Carta a quien votaría hoy al Partido Socialista
«¿Qué sortilegio le ata a esas siglas que ya no representan al obrero sino al oportunista, no al español sino al sectario?»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Querido compatriota, alma aún cautiva de esa rosa que un día fue roja como la sangre de los justos y hoy se tiñe de un carmesí turbio, como sangre coagulada en el fondo de un vaso olvidado:
Le escribo esta carta en la penumbra de un noviembre poco dulce, donde la belleza de Charlize Theron o de las ramas desnudas de este otoño no son estación sino presagio. El viento arrastra hojas muertas que susurran nombres que tienen mucho de castañas pilongas: Koldo, Ábalos, Cerdán. Le escribo como quien lanza una botella al mar, sabiendo que el oleaje de la inercia podría devolverla intacta a la orilla. Pero debo intentarlo, porque en esta España dividida, como bien sabía Machado, aún creo que queda un resquicio de luz para quien quiera ver.
Hace varios meses, a finales del pasado junio, cuando el calor prometía ser insoportable, quise entenderle en un monólogo que ahora que el frío parece que no nos va a abandonar por una temporada, hace necesario cambiar la manera de comunicarme con usted, y utilizar la cercanía y el calor que siempre destila la correspondencia escrita.
¿Por qué, dígame, por qué hoy, en este crepúsculo de la decencia, depositaría su voto en el Partido Socialista Obrero Español? ¿Qué sortilegio le ata a esas siglas que ya no representan al obrero sino al oportunista, no al español sino al sectario? ¿Es la nostalgia, esa sirena que canta himnos del pasado mientras oculta los abismos del presente? ¿O es el miedo, ese espectro que Sánchez invoca como un brujo de feria, susurrando que sin él vendría el diluvio, el apocalipsis de la ultraderecha, cuando en realidad los chuzos de punta ya nos ahogan en facturas de luz y promesas rotas?
Permítame que le hable de la familia, ese sanctasanctórum que Sánchez ha convertido en escudo y en botín. Su hermano David, colocado en un puesto público como una «chirimoya» madura en el frutero de los favores. Procesado, sí, pero todavía libre para componer sinfonías siniestras que solo están en su imaginación, mientras el erario público paga la orquesta. Y Begoña Gómez, la primera dama, con su poca luz y sus muchas sombras, investigada por tráfico de influencias, con cartas que abren puertas millonarias como llaves maestras forjadas en el yunque de Moncloa. Está bien volar con la imaginación, pero para ello no es necesario «ayudar» a la compañía aérea de un amigo.
Y luego están los fieles, los escuderos que caen uno a uno como las hojas en este otoño interminable. Koldo García, el gigante de las mascarillas, que mientras España tosía en la pandemia contaba billetes en sótanos húmedos, mordidas que sabían a muerte ajena. Ábalos, el ministro de los jets privados y las maletas venezolanas, expulsado del partido, pero que sigue flotando en el limbo de los silencios comprados. Y Santos Cerdán, otro secretario de organización, que disfruta desde hoy de una libertad provisional como un condenado que fuma el último cigarro antes de la ejecución. Pronto volverá a la celda, y esta vez el portazo resonará como un trueno en Ferraz.
Este PSOE no es el de los humildes, sino el de los cínicos. Es un Frankenstein político, cosido con hilos de amnistías compradas a separatistas, indultos a corruptos y leyes que liberan violadores para mayor gloria del postureo feminista. Recuerde la «ley del solo sí es sí», esa aberración que abrió jaulas y dejó a miles de agresores en la calle, oliendo a libertad inmerecida mientras las víctimas tragaban bilis. Recuerde la amnistía, ese borrón y cuenta nueva que vende la soberanía nacional por siete votos, como un mercader persa en el BOE.
Y, aun así, usted votaría hoy al partido socialista. ¿Por qué? ¿Es la costumbre, esa cadena invisible que arrastra generaciones enteras hacia el mismo abismo? ¿O es la indiferencia, esa niebla tibia que envuelve al ciudadano medio, haciendo que el hedor de la corrupción parezca perfume de colonia barata? Sánchez gobierna como un prestidigitador, sacando conejos de la chistera mientras el público aplaude, pero el truco ya está visto, oscuridad para sobrevivir, mentiras para gobernar, fango para embarrar el terreno de juego. Él habla de «lawfare» como un profeta apocalíptico, pero el verdadero lawfare es el que practica contra la justicia independiente, blindando a los suyos con una fiscalía general domesticada.
Está a tiempo de despertarse en la realidad y no en la pesadilla que usted provoca con el mundo inventado en el que vive, y que confunde con el real, como demuestra sus decisiones electorales. Hace unos años en España tuvimos a un personaje al que la noche le confundía. Espero que a usted en algún momento se le haga de día en el horizonte de su raciocinio.
