quirón, ha puesto el dedo en la llaga. Y es que el modelo mixto no es el problema. El problema es cuando sólo los de arriba lo disfrutan a su debido momento.

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