The Objective
¿Y esto quien lo paga?

Radiografía del aumento de los impuestos

«El margen para bajar impuestos o aumentar el gasto es mucho más escaso de lo que parece por muy optimistas que queramos ser»

Radiografía del aumento de los impuestos

Billetes de euro. | Pixabay

La recaudación fiscal va bien. Eso quiere decir que los españoles pagamos muchos impuestos. Eso también significa que puede haber margen, bien para bajar los impuestos, bien para reducir el déficit, o para gastar más. Pero, para eso hay que echar un vistazo a cómo se está gastando el dinero, y en qué. Pero, esa cuestión la dejamos para un próximo artículo. Aquí, si quieren un adelanto, hay una cuestión clave, el coste del envejecimiento: cada vez nos gastamos más en pensiones, sanidad y dependencia, y aún nos gastaremos más en el futuro. 

Para poder afrontar ese desafío, y de paso abordar otras políticas públicas, como educación o vivienda, conviene echar un vistazo a cómo va la recaudación de impuestos. En principio, según el último informe de recaudación de la Agencia Tributaria, el que corresponde a los diez primeros meses del año, la recaudación va como un tiro, está subiendo al 9.3% respecto al mismo mes del pasado 2024, que fue, a su vez, récord de recaudación fiscal. Cuando uno ve esto, la primera pregunta que le surge es si esto es sostenible. Para verlo, conviene ver de dónde viene el aumento de recaudación.

En los diez primeros meses de este año, la Agencia Tributaria ha recaudado 23.000 millones de euros más que en el mismo periodo del año pasado. Un parte de este aumento ha venido de algo tan simple como subir los impuestos. Según los datos de la Agencia Tributaria, las «medidas normativas» en el impuesto de sociedades supusieron una mayor recaudación de 4.674 millones de euros, las de IVA (subir el IVA de muchos productos de alimentación y de la electricidad), 2.221 millones, las de impuestos especiales (tabaco, cigarrillos electrónicos) 759, y en otros impuestos, energía y el nuevo impuesto bancario, se obtuvieron otros 2.230 millones de euros.

En total, estamos hablando de 9.884 millones de euros en diez meses. Es cierto que no todo este aumento ha supuesto un aumento neto de recaudación porque ha habido devoluciones extraordinarias a los antiguos mutualistas en el IRPF, y a las grandes empresas, derivadas de la Sentencia del Tribunal Constitución que declaró inconstitucional el Real Decreto Ley 3/2016, y de otras cuestiones por casi 3.000 millones de euros.

Pero, esto quiere decir que cerca de 10.000 millones de euros, los que se derivan de subir directamente los impuestos, no volverán a aumentar el año que viene. Eso sí, todos los años sin excepción hay menores ingresos por devoluciones extraordinarias, aunque algunos por un importe menor. Esto quiere decir, que este aumento del 9,3% se quedaría en un 5 o 6% sin subidas de impuestos. Y probablemente se quede, aunque sólo sea porque estos casi 10.000 millones de euros son el resultado de medidas aprobadas a finales de 2024 (el paquete fiscal). Y, en este 2025 el Congreso, básicamente, por parálisis política, no está aprobando medidas fiscales, para bien o para mal.

Usted se preguntará si no me he olvidado del IRPF, que es el principal impuesto y supone casi la mitad de la recaudación de la Agencia Tributaria. Aquí, más allá de la medida, ya habitual, de que el aumento del SMI no suponga para estos trabajadores el pago del IRPF, para todos los demás, sobre el papel el impuesto no ha cambiado. Sin embargo, sigue sin adaptarse el IRPF a la inflación. Esto, que se conoce en jerga como progresividad en frío, no es más que una subida de impuestos, que es mayor cuanto más elevada sea la inflación. La razón es que cualquier contribuyente del IRPF que ve subir su renta nominal, como el salario o la pensión, puede que no aumente su poder adquisitivo o capacidad económica. Incluso si aumenta, lo hace de forma mucho más atenuada por la inflación. Sin embargo, todo este aumento paga IRPF, y, por lo tanto, como el impuesto es progresivo, se paga un tipo efectivo medio superior con la misma (o incluso menor) capacidad de pago. Esta subida acumulada entre 2018 y 2024 suponía, ya el pasado año, unos 13.766 millones de euros adicionales de recaudación, como explicamos en THE OBJECTIVE hace unos meses.

Esto ha continuado en 2025, donde tampoco se ha ajustado el IRPF a la inflación. Ello ha supuesto un aumento del tipo efectivo del 4,6% sobre la renta bruta de los hogares (dato provisional de la AEAT). Esto supondría pasar del 14,6% de tipo medio efectivo al 15,2% en este 2025. Si aproximadamente cuatro de estas seis décimas se deben no a que los contribuyentes ganen realmente más, sino sólo al efecto de la inflación (lo que es una suposición generosa porque la renta per cápita real en España está estancada), estaríamos hablando de un aumento de impuestos de unos 3.000 millones de euros, ya que la base imponible acumulada del IRPF en estos diez meses ha sido de 721.000 millones de euros. Eso sí, este aumento de impuestos se repetirá en 2026 porque no pasa por el Parlamento.

Como vemos, la mitad del aumento de la recaudación es simplemente aumento de impuestos. Además, tenemos el efecto de la inflación. La Agencia Tributaria recauda más en todos los impuestos de base monetaria (que son todos, salvo los impuestos especiales de alcoholes e hidrocarburos). Esto no es una subida de impuestos en términos reales como la progresividad en frío, pero explica la subida de un 3% aproximadamente en términos nominales, o algo menos (por estos impuestos de base no monetaria), alrededor de 7.000 millones de euros. Esto parece bastante sostenible porque no parece nada probable que volvamos a los años de inflación cercana a cero. Si somos optimistas, la inflación debería converger hacia el objetivo del BCE del 2%, lo que tendría un cierto coste recaudatorio, tanto en la recaudación directa por inflación, como también en la progresividad en frío del IRPF.

Lo que queda, que ya no es tanto, alrededor de otros 6.000 o 7.000 millones de euros, es lo que se derivaría del crecimiento económico real. Este crecimiento se deriva fundamentalmente del aumento de la población empleada. Y este aumento se debe exclusivamente a la inmigración. No hay aumento de la productividad por empleado, que permitiría aumentar tanto el nivel de vida como la recaudación (fundamentalmente por IRPF y cotizaciones sociales). Lo que está ocurriendo es que aumenta la productividad por hora trabajada, compensada con menos horas de trabajo por empleado.

Este modelo se está sosteniendo con la entrada masiva de inmigrantes, entre 500.000 y 600.000 al año en los últimos años, muchos de ellos en edad de trabajar. Sin entrar en otras consideraciones, porque esto tiene enormes efectos positivos y negativos, probablemente esto se irá frenando en los próximos años. La razón es tan simple como el precio de la vivienda, que no para de subir. Si no se construyen viviendas nuevas suficientes en las zonas donde hay demanda, el precio de las viviendas sube. Como buena parte de los inmigrantes ocupan los puestos de trabajo peor pagados, la dificultad de acceso a la vivienda acabará siendo un obstáculo insuperable. Y esto se agrava por los problemas específicos del alquiler, derivados en buena medida de la falta de seguridad jurídica, y también del aumento de la demanda turística.

No me parece probable que la recaudación fiscal siga creciendo a este ritmo cercano a los dos dígitos, que tiene algo de espejismo. Por eso, el margen para bajar impuestos o aumentar el gasto es mucho más escaso de lo que parece por muy optimistas que queramos ser. Y eso habría que tenerlo en cuenta en muchas cuestiones que tenemos por delante en las que se comprometen recursos futuros, como el gasto en defensa, los aumentos de las pensiones, el cupo catalán… En el próximo artículo hablaremos, de la otra cara de la moneda: en qué se está gastando este aumento de los impuestos que estamos pagando.

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