Los cerdos copan la política española
«El cerdo bípedo era muy conocido entre el funcionariado femenino»

Imagen de archivo de una explotación de ganado porcino en China. | Reuters
Cerdos hay de dos clases; bípedos y de cuatro patas, cuadrúpedos, no nos pongamos zoológicamente en más honduras. La preocupación sobre estos últimos crece sin parar. Tanto que, en Cataluña, residencia —que se sepa— del virus porcino, el escándalo ya ha sustituido al aparente rifirrafe entre Junts y Pedro Sánchez. Se han peleado, eso sí, en el Parlament el «molt honorable» Illa y un diputado de Puigdemont que cree haber encontrado en los cerdos catalanes una brecha para atacar a los socialistas de medio pelo del Principado. Illa —hay que recordarlo— comandó durante toda la larga tragedia de la covid la dirección política del caso; fracasó rotundamente de la mano de aquel pobre, presunto científico, Fernando Simón, que de, afirmar, que el caso «afectaría a lo más a cuatro o cinco pacientes», terminó reconociendo, textualmente, que «no podía cuantificar exactamente en número de fallecidos que había causado el virus». Illa se atuvo siempre a la doctrina oficial: la pandemia venía de China, pero «no sabemos exactamente de dónde». O sea, la historia se repite.
Todo lo dicho hasta ahora cuadra exactamente con el panorama tóxico que tenemos por delante y que esta semana —lo verán— se agrandará a medida que sigan apareciendo más jabalíes (que no jabalís, compas de la tele sanchista) muertos. Primero, la causa de la presente desgracia era la de un bocadillo, probablemente de chorizo, que un camionero había tirado en una zarza al borde de una carretera; ahora, el responsable de Sanidad de la Generalitat ha abandonado la chusca explicación, y ya admite que, quizá, el bicho se puede haber escapado de un laboratorio. Es decir, la Wuhan china en el Principado. Dice el Comité de Expertos (otros inútiles metidos en la causa) que en estos días se conocerán más datos, pero, mientras tanto, los partidos han entrado en combustión y se están peleando como arrabaleros o como jabalíes heridos. El cerdo catalán —ese es el miedo— puede que ya haya traspasado fronteras y se deje ver por Aragón o por Valencia, lo que aumentaría exponencialmente las dimensiones del drama. No digamos si se atreve a viajar por Europa donde ya han tomado precauciones.
Este es el gran asunto de la semana que compite en importancia con el «caso del cerdo bípedo», o sea, con Salazar, el orondo y grasiento ayudante de Pedro Sánchez que perseguía muchachas por La Moncloa enseñando su bragueta al tiempo que su jefe, Sánchez, le tenía poco menos que por el Oráculo de Delfos del PSOE. Curiosamente, la responsable interna del partido que está investigando —dice— el asqueroso caso, es Pilar Bernabé, la delegada del Gobierno en Valencia, el pivote de la horrenda campaña que ha dejado a Mazón fuera de la Generalidad regional. Esta auxiliar planetaria, como siempre hace el PSOE, ha intentado disimular la guarrería de Salazar con una comisión que, hasta el momento, no ha hecho otra cosa que ocultar la verdad; a saber, que se trata de uno de los costaleros principales de Sánchez que, durante años, ha sembrado el terror, por sus métodos repulsivos y sus estercoleras formas, entre la población femenina de la Presidencia del Gobierno. El cerdo bípedo era muy conocido entre el funcionariado femenino que; sin embargo, y dado que en la Moncloa reina el miedo, no ha sido capaz de denunciar el acoso y derribo que practicaba el guarro. Porque claro, el hipócrita no sabía nada. Es, en lenguaje de germanías, un jeta.
Sea como sea la operación de encubrimiento que está ejerciendo el Gobierno, este miércoles el cerdo socialista sin paliativos, será el motivo principal de debate en las Cortes en una sesión parlamentaria de control al Gobierno en la que la mitad de éste se hallará fuera del Parlamento, curiosa y sostenida forma de acreditar cómo respeta el PSOE al máximo órgano de representación nacional. Sí estará de cuerpo ausente —porque parece que nada de lo que sucede en este país tiene que ver con él— Pedro Sánchez a su paso por Madrid. Todo, tras pegarse dos sofocos en la campaña de Extremadura donde se están visualizando dos constancias; una, que no puede salir de la cobertura extrema que le ha preparado su policía de guardia, Marlaska; otra, que la encuestas no le dan de comer, por más que Tezanos en el CIS, ayudado por su partner, Iván Redondo, intente manipular la realidad electoral. Lo suyo no se lo cree nadie.
Sánchez, desde luego, no es el protagonista en Extremadura, a no ser que en estas fechas decida presentarse en algún minuto del brazo de su hermano David, el músico okupa al que, a lo mejor, le siguen teniendo escondido en los jardines de la Moncloa tocando la lira. Abascal es el que pretende llevarse la primogenitura de la discusión. Está retratándose a posta como el político más antipático, más desagradable, más antisistema que hayan visto nunca los siglos en España. No tiene palabras críticas para el Gobierno porque este, según reconocen en Vox los pocos que se atreven a hablar, «no es nuestro enemigo». El enemigo es el PP y básicamente su candidata Guardiola a la que ataca queriendo acreditar que, si pudiera, Feijóo ya se la hubiera quitado de encima. De cualquier forma, Abascal advierte que en el momento de negociar, Vox exigirá que el presidente del PP aparte de su vista a la señora Guardiola. Así de fino es nuestro Superman. Aquí, en Extremadura, tierra de grandes y sabrosos cerdos, alguno se comporta como tal, pero sus morros no llegan a río alguno, aunque a lo mejor hay que enseñarle a Abascal —no parece que lo sepa— que el gran río de la región se llama Guadiana, en cuyas veras pacen bastantes guarros.
Por lo demás, un personaje chupaito, más sectario que Bolaños, ha retirado a España del insoportable Festival de Eurovisión. Israel es la causa: «Nosotros —asegura el ignorante— nunca estaremos al lado de un Gobierno que sigue asesinando en Gaza». ¡Tonto! En los Camponatos unversales de Atletismo en los que participan nuestro atletas, sus rivales también son los deportistas judíos y, por lo que respecta al baloncesto, ya los equipo españoles de la Euroliga, Real Madrid, Barcelona, Valencia o Basconia, han admitido desplazarse a Tel Aviv para competir, por ejemplo, con el líder, Hapoel. ¿A quién quiere engañar este sujeto leptosomático de apellido Díez? Quizá lo suyo sea uno de los regalos que el Gobierno de España va a entregar este miércoles al presidente del supuesto Estado Palestino, Mahmund Abas, que viene a Madrid a recibir los lametones de Sánchez y compañía.
Y no se olvide el dato: este presidente en liquidación se va a enfrentar en los próximos meses a una serie de huelgas de proporciones descomunales: las guerras médicas a las que se van a sumar los profesionales de este país maltratados por la activista ministra de Sanidad que pretende convertir a los médicos en camilleros hospitalarios y a los hospitales de Madrid en zulos afganos. Poco menos. No es de extrañar que, ante este panorama, otro Guardiola, Pep, este, catalán separatista, desee que sea Inglaterra quien venza en el próximo Campeonato Mundial de Fútbol. A la Pérfida Albion donde habita el «noi», el cerdo catalán todavía no ha llegado. Al cuadrúpedo me refiero.
