Sánchez prepara un gran mangazo
«¿Qué no se le ocurrirá para impedir que las odiadas derechas ganen el poder?»

Pedro Sánchez en un mitin de los socialistas en Cáceres. | Europa Press
Me voy a salir —permítanme— apenas unos párrafos de la actualidad estricta de estos días, a la que sin duda volveré. Verán: todo el fin de semana llevo reflexionando sobre un adelanto que ha hecho en Objetivo directo Antonio Caño, el que fue director (ejecutado) de El País. Nos vino a avisar a Álvaro Nieto y a mí mismo: «Este hombre (Sánchez) no se marchará por las buenas tras perder unas elecciones; no, antes organizará una buena». Y es esta «buena» la que me tiene ocupado porque, apenas despedirnos los tres, en el informativo más cercano de televisión, apareció la consejera de algo, no recuerdo qué, de Castilla-La Mancha, denunciando que en las primarias en que Pedro Sánchez alzó con la primogenitura del PSOE, los costaleros del citado, probablemente con Santos Cerdán de alguacilillo, pudieron realizar todas las trampas posibles, desde muertos que resucitan y votan, hasta tipos que nunca han pagado una sola cuota del partido y que de pronto figuran entre los compromisarios con derecho a urna. En resumen: Sánchez, golfo, convertido, y ya denunciado, como un émulo del Romero Robledo más tramposo.
Y, claro, pienso: si para inaugurar sus magistraturas fue capaz, según la denunciante, de organizar aquel sarao de germanías, ¿qué no se le ocurrirá para impedir que las odiadas derechas ganen el poder? Pero ¿es que ya se nos ha olvidado que ha colonizado Indra y que tiene en Correos a un murciano oscuro, Saura de apellido, al que le horroriza la sola posibilidad de regresar a la huerta con el cesto vacío? La hipótesis está abierta; es más, algunos —no muchos todavía— electorólogos lucubran sobre ella al constatar como el sinvergüenza de Tezanos manipula sus sondeos para intentar que el gentío crea que no es posible ganar por las buenas al psicópata de La Moncloa. Sé perfectamente que una buena parte de la derecha almibarada de España reaccionará más o menos de esta guisa al leer las apreciaciones anteriores: «Eso —dirán— es imposible, no será capaz de eso». Pues bien: a esa respuesta, este transcriptor contesta: «¡Tontos!, el personaje no está pensando en otra cosa que en eternizarse en la Presidencia al precio que sea. Si hay que hacer un Maduro, se hace y que salga el sol por Maiquetía».
Pues bien: este no es el solo mangazo que puede perpetrar nuestro Ceaucescu de pacotilla. Hay también otro igualmente posible. A ver: ¿quién nos dice que para tapar sus escándalos, para disimular tantísima corrupción, para retirar del cuerpo de las mujeres las manos de sus rijosos, no acude a la tremenda y propone dos iniciativas diferentes, o las dos a la vez? Una, un referéndum para complacer a los secesionistas vascos y catalanes en su afán por largarse de España. Otra, promover una consulta sobre el futuro de la Monarquía en base —su doctrina preferida— de que la Corona es una excrecencia del franquismo. Ambas están en el programa de máximos de este sanchismo «patricida» que no repara en barras para lograr dos cosas: la primera convertir el Régimen del 78 en otro, República Confederal, rigurosamente contrario al arbitrado por nuestros padres fundadores. La segunda, prescindir de este Felipe VI resistente al que diariamente provocan con desdenes para que se salga de la Constitución y así terminar con él. Hora es, de verdad, de que conozcamos el programa de actos del sátrapa de La Moncloa. Por una vez en la historia que Dios nos coja confesados y en situación militar de «prevengan».
He creído imprescindible avisar de las trapisondas de Sánchez antes de someterme a la actualidad viva de esta semana que empieza y termina con la celebración -espero que limpias- de las elecciones en Extremadura, con la convocatoria de las de Aragón, y con un hipotético cambio de Gobierno que Sánchez podría realizar para sustituir a la inefable portavoz Alegría que se va con viento del Moncayo a Aragón a pegarse el 5 de febrero un mamporro de los que hacen historia. Fíjense los datos de la última encuesta: PP, 31-32 escaños; PSOE, 17-18; y Vox, 9-10. Los demás, la Chunta y las izquierdas, no pasan de dos. La mayoría absoluta se alarga en los 33 diputados. Sondeo fiable que desmentirá con certeza el indeseable mercachifle Tezanos y que puede convertirse en realidad electoral el cercano 5 de febrero. Eso, contando con que los trileros de Sánchez no metan sus sucias manos en las urnas y realicen un ensayo general con todo para las elecciones generales.
Aquí y ahora, por lo demás, la quiniela nacional se fabrica sobre la del próximo sujeto/a que entrará en la cárcel porque España —recordando al general Leopoldo O’Donnell (1809-1867)— es ahora mismo «un presidio abierto», o sea, un país de 2025, finales, en el que, como advirtió aquel bizarro militar: «No hay forma de que España se entere de lo que se le viene encima». La semana pasada, la imagen de los aguerridos «UCOs» entrando en los principales ministerios y empresas nacionales, recorrió el mundo, muy alejado, en general, de la fotografía de colorín que Sánchez ha comprado en una revistilla italiana a la que ha regado con nuestro parné. El caos español es de tal magnitud que está disfrazando problemas internos de gran enjundia como el de los médicos que seguirán de huelga esta semana para ensayar lo ahora imposible: que la sectaria ministra de Sanidad se baje de su soberbia y acepte un Estatuto en el que diferencie a los médicos de otros profesionales, igualmente dignos, pero alejados de la inmensa responsabilidad de los especialistas, desde los de Atención Primaria, a la de los más sofisticados cirujanos. La verdad es que no tengo la impresión de que el PP se esté enterando del todo de la trascendencia de la protesta médica. No hablo ya de Vox, instalado solo en el Diluvio Universal, que tampoco esta semana parece que vaya a acontecer.
