España Mejor y Miriam González, una melodía necesaria
«Por primera vez en mucho tiempo, hay alguien que no nos trata como idiotas, que no nos divide en bloques»

La abogada Miriam González.
Hay momentos en los que un servidor cree que la política española ya solo sabe tocar una partitura: la del ruido, la bronca, el insulto fácil y el oportunismo descarado. Y de repente aparece alguien que, sin aspavientos, sin victimismos ni postureos, coge el atril y empieza a interpretar otra cosa. Algo que suena a esperanza, a sentido común, a ambición colectiva. Algo que, francamente, llevaba años sin escucharse en este país nuestro de cainismo perpetuo.
Ese alguien es Miriam González. Vallisoletana de Olmedo, versión femenina de esa obra de Lope de Vega, conocedora del trágico destino de esta España. Abogada experta en Derecho de la Unión Europea con una trayectoria que haría palidecer a más de uno de nuestros ministros de pacotilla: negociaciones en la Comisión Europea, en la OMC, socia en grandes despachos de Londres, profesora en Stanford, fundadora de Inspiring Girls, esa iniciativa que ya está en casi 40 países ayudando a niñas a soñar en grande sin que nadie les diga que no pueden. Es la mujer de Nick Clegg, el ex vice primer ministro británico que ha trabajado llevando una vicepresidencia de Meta (dueña de Facebook e Instagram) hasta hace unos meses. Pero Miriam siempre ha sido mucho más que «la mujer de». Ella se quedó con su apellido, con su carrera y con su independencia y ha decidido volver a España para intentar arreglar lo que otros han destrozado.
En mayo de 2023 creó España Mejor. No es un partido, ella lo repite hasta la saciedad, aunque algunos medios españoles y extranjeros creen que podría ser el germen de uno. Es una plataforma ciudadana, una lanzadera de propuestas de políticas públicas que funciona como una startup: ideas sencillas, pragmáticas, basadas en datos, abiertas a cualquiera que quiera aportar independientemente de su ideología. Porque, como dice Miriam González, «la polarización la fabrican arriba; abajo, la gente quiere soluciones».
España Mejor ya tiene proyectos en marcha. El primer gran proyecto fue Imagina, centrado en los jóvenes, esos a los que todos mencionan en campaña y luego abandonan. Solo el 15% de los menores de 30 años se emancipa en España. Imagina ha puesto a cientos de jóvenes a diseñar propuestas reales: vivienda asequible, empleo de calidad, formación que sirva para algo. Luego vino el Código Ético para el Gobierno, transparencia total, eliminación de conflictos de interés, controles reales, la campaña para acabar con los 250.000 aforados que convierten a políticos y altos cargos en intocables, la reforma administrativa para que emprender no sea una odisea kafkiana, una fiscalidad que incentive crecer en vez de castigar, un impulso brutal a la innovación y al emprendimiento, políticas de vivienda realistas, educación competitiva, productividad, sostenibilidad sin dogmas ideológicos. Todo ello con miles de voluntarios trabajando codo con codo. Gente de derechas, de izquierdas, de centro, desencantados de todo. Porque España Mejor no pide carnet: pide ganas de que este país deje de resignarse a ser la eterna promesa incumplida de Europa.
Miriam González recorre España dando charlas, escuchando, recogiendo ideas. En actos pequeños y grandes donde siempre transmite lo mismo: serenidad, claridad, una mezcla de exigencia y optimismo que desarma. Habla de «patriotismo moderno», inclusivo, frente a los patriotismos de banderita y exclusión. Habla de subir el listón ético porque «la sociedad española tiene más ética que su clase política». Habla de que hemos caído en la inercia de creer que todo va a peor y que ya no hay remedio. Y lo hace sin gritar, sin insultar a nadie, sin prometer el oro y el moro. Solo con datos, con propuestas concretas y con una frase que resume todo: «Dejemos de quejarnos y hagamos cosas que tengan impacto real».
Mientras Miriam González propone limpiar la política, modernizarla, hacerla transparente y útil, en el otro lado del espectro tenemos la política clásica del hermanísimo David Sánchez, ese director de orquesta que cobraba de la Diputación de Badajoz sin apenas aparecer por allí, procesado y pendiente de juicio. Una música ruidosa imposible de tararear sin atragantarse. Una política de cueva de Alí Babá donde los 40 ladrones representan a cada partido político que ha tenido algún tipo de poder, y «sorpresivamente» en todos ha habido manzanas podridas. La melodía de Miriam González suena mejor porque no tiene ninguna necesidad de meterse en ese vertedero. Su economía familiar no necesita entrar en ese lodazal, y cambiar la tranquilidad por ese caos.
Yo no sé si España Mejor acabará siendo partido o se quedará como plataforma. Tampoco sé si Miriam González dará el paso definitivo. Lo que sí sé es que, por primera vez en mucho tiempo, hay alguien que no nos trata como idiotas, que no nos divide en bloques irreconciliables, que no nos promete paraísos fiscales ni revoluciones bolivarianas. Solo nos pide ambición. Ambición por una España mejor. Y eso, queridos lectores, es la melodía más bonita que he oído en años. Dicho esto, un servidor tampoco la votaría a ella. Un servidor tiene una dignidad ácrata que mantener.
