Urtasun censura a un amigo de García Lorca
«No se puede tener como ministro de Cultura a quien no quiere diferenciar sus odios personales de la realidad»

El ministro de Cultura y portavoz de Movimiento Sumar, Ernest Urtasun. | Rodrigo Jiménez (EFE)
Urtasun es demasiado inculto y sectario para ser ministro de Cultura. Puede que precisamente por estas razones fuera el elegido para serlo por este Gobierno infame. Pero todo puede ir a peor. Piensen que sí mañana Yolanda Díaz decidiera apartarse de la política, que Dios no lo quiera porque nos entretiene mucho con sus «cosas» y es un filón para un humilde articulista como es un servidor, el que sustituiría como líder del principal partido a la izquierda del PSOE sería este tipo de apellido Urtasun. Salir de Málaga para meterse en Malagón. Ir de mal en peor, pero sin la simpatía involuntaria de mi querida Yolanda. Cambiar el mundo dulce y almibarado de las piruletas donde vive la ministra de Trabajo, por el más amargo del actual ministro de Cultura.
Y es que el lunes pasado, este «caballero oscuro» en el acto de presentación de la Comisión Nacional del centenario de la generación del 27, decidió vetar la figura de Ignacio Sánchez Mejías por la única razón de que era torero. A este «hombre murciélago» no le gustarán los cuernos, pero no le ha importado serle infiel a ese icono que se han apropiado ellos, pero que es de todos, que es Federico García Lorca. El poeta granadino fue gran amigo suyo, al que además le dedicó un poemario titulado Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías donde destacan versos como «¡Qué no quiero verla, dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena!».
No se puede tener como ministro de Cultura a quien no quiere diferenciar sus odios personales de la realidad de los acontecimientos. No se puede apoyar, proteger o defender la cultura desde el sesgo personal. Si la cultura y el arte son fundamentales, es porque nos hacen seres libres, y defensores de la belleza y lo auténtico. Pero a Urtasun no le venía bien que alguien que fuera torero, como fue el caso de Ignacio Sánchez Mejías, fuera fundamental en la creación de esa generación única que fue la del 27.
Y es que la mediación del torero fue fundamental para la formación de ese grupo glorioso al que pertenecieron poetas como Alberti, Cernuda, Vicente Aleixandre, García Lorca, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Jorge Guillén o Pedro Salinas entre otros. Una de las nietas del torero, Dolores Sánchez Mejías, ante esta afrenta llevada a cabo por este censor de ese momento sublime de lo poético, que sólo sabe rimar cultura con dictadura, fue preguntada por este veto y dijo lo siguiente: «Había en mi abuelo una necesidad de ayudar, de aglutinarlos, de hacerlos grupo. Sabía que eran muy buenos. Y además mi abuelo vio que era una oportunidad para sus hijos, rodearse de ese ambiente».
Urtasun ha querido convertirse en un censor como lo fue Camilo José Cela durante el franquismo. Eso sí, con mucho menos talento que el gran escritor gallego, ganador del Nobel de Literatura. Puede que nuestro ministro piense que algún día se merecerá que le den a él, el de la Paz o el de Matemáticas. Con este tipo de iluminados cualquier cosa es posible en sus cabezas. O puede que prefiera que el de la Paz lo reciban a título póstumo Pol Pot o Stalin. Ahora que Urtasun y el resto del Gobierno tienen todo el día en la boca al dictador Franco por el 50 aniversario de su muerte que se cumple esta semana, la labor didáctica de este gobierno es coger algunas cosas de ese régimen y hacerlas suyas.
A Urtasun no le hacen gracia los toreros, pero no tiene problemas en sonreír a Mertxe Aizpurua y Oskar Matute, la portavoz y el diputado de Bildu en el Congreso de los Diputados. No le gusta que maten animales y por eso no aplaude a El Juli en un acto, pero no tiene problemas en sentarse en la misma mesa de quien escribía los nombres en el periódico abertzale, que se convertían en los objetivos a «batir» por ETA. Humanos asesinados por defender desde la ley y la democracia el Estado español.
No creo que Urtasun haya leído mucho a los autores de la generación del 27. Si hubiera sido así, se habría dado cuenta de la mutua admiración que se tenían, tanto el torero por los poetas como estos por Ignacio Sánchez Mejías. Del respeto por la belleza y la verdad de sus artes. Le recomendaría, ministro de Cultura, que intentara aprender de ellos, pero no creo que lo haga, porque se convertiría en otra persona totalmente distinta, y, por tanto, más justa y juiciosa.
