La gilipollez de la semana de Pablo Iglesias
«Defendamos la verdad, la libertad y el periodismo porque, sin ellos, personajes como Iglesias campan a sus anchas»

El exlíder de Podemos Pablo Iglesias. | Gustavo Valiente (EP)
Señoras y señores, Pablo Iglesias ha vuelto a decir una gilipollez. Me podrían decir que esto no es ninguna novedad ni nada noticiable, y tendrían toda la razón. Lo que cambia en este caso es la gravedad de la gilipollez. Y es que el que manda a sus hijos a un colegio privado para pijos dijo en su televisión que José Ismael Martínez, que trabaja para El Español, era un policía infiltrado, y no un periodista agredido por jóvenes abertzales en el acto en la universidad que iba a llevar a cabo Vito Quiles. Hay que ser muy sinvergüenza para decir eso, pero ya sabemos que este personaje no la conoce. Está lo de sus hijos y su educación «clasista», lo de su mansión cuando estaba tan contento en su pisito de Vallecas como buen representante de la clase obrera, su feminismo para azotar a Mariló Montero hasta sangrar, y así se podría seguir hasta el infinito, pero es que los artículos sí que deben tener un fin.
A un servidor le gustaría creer que en esta ocasión ha sido cosa de la IA. Sus enemigos le habrían hecho esta jugarreta para que creyéramos que esta absurdez la hubiera dicho él. Unos expertos informáticos creando un doble a su imagen y semejanza. Con su misma voz y su misma bilis. Algo tan realista que parece que lo haya dicho él. Y ese es el problema, que esto no es cosa de la inteligencia artificial. Si en este caso no hay algo, es inteligencia de ningún tipo. Lo artificioso es lo que sale por la boca del que se dedicaba a hablar de series de televisión de plataformas de pago con el rey de España, y no aprovechaba esos minutos para contarle los problemas de los españoles.
El incidente ocurrió en la Universidad de Navarra, en Pamplona, donde Vito Quiles, ese periodista que tanto molesta a la izquierda posmoderna por preguntar lo que otros no se atreven, no les dejan, o no les beneficia hacerlo, organizó un acto. Quiles decidió llevar su mensaje a los estudiantes. Pero, como era de esperar en estos tiempos de polarización, el acto no se pudo llevar a cabo por la presencia de un grupo de radicales. Jóvenes abertzales, de esos que sueñan con la independencia vasca a base de kale borroka y consignas heredadas de ETA, se presentaron para reventar el acto. Lanzaron piedras, insultos y, en medio del caos, agredieron al periodista José Ismael Martínez, que estaba allí cubriendo la noticia para El Español.
Martínez acabó con fracturas en el orbital derecho, hematomas y contusiones que le obligaron a pasar por el hospital. Él mismo lo relató, pedradas, patadas, un infierno solo por hacer su trabajo. Los agresores eran encapuchados con estética ultraizquierdista, gritando contra el «fascismo» mientras practicaban la violencia que tanto critican en los demás. Pero llega Pablo Iglesias, desde su Canal Red, esa televisión que parece más un altavoz de resentimientos que un medio informativo, y suelta la perla del policía infiltrado.
¿De dónde saca Iglesias esta idea? Pues de la nada, como tantas otras veces. No hay indicios, no hay pruebas, solo la necesidad de defender a los suyos. Porque para Iglesias, los abertzales son «antifascistas» que hacen el trabajo que la Policía no hace, como él mismo ha insinuado en otras ocasiones. En su programa, en lugar de condenar la violencia, se dedicó a poner en duda que la persona agredida fuera un periodista, afirmando que era más probable que fuera un policía infiltrado, insinuando algo tan turbio como lo es el Gobierno al que su formación apoya. Es el colmo de la desvergüenza. Si los hechos no encajan con su narrativa, pues se los inventa.
Para concluir, esta gilipollez de Iglesias no es solo una anécdota. Es sintomática de una izquierda posmoderna que ha perdido el norte. Que prefiere la inventiva a los hechos probados. Defendamos la verdad, la libertad y el periodismo. Porque sin ellos, personajes como Iglesias campan a sus anchas. Y eso sí que sería una tragedia.
