The Objective
Crónicas del caos

La derecha arrasará a Sánchez en Extremadura

«El reto extremeño es el primer bastión para expulsar al ‘otro’ rufián del poder»

La derecha arrasará a Sánchez en Extremadura

La presidenta de Extremadura, María Guardiola.

Por primera vez desde el 8 de mayo de 1983, la derecha española se dispone a ganar estrepitosamente a la izquierda en Extremadura. Por primera vez, además, el Partido Popular de la heroica María Guardiola (¡hay que ver lo que se ha dicho de ella desde los panfletos de la siniestra!) logrará el próximo día 21 más votos que todo el PSOE y los leninistas de vario pelaje juntos. Esto, al menos, es lo que pronostican las encuestas, incluso las barrenderas del CIS y las de los asociados que ahora braman porque el PP no les da calentura para llenar sus arcas.

Son unas elecciones ciertamente extravagantes, tanto que en la versión digital del primer periódico de la región no hay muchas noticias de que los comicios vayan a celebrarse. Prefieren abrir su portada los colegas con la amenaza de la peste porcina o el desalojo en Cáceres de la Aldea Moret, cuyos habitantes, al parecer, no tienen fecha para regresar a sus casas. Seguro que el diario se ha agotado en las dos provincias.

Mientras, el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, se dispone a abrir hoy su campaña electoral en Almendralejo y el socio de intereses del PSOE, Abascal, recorre, al estilo de Sánchez, la extensa región aposentado en una furgoneta; es de esperar que, por lo amplio del territorio, el vehículo de los «voxeadores» sea más confortable que el «Peugeot» que pagó el suegro de Sánchez, Sabiniano Gómez. Así hay que deseárselo al tafanario del antiguo militante del PP. Hablo de Abascal, por si él no recuerda el dato.

El aguerrido gudari aún era un bebé cuando, en 1983, su padre se jugaba reiteradamente la vida denigrando a los asesinos de ETA, cuando esta banda —ahora aliada preferente de Sánchez— terminaba con la vida de 55 extremeños y cuando los que quedaban vivos viajaban regularmente al País Vasco para engrosar las listas de Alianza Popular porque, en los pueblos del Goierri, por ejemplo, la derecha autóctona no encontraba quién la representara. El padre de Abascal fue uno de ellos.

Ahora los extremeños ya no tienen por qué emigrar ni a Cataluña ni a las provincias vascongadas para encontrar acomodo, porque ya ni la realidad ni la imagen de su región tienen nada que ver con el fondo de miseria que era la característica común de aquellas tierras. Tanto ha cambiado el mapa que ahora la candidata popular, María Guardiola, está vendiendo su propia gestión como mejor atributo: nada de hacerse la pobre ni de irritarse con otras regiones engrasadas por el psicópata de la Moncloa. El dato es que los aliados antiguos de ocasión del PP, los «voxeros» de Abascal, difícilmente pueden apuntarse estos logros porque, un día, sin previo aviso y sin consultar a sus dirigentes in situ, volaron la coalición y se marcharon del Gobierno a lomos de su único consejero; un tipo que ahora siente erisipela cada vez que habla de aquel momento y de sus protagonistas.

El diagnóstico es que ni el Partido Popular quiere gobernar con Vox ni este con el PP. Así que, en paz, entre otras cosas, porque Guardiola pregona que, llegado el momento, quiere mandar en solitario. Veremos si lo consigue, porque en la anterior ocasión apostó por lo mismo y luego los números electorales le hicieron cambiar de rumbo. La mayoría absoluta radica en los 32 escaños, de los que está lejos Guardiola, que puede quedarse —y es mucho— en 29, un resultado que sería grandioso en un instante en que Vox se está presentando como la gran alternativa de la derecha española. Todo sin mover un dedo, todo sin saberse exactamente qué piensan sobre no se sabe qué.

Peor aún está el PSOE, que tiene la desfachatez de presentar a un sujeto que destila corrupción, que ha sido durante todos estos años el sostén del «hermanísimo», David Sánchez, y que actuó como un filibustero, liquidando a cinco parlamentarios suyos para robarles el escaño y la cartera.

Para los muy exquisitos que crean cortos e insuficientes los resultados que los sondeos adelantan para Guardiola, un solo recuerdo imprescindible: Monago, anterior candidato del centroderecha en Extremadura, logró en su momento un 46 % de los votos y no consiguió la mayoría absoluta. Se quedó a un escaño, y todo eso sin la molesta compañía de los radicales de Abascal soplándole en el cuello.

En definitiva, el reto extremeño es el primer bastión para expulsar al «otro» rufián, el más grande de los dos, del poder. Claro es que, aun perdiendo no solo en Extremadura, sino en marzo en Castilla y León y en mayo en Andalucía, Sánchez se exhibirá como habilitado para seguir siendo presidente de la «Cosa» monclovita. Ya se ha humillado ante los chantajistas de Puigdemont, encenagándolos con compromisos que nunca cumplirá.

Curiosamente, los extorsionadores del Principado resultan dispuestos a caer en el cebo sanchista y es que ¿dónde van a estar mejor? Sus homónimos vascos, que son directamente unos desvergonzados, lo han dicho muy claro por boca de su «aitá» maketo Aitor Esteban Bravo: «Vamos a conseguir todo lo que nos queda y luego ya veremos». «¿Corrupción? ¿UCO? ¿Qué es eso de la UCO?», que diría Jordi Pujol.

Es de suponer que los extinguidos socialistas extremeños sienten las últimas cesiones a Cataluña y al País Vasco como dos puñaladas en sus ánimos electorales porque, vamos a ver: ¿te puedes presentar en una campaña reconociendo que nada para nosotros, todo para ellos? Pues en eso está Sánchez, a quien Extremadura le cae mucho más lejos que la República Dominicana, donde tiene asentados —lo verán— sus negocios, como los hizo Zapatero cuando habitaba en La Moncloa.

Sánchez perderá en Extremadura como Maduro en Venezuela, pero, al fin y al cabo, ¿qué le importa a él? No tiene la amenaza de un Trump que le pueda mandar acorazados al Guadiana. Los de aquí, los «voxeros», se contentan con hacer mofas de Feijóo y con reventarle las manifestaciones de domingo. Son, como asegura una «vieja guardia» del PSOE, un chollo.

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