The Objective
Cuadernos FAES

Las dinámicas geopolíticas actuales entre Rusia y China

Ambos países refuerzan su alianza para desplazar a EEUU del liderazgo global y crear un nuevo orden que les beneficie

Las dinámicas geopolíticas actuales entre Rusia y China

Rusia y China. | Cuaderno FAES

Rusia y China han estado profundizando sus relaciones bilaterales durante los últimos años, protagonizando acontecimientos de notable calado internacional. Ambos Estados tienen aspiraciones de acabar con el liderazgo global de Occidente y cambiar el orden mundial hacia una aparente multipolaridad. Los escenarios ocurridos en septiembre de 2025 muestran un fortalecimiento de la amistad entre Moscú y Pekín. Sin embargo, conviene analizar con mayor profundidad la situación actual de las dinámicas entre estas dos potencias para comprender si realmente apuntan a una posible alianza o a un alineamiento en base a intereses comunes.

Introducción. La amistad entre Rusia y China

La realidad geopolítica actual atraviesa el mayor momento de incertidumbre desde el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Estamos siendo testigos de la erosión del orden liberal internacional basado en reglas, el descrédito de las instituciones globales por su inacción para hacer frente a los actuales conflictos, y una escalada de polarización política generalizada. Occidente, tal y como lo conocemos hoy, está fragmentado en torno a numerosos debates internos. El aumento del gasto en defensa, los posicionamientos comunes o enfrentados con respecto a Ucrania y Gaza, la aún presente inflación, un significativo envejecimiento poblacional y la cuestión migratoria son algunos de ellos.

Todo esto sucede mientras desde otras partes del mundo surgen voces revisionistas que pretenden gestar un nuevo orden mundial frente a los titubeos, errores y la desconfianza que los Estados occidentales muestran a día de hoy. Hay dos actores que han estado ganando relevancia en la reacción a la fragilidad del actual orden mundial: Rusia y China. Ambos buscan un mayor protagonismo y liderazgo global, abogando por la creación de un nuevo orden supuestamente multipolar que sea más justo con aquellos Estados que no pertenezcan a Occidente y que sea aparentemente más fiel a la esencia de las Naciones Unidas. Este intento de ambos Estados de cambiar el actual statu quo pasa por convencer y movilizar al «Sur Global», un bloque compuesto por todos aquellos países africanos, asiáticos y latinoamericanos históricamente no pertenecientes al bloque compuesto por Estados Unidos (EEUU), sus aliados europeos y transpacíficos.

Entonces, en el camino de Rusia y China hacia el logro de un nuevo orden mundial, se ha abierto una ventana de oportunidad para acercar posturas y colaborar en áreas de interés común. Son también muy frecuentes las visitas oficiales que los jefes de ambos Estados se hacen mutuamente. De hecho, Rusia ha sido el país más visitado por el presidente chino Xi Jinping. A ello también se le añade el intercambio efusivo de expresiones de amistad y vecindad. Xi se refiere a ambos Estados como «amigos del acero», mientras que el presidente ruso Vladimir Putin describe al líder chino como su «querido amigo» (Norton, 2025).

Con la firma de un memorándum de entendimiento el 4 de febrero de 2022, apenas unas semanas antes de la invasión de Ucrania, Rusia y China establecieron la base de una cooperación integral en todos los aspectos de sus relaciones bilaterales (Almeida, 2023), los cuales indican la intencionalidad de fortalecer unas dinámicas geopolíticas conjuntas. Más tarde y con la conmemoración del 80 aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, Putin invitó a Xi a una reunión institucional en Moscú donde se firmaron 20 acuerdos bilaterales y se confirmó que las relaciones entre Rusia y China habían alcanzado su más alto nivel (Norton, 2025).

«Rusia y China han estado ganando relevancia en la reacción a la fragilidad del actual orden mundial»

Sin duda, estas muestras de camaradería entre Moscú y Pekín están resonando en el panorama geopolítico más reciente. Es más, a inicios de septiembre de 2025 han tenido lugar otros tres escenarios, los cuales serán analizados a continuación. A primera vista, estos pueden manifestar una mayor consolidación en la relación entre Rusia y China. No obstante, ¿se pueden considerar todas estas dinámicas como parte de una sólida alianza o incluso un «eje» incipiente entre Moscú y Pekín?

La 25ª cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái

Aparte del conocido grupo BRICS, Rusia y China son parte de una plataforma multilateral no occidental desde donde tratan de fomentar sus lazos comunes: la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Este foro regional fue creado en el año 2001 con el objetivo de abordar cuestiones de seguridad fronteriza entre China, Rusia, Kazajistán, Tayikistán y Uzbekistán. No obstante, ahora sus áreas de interés se han ampliado en busca de crear una entidad supranacional que pueda servir de altavoz para promover el orden mundial alternativo al patrocinado por Occidente. Esta organización cuenta actualmente con diez Estados miembros, dos observadores y otra quincena de países y organizaciones con el estatus de «socio de diálogo» presentes desde Oriente Medio hasta el sudeste asiático. Todos ellos en conjunto representan el 40% del total de la población mundial y aproximadamente una cuarta parte del PIB global (Soong, 2025).

El enfoque actual de la OCS ya no solamente se limita a la seguridad regional, sino a la cooperación económica, energética, tecnológica y cultural. China, como uno de los principales fundadores, ha encontrado un lugar donde poder promocionar sus proyectos e iniciativas de inversión como la Nueva Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative o BRI, en inglés). Por su parte, a Rusia le sirve para defender su posición en la guerra contra Ucrania mientras refuerza sus relaciones con los chinos y los Estados del sudeste asiático presentes en las distintas cumbres que la organización celebra. De hecho, la vigesimoquinta cumbre se celebró a finales de agosto de 2025 en la ciudad china de Tianjin, y tanto Moscú como Pekín la aprovecharon para crear consensos y una mayor unidad entre los miembros y asistentes a la misma (Eisele, 2025).

Es cierto que tanto Putin como el presidente chino Xi Jinping estuvieron criticando a Occidente a lo largo de la cumbre. Ambos adoptaron una postura unificada y crítica contra EE. UU. e Israel en el conflicto de Gaza, llegando incluso a apoyar a su vez la posición de Irán, alegando la violación de su soberanía territorial. Este posicionamiento se produjo mientras acusaban a los occidentales de tener una doble moral al condenar la pérdida de vidas en Ucrania, pero permanecer en silencio por el coste humano de la intervención en Gaza (Soong, 2025). Sin embargo, y a pesar de este alineamiento entre ambos, Xi no apoyó explícitamente la posición de Putin con respecto a la guerra de Ucrania. Aunque Putin continuó defendiendo la idea de que el conflicto fue provocado por una supuesta injerencia occidental, en la declaración final firmada por todos los miembros no hubo mención alguna sobre este asunto (Eisele, 2025).

«Aparte del conocido grupo BRICS, Rusia y China son parte de una plataforma multilateral no occidental desde donde tratan de fomentar sus lazos comunes»

Por otra parte, si bien es cierto que ambos Estados tratan de utilizar la OCS como un lugar donde poder apoyarse mutuamente, cada uno tiene una visión distinta sobre el desarrollo de la organización. Moscú prioriza los aspectos de seguridad y defensa de
la OCS, mientras se muestra reticente a la mayor integración económica que busca Pekín. Un ejemplo de esto fue el rechazo del Kremlin a la creación de un banco de desarrollo y un área de libre comercio dentro de la OCS en 2010. Esta negativa esconde el temor de Moscú a que Pekín incremente aún más su influencia en Asia Central, una región donde los rusos siempre han sido los socios primarios de los “istanes” (término informal para referirse a los países de Asia Central). Por otro lado, China siempre ha mostrado recelo a la incorporación de la India a la OCS, ya que su peso en la organización se podría reducir, algo que Rusia sí pretendía alcanzar (Sierra, 2022). No obstante, tanto Pekín como Nueva Delhi, junto con otros Estados, expresaron durante la Cumbre de Tianjin el rechazo a medidas de coerción comercial; haciendo alusión a la imposición de aranceles por parte del presidente estadounidense Donald Trump (Eisele, 2025).

Diplomacia energética. El gasoducto Power of Siberia 2

El estallido en la guerra de Ucrania ha provocado notables apuros económicos a Moscú. Europa ha ido reduciendo sus importaciones comerciales provenientes de Rusia, y los activos rusos en los principales bancos del mundo fueron congelados. Entonces, desde el Kremlin se recurrió al fomento de un mayor aumento de actividad económica con China, considerable en los últimos años. Las exportaciones rusas a China se han incrementado de un 5% en 2010 a un 30,5% en 2023, mientras que las importaciones con origen chino han pasado del 3% al 36,5% (Norton, 2025).

En materia energética, uno de los sectores clave de la economía rusa, los países europeos también habían dejado de importar gas ruso (al menos de manera mayoritaria y oficial), suponiendo un significativo desplome para las gasísticas nacionales. Por lo tanto, el Kremlin y grandes corporaciones como Gazprom o Lukoil también recurrieron a aumentar sus negocios con Pekín, quien ha convertido a Rusia en su principal proveedor energético rebasando a los europeos como los mayores clientes de gas ruso tras casi dos años de conflicto (García-Galán, 2023, p. 9).

Rusia ya se encuentra suministrando su gas hacia China a través del gasoducto Power of Siberia 1, cuyo trayecto tiene inicio en uno de los vastos yacimientos de Siberia oriental. De hecho, ha comenzado a aumentar su capacidad de 38.000 millones a 44.000 millones de metros cúbicos de gas anuales (Lucumí, 2025). Sin embargo, este no va a ser el único camino para el gas ruso, ya que a inicios de septiembre de 2025 se firmó en Pekín un memorando jurídico vinculante para crear el Power of Siberia 2. Este gasoducto sería más extenso, al iniciarse en el yacimiento de la península rusa de Yamal, atravesar toda la estepa rusa, e incluso con tránsito a través de Mongolia mediante el gasoducto Soyuz-Vostok, para llegar a territorio chino. Este megaproyecto no solo es de grandes proporciones en su extensión, sino en su caudal, el cual se proyecta en 50.000 millones de metros cúbicos de gas (elEconomista.es, 2025).

Aunque se ha anticipado que las tarifas de gas a China van a ser más favorables que las de Europa, y que ya se ha establecido un pacto estratégico entre Gazprom y la Corporación Nacional de Petróleo Chino, esta cuestión va a ser discutida por separado. Además, aún se desconoce el precio a establecer, el modelo de financiación del proyecto y el cronograma de construcción del mismo (Lucumí, 2025).

«China quiere liderar ese orden multipolar alternativo, donde los Estados tendrían supuestamente una mayor libertad y desarrollo»

El desfile militar de la victoria

Culminando la primera semana de septiembre de 2025, y tras la celebración de la Cumbre de Tianjin, China albergó en su capital un desfile militar para conmemorar la victoria contra Japón en la Segunda Guerra Mundial. En esta ceremonia, Xi Jinping fue acompañado en todo momento por Vladimir Putin y el dictador de Corea del Norte, Kim Jong Un, para presenciar un conjunto de maniobras, entre las que hubo una exhibición de tropas, armamento pesado y un sobrevuelo de aeronaves (EFE, 2025). Todo ello incluyendo equipamiento de nueva generación para demostrar músculo militar y una capacidad tecnológica que aún aspira a competir con el poder duro estadounidense.

Hubo dos mensajes claros por parte del mandatario chino con este desfile militar. El primero fue el énfasis del rol de Pekín en la lucha contra el fascismo en Asia, el cual alegó ser subestimado e ignorado de forma selectiva por Occidente. El segundo fue una arenga sobre el gran rejuvenecimiento de la nación china, la cual está destinada a ser defensora de la paz y del desarrollo de la humanidad. Xi pronunció ambos mensajes con Putin sentado a su derecha, Kim Jong Un a su izquierda, y con la presencia de mandatarios de otros diez países, entre los cuales se encontraban Cuba, Myanmar, Bielorrusia o Irán (EFE, 2025). 

Con estos dos mensajes, Pekín da a entender la predisposición de China de querer liderar ese orden multipolar alternativo, donde todos los Estados tendrían supuestamente una mayor libertad y desarrollo. Sin embargo, si vemos quién asiste a arropar a Xi Jinping en sus actos oficiales, no tardaríamos en darnos cuenta que los apoyos a China, aparte del que puede ofrecerle Putin, provienen de Estados con modelos autoritarios. De hecho, muchos de los presentes, tanto en este desfile como en la pasada Cumbre de Tianjin, han sido condenados al aislamiento y a múltiples sanciones por parte de la comunidad internacional. 

Lo que China y Rusia están haciendo en realidad es aupar a aquellos Estados no conformes con seguir las premisas del orden internacional basado en reglas, para que estos favorezcan su liderazgo en la oposición a Occidente. Este es el caso de Corea del Norte, un régimen dictatorial desterrado prácticamente de la comunidad internacional que está siendo relativamente sacado de su aislamiento gracias a sus relaciones económicas con China y al reciente apoyo militar prestado a Rusia contra Ucrania en la campaña militar del Kursk. Esto le ha valido a Kim Jong Un el asiento al lado de los dos grandes revisionistas. 

Donald Trump y el fracaso del «Kissinger a la inversa»

Con la marcha militar teniendo lugar en Pekín, el presidente de EE. UU. Donald Trump escribió en su plataforma Truth Social: «envíen mis más cordiales saludos a Vladimir Putin y Kim Jong Un, mientras conspiran contra los Estados Unidos de América» (Afp_Tickers, 2025). Trump no ha debido tomarse bien ver a Xi Jinping y Putin juntos en la plaza de Tiananmen después de sus numerosos intentos de negociación con este último para finalizar el conflicto ucraniano, incluyendo la controvertida cumbre entre Rusia y EE. UU. que tuvo lugar en Alaska a mediados de agosto de 2025. 

China es actualmente la mayor amenaza para la hegemonía global estadounidense. Por ello, lo que Trump lleva intentando hacer –desde incluso su primera presidencia– ha sido separar a Rusia de China emulando a Henry Kissinger, secretario de Estado del presidente Richard Nixon, cuando consiguió atraer a China y desunirla de la entonces Unión Soviética en los años 70 del siglo XX. Durante su primer mandato, Trump ya había sido aconsejado por el propio Kissinger para que intentara aliarse con Rusia en contra de China. Sin embargo, este conato fracasó por la conspiración del Russiagate impulsada por el partido demócrata, las sanciones occidentales por la anexión de Crimea y el acercamiento de Moscú al Sur Global (Norton, 2025).

Ahora, tras la vuelta a la Casa Blanca, tanto Trump como su secretario de Estado, Marco Rubio, han tratado de retomar esta estrategia con menor éxito aún. Las relaciones entre Rusia y China están en su mejor momento, habiéndose declarado desde el Ministerio de Asuntos Exteriores chino que existe tal solidez que no se encuentran sujetas a la influencia de ningún tercero. Por otro lado, dado el bloqueo financiero occidental a Rusia, desde Moscú y Pekín se ha apostado por la desdolarización en sus negocios, dando lugar a que casi todas sus transacciones comerciales sean en rublos y renminbis, respectivamente (Norton, 2025).

Es muy poco probable que, dado el panorama geopolítico actual, Trump pueda desunir Rusia de China. Por un lado, cuantos más aranceles imponga a Pekín, peor van a reaccionar Moscú y los Estados de la OCS y los BRICS ante dicha coerción económica. Por otro lado, cuanto más trate de amedrentar Trump a Putin al continuar enviando armas a Ucrania si este último decide seguir atacando, más se va a agarrar este último a su amistad con Xi. En este momento, todo parece indicar que Putin no tiene intención de cesar sus hostilidades contra Kiev. Por ello, Trump parece haber vuelto a dar un giro de 180 grados apoyando a los ucranianos; llegando incluso a asegurar que podrían hasta recuperar todo el territorio perdido gracias a la ayuda de la OTAN (Yajure, 2025).

«Cuantos más aranceles imponga a Pekín, peor van a reaccionar Moscú y los Estados de la OCS y los BRICS»

¿El enemigo de mi enemigo es mi amigo?

El desarrollo de los acontecimientos más recientes parece indicar que las relaciones entre Moscú y Pekín son excelentes y que se encuentran construyendo un nuevo eje de influencia global a partir de su aparente sólida alianza. Sin embargo, esta idea aún está lejos de la realidad geopolítica actual. Esto se debe a una serie de factores que pasan desapercibidos ante los grandes titulares y las megalómanas muestras de afecto entre Xi y Putin.

China y Rusia no son potencias aliadas, sino potencias alineadas. Ambos Estados reconocen que tienen «amplios intereses comunes» que son «complementarios» (Norton 2025), pero eso no quiere decir que sean los mismos. Para empezar, los dos Estados tienen objetivos diferentes en el logro de un sistema multipolar alternativo al actual. Rusia tiene una ambición más política, ya que quiere deshacerse de su régimen de sanciones liderando lo que desde el Kremlin se argumenta como una «mayoría mundial» de Estados agraviados frente al egoísta e imperialista «Occidente colectivo» (Milosevic-Juaristi, 2025). China, por su parte, está enfocándose en una estrategia de influencia geoeconómica ajena a aspectos políticos. Esta se encuentra orientada a arrebatarle la hegemonía comercial y tecnológica a EE. UU., con su creciente influencia económica y su desarrollo de recursos disruptivos como la inteligencia artificial (Terrero, 2025).

«China y Rusia no son potencias aliadas sino alineadas. Ambos reconocen ‘amplios intereses comunes complementarios’»

En el fondo, lo que ni a China ni a Rusia les gusta es que haya un conjunto de reglas internacionales que no les dejan llevar a cabo sus maniobras geopolíticas a su gusto, incluso si eso supone invasiones arbitrarias o robos de propiedad intelectual, por ejemplo. Por esto mismo, tratan de convencer a Estados con un parecer similar y aprovechar la debilidad de Occidente para crear un nuevo orden mundial donde cada potencia pueda crear una esfera de influencia propia en la que no se pueda intervenir si es ajena a su control. Eso es lo que les une, hasta que algunos de sus intereses se solapen, pudiendo crear tensiones significativas. 

En verdad, ya existe cierto nivel de desconfianza. China tiene una mayor capacidad de influencia global frente a las sanciones que limitan los movimientos de Rusia, lo cual hace que Moscú trate de frenar un mayor auge chino con maniobras como la inclusión de la India en la OCS para restarle presencia. Sin embargo, para el Kremlin es complicado no estar a la sombra de Pekín, ya que se han vuelto en gran medida dependientes de sus relaciones comerciales. Es más, dicha dependencia no solo es en materia energética, sino que también China ha rellenado el vacío dejado por Europa en sectores como la alta tecnología, maquinaria industrial, productos químicos y vehículos a motor (García-Galán, 2023, p. 10)

Con relación a China, en la Ciudad Prohibida se sabe que tener a Rusia entre sus principales socios internacionales puede suponer un obstáculo para su expansión económica global. El gobierno chino trata de no sacar tanto a relucir sus acuerdos y proyectos con Moscú, ya que todavía se encuentra en medio de una tensa negociación arancelaria con EE. UU. e intentando asegurar una imagen más confiable en el mercado europeo (elEconomista.es, 2025). Además, Pekín aún mantiene una postura de supuesta neutralidad y no injerencia en la guerra de Ucrania ya que, aparte de mantener relaciones con Europa, ha tratado de evitar sanciones por respaldar a Rusia. De hecho, el potencial de Estado mediador que tenía China ha sido gravemente afectado por su apoyo encubierto al Kremlin (Redacción Escenario Mundial, 2025). 

Entre Rusia y China hay un alineamiento estratégico en su búsqueda de apartar a EEUU del liderazgo mundial y crear un nuevo orden que les beneficie en mayor medida. Es cierto que sucesos como los que se han visto desde el comienzo de la guerra en Ucrania, y muy especialmente los ocurridos en septiembre de 2025, denotan la intención de ambos Estados de tratar de mantener y consolidar sus relaciones y áreas comunes de cooperación. Pese a esto, una alianza entre ambas potencias aún sigue en el horizonte. En Moscú temen convertirse en un cliente más de los chinos. Y en Pekín existe una preocupación por estar «atados a un muerto» al tener amistad con un Estado gravemente sancionado por la comunidad internacional, mientras tratan de ofrecer una imagen más limpia y conciliadora al resto del mundo.   

 

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