¡Condenado fiscal!
«Creo que lo más propio sería que le pidieran perdón los magistrados del Supremo que lo han condenado»

Álvaro García Ortíz. - Archivo
Se preguntaba el presidente mientras estaban juzgando a su fiscal general quién va a pedir disculpas. «¿Quién va a pedir perdón al fiscal general del Estado?» dijo en el Consejo Europeo del 19 de diciembre de 2024 y repitió en la entrevista de El País el 9 de noviembre pasado. Esa sí me la sé, presidente. Creo que lo más propio sería que le pidieran perdón los magistrados del Supremo que lo han condenado. No todos, porque las dos magistradas alvaronas proclamaron su inocencia en voto particular. Son las mismas que votaron particularmente la inocencia de Griñán en la malversación del caso más portentoso que vio la democracia española: el de los Eres. Solo los cinco que votaron su condena, esa ajustada minoría de cinco sobre siete, casi empate, según la opinión de la prensa sincopada. Hay precedentes analógicos que avalan esta propuesta: durante la vigencia de la pena de muerte en España, era tradición que el verdugo pidiese perdón al reo antes de ajustarle la golilla en el pescuezo, por decirlo con expresión de Javier Krahe.
Me atrevo a la comparanza después de que la discapacitada Belarra haya calificado la condena de «asesinato civil del fiscal general del Estado» y después de haber visto a García Ortiz sentarse entre sus pares, tomando por estrado lo que para él fue más bien cadalso.
Hubo un fiscal general llamado Eligio Hernández, cuya afición a la lucha canaria y el apodo heredado de su padre, el Pollo del Pinar, tantas bromas suscitara en la derecha y en la izquierda. Él fue un precedente de don Alvarone al declarar ilegal su nombramiento la Sala Tercera del Tribunal Supremo en 1996, de análoga manera a la declaración de inidóneo que el CGPJ habría de emitir sobre García Ortiz en 2023. Claro que el Pollo del Pinar era un testimonio vivo de lo que ha degenerado la raza socialista, pasando de Joaquín Leguina a Óscar López Águeda, de Felipe González a Pedro Sánchez, de Eligio Hernández a Álvaro García Ortiz.
Lo del PSOE con la tropa es un eterno déjà vu. Escribía el otro día sobre la costumbre que tienen los sociatas de aplaudir a los suyos, la ovación de gala que recibió el ahora condenado al volver a la Fiscalía después de la primera sesión del juicio ante el Supremo. Después supimos que el coro de fiscales inflamados había sido una leva organizada y alentada por su mano derecha, Diego Villafañe, que a golpe de correo electrónico movió a fiscales y administrativos para montar aquel original comité de bienvenida, una claque, vamos. Hay que decir por respeto a la verdad que fueron mayores las ovaciones que recibieron José Luis Ábalos en el Congreso y Pedro Sánchez en la Moncloa; ellos también se sumaron al coro de aplausos, no sé si para aplaudir a quienes les aplaudían o para aplaudirse a sí mismos.
Podrían volver a organizar un palmoteo a la salida de don Alvarone de la Fiscalía General, de acuerdo con aquel precedente de septiembre de 1998 en el que fueron a aplaudir y abrazar a Vera y Barrionuevo en el rastrillo de la cárcel de Guadalajara, después de haber sido condenados por el secuestro de Segundo Marey. Nadie mejor para encabezar el homenaje actualizado que Félix Bolaños, el tipo que anunció el fin de su Fiscalía y la sustitución del condenado.
El mundo jurídico está en vilo a la espera de la decisión de Pedro Sánchez para reemplazar al finado, pero el cazatalentos tiene mucho banquillo, no se apuren. Por ejemplo, Margarita Robles, con la que podrá repetir el hallazgo de nombrar fiscal general a una ministra, con la ventaja de que Margarita —está linda la mar— tiene más currículo que Lola Delgado por haber sido magistrada del Supremo. Cabe también la posibilidad de Victoria Rosell, que tenía el don de lucir aquella auctoritas ante los guardias de los aeropuertos, en plan «yo quiero sala de autoridades, no me da la gana enseñarle el carné y no sabe usted con quién está hablando». También vestiría bien el cargo la fiscal Cianuro, aunque nadie tan propio como Baltasar Garzón, que ya tiene experiencia en prevaricar y en ser condenado por el Supremo, además de haber cumplido ya su pena. Lástima que para ser el candidato perfecto del sanchismo tendría que someterse a cirugía de reasignación sexual. Cambio de sexo que lo llama el pueblo llano.
