The Objective
Opinión

Confieso que he viajado 

«Y ya puestos a sincerarnos: he dormido en viviendas de uso turístico. Sí, en esas VUT tan polémicas como demandadas»

Confieso que he viajado 

Vivienda turística.

Confieso que he caminado por la vía Stampeira en Roma, que he tirado una moneda a la Fontana di Trevi —por aquello de la suerte— y que en mi móvil duerme la clásica foto sosteniendo, con mucha imaginación, la Torre de Pisa. También admito que he viajado de mochilero por Tailandia, que he perdido la noción del tiempo recorriendo el Matarraña y que me dejo conquistar por Vigo cuando se encienden sus luces de Navidad, siempre acompañadas de pulpo y cachelos.

En resumen: soy un turista más. Uno de esos que se suben a un avión low cost cuando pueden, visitan los lugares imprescindibles y repiten los rituales que millones de viajeros reproducen año tras año.

Y ya puestos a sincerarnos, añadiré otra confesión: he dormido en viviendas de uso turístico. Sí, en esas VUT tan polémicas como demandadas. No soy una excepción: lo hacen cientos de millones de personas en todo el mundo, incluidos muchos españoles.

Los datos lo corroboran. Según Eurostat, en 2024 las plataformas digitales registraron 854 millones de pernoctaciones en viviendas turísticas dentro de la Unión Europea. Es decir, cada noche del año, 2,3 millones de personas durmieron en un alojamiento de este tipo. Y la tendencia sigue al alza: solo en el primer trimestre de 2025 se contabilizaron 131,8 millones de pernoctaciones, un 6,3% más que el año anterior. 

La demanda se concentra especialmente en Francia, España, Italia y Portugal, pero no se trata únicamente de visitantes extranjeros. En España, el 35% de las noches en viviendas turísticas corresponde a viajeros nacionales, ciudadanos que utilizan este tipo de alojamiento para desplazarse a otras ciudades del país.

Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) apuntan en la misma dirección: la inmensa mayoría del turismo que circula por España es español. En 2024 realizamos 184,4 millones de viajes, y el 88% tuvo destino dentro del propio territorio. Andalucía, Cataluña y la Comunidad Valenciana vuelven a situarse entre los destinos preferidos.

De ahí que puedan darse escenas casi absurdas: un vecino del barrio de Gracia increpando a un valenciano con un «tourist go home», para que luego ese mismo valenciano repita el gesto unas semanas después cuando reciba a un barcelonés de visita.

En definitiva, viajamos mucho y somos turistas más a menudo de lo que nos gusta reconocer. Y sí, también nos alojamos en VUT. A veces por comodidad; otras, porque no hay alternativa. Pero negar que forman parte estructural del mercado turístico es simplemente mirar hacia otro lado.

Por eso quizá convendría un ejercicio de honestidad colectiva: «He viajado». Decirlo no excluye la existencia de problemas reales de saturación urbana, igual que conducir no nos impide quejarnos de los atascos. Ser parte del fenómeno no nos obliga a ignorar que ciertos barrios soportan presiones difíciles de asumir.

La cuestión no es dejar de viajar ni demonizar al turista —que, al final, somos todos—, sino diseñar mecanismos de gestión racionales, del mismo modo que regulamos el tráfico sin prohibir circular. El turismo no puede gestionarse ni con barra libre ni a golpe de veto.

Porque conviene recordarlo: esta actividad representa más del 13% del PIB español y constituye uno de los principales motores económicos del país. Es algo que deberíamos cuidar, no convertir en enemigo.

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