La España de Rosalía o la de Pedro Sánchez
«Rosalía construye. Sánchez destruye. Rosalía habla de Dios y de amor eterno. Sánchez, de ‘lawfare’ y de ‘fango’»

Rosalía y Pedro Sánchez.
Hay dos Españas en 2025, y como Machado, sabemos cuál nos hiela el corazón. Una es la de Rosalía: luminosa, valiente, espiritual, global, orgullosa de ser catalana y española sin pedir permiso a nadie. La otra es la de Pedro Sánchez: oscura, apocalíptica, sectaria, provinciana, avergonzada de sí misma y dispuesta a vender la nación al mejor postor con tal de seguir calentando el sillón de Moncloa. Dos Españas que conviven en el mismo espacio físico pero que habitan universos morales opuestos. Y, por primera vez en mucho tiempo, la España que gana en el mundo es la de una chica de un pueblo barcelonés de nombre Sant Esteve Sesrovires, que canta en catalán, español, inglés, japonés, y en lo que haga falta para compartir un mismo mensaje. Mientras la otra España, la que busca separarnos, la del presidente del Gobierno, necesita de siete partidos para conseguirlo. Rosalía se basta ella sola para cantar a lo que nos une.
Rosalía acaba de publicar Lux, un disco que es un rayo de luz en mitad de la noche sanchista. No es un álbum más, es un acto de fe. Campanas gregorianas, palmas flamencas, la elegancia de los violines, letras que hablan de Dios sin pedirle perdón a nadie y de amor sin cinismo. Rosalía se atreve a rezar en voz alta en un país que lleva años educado para burlarse de lo sagrado. Se atreve a ser espiritual en una España que el progresismo oficial ha convertido en un erial de nihilismo y postureo. Se atreve a ser profundamente española, con duende, con raíz, con orgullo, en un momento en que el presidente del Gobierno considera que ser español es un pecado original que solo se redime pactando con quienes quieren borrarnos del mapa.
Pedro Sánchez, en cambio, gobierna como si España fuera un pecado. Su política es oscura porque necesita la oscuridad para sobrevivir. Oscuridad en los pactos con Bildu, oscuridad en los indultos, oscuridad en la amnistía, oscuridad en la retirada hoy mismo de la «ley Begoña» porque ni sus propios socios quieren tocar un blindaje familiar que apesta a cloaca. Sánchez no cree en la luz porque la luz revela que lleva siete años gobernando contra la mayoría, que su mujer está investigada, que su hermano está procesado, que su fiscal general puede ser condenado, que su Gobierno es un Frankenstein que se sostiene con pinzas oxidadas y votos de quienes sueñan con volar el Estado.
Rosalía construye. Sánchez destruye. Rosalía arriesga. Sánchez sobrevive. Rosalía habla de Dios y de amor eterno. Sánchez habla de «lawfare» y de «fango». Rosalía llena estadios en Tokio, México o Los Ángeles cantando en español. Sánchez llena portadas porque su hermano enchufado va al banquillo. Rosalía se reinventa en cada disco y cada vez es más ella misma. Sánchez se reinventa cada legislatura y cada vez es menos creíble.
La cantante catalana ha hecho algo que el presidente es incapaz de entender, ser universal siendo profundamente auténtica. Rosalía no necesita renegar de nada para triunfar, ni de su idioma, ni de sus valores, ni de su fe, ni de su tierra. Sánchez, en cambio, lleva años renegando de todo con tal de seguir en el poder, renegó de su palabra cuando dijo que nunca pactaría con Bildu, renegó de la ley cuando pactó la amnistía. Rosalía canta a la fe verdadera. Sánchez practica la religión de sí mismo y exige que todos le recemos.
Hay algo profundamente sano en ver a una mujer de 33 años hablar de Dios sin ironía, de amor sin cinismo. Rosalía ha entendido que la espiritualidad no es reaccionaria. Mientras, Sánchez y su tropa han convertido la política en un culto apocalíptico donde el enemigo es España, donde la luz es sospechosa y donde la única salvación pasa por destruir lo que nos une para comprar unos votos más.
España necesita más Rosalías y menos Sánchez. Necesita artistas que nos hagan sentir orgullosos de ser lo que somos, que nos hablen de luz sin pedirnos perdón por creer, que triunfen en el mundo sin renegar de su raíz. Y necesita menos políticos que nos hablen de oscuridad, que conviertan el BOE en un mercado persa, que vendan la nación a plazos para seguir un día más en el poder.
Rosalía ha demostrado que se puede ser catalana, española y universal sin odiar a nadie. Sánchez ha demostrado que se puede ser presidente y seguir siendo provinciano, mezquino y oscuro. Ella nos ha dado Lux. Él nos ha dado opacidad, ruina moral y una legislatura que nos puede dar una idea de cómo puede ser el infierno.
