The Objective
Hastío y estío

Un Podemos moribundo profana a Suárez

«Belarra y los suyos no buscan justicia para la denunciante, buscan réditos políticos»

Un Podemos moribundo profana a Suárez

Ione Belarra. - Archivo

En estos días de finales de diciembre, cuando el frío cala los huesos y la política española se toma su inmerecido descanso, ha surgido de la nada una denuncia que pretende manchar el legado de uno de los hombres más decisivos en nuestra historia reciente, Adolfo Suárez. Una mujer de 60 años ha presentado ante la Policía una acusación por presuntas agresiones sexuales continuadas que habrían ocurrido entre 1982 y 1985, cuando ella tenía 17 años y Suárez, ya expresidente, rondaba los 50. Los hechos, prescritos hace décadas y con el principal implicado muerto desde 2014, no llegarán nunca a juicio. Suárez no puede defenderse, no puede mirar a los ojos a su acusadora ni contradecir su relato.

Podemos, ese partido que se erige en guardián moral de la nación, ha saltado raudo a la yugular. Su secretaria general, Ione Belarra, no ha perdido ni un segundo en exigir la retirada de todos los reconocimientos institucionales a Suárez. Empezando, cómo no, por borrar su nombre del aeropuerto de Madrid-Barajas, ese que utilizan millones de españoles a diario y que honra a uno de los artífices de la Transición. También quiere fuera los bustos, cuadros, placas, todo fuera. «Cuántos padres de la democracia eran en realidad agresores sexuales», ha soltado Belarra con esa retórica apocalíptica que tanto le gusta, como si una denuncia sin contrastar bastara para reescribir la historia.

Una simple denuncia policial, sin pruebas, sin testigos contemporáneos citados, sin nada más que un relato tardío, y ya están listos para demoler la memoria de una persona. Pero no nos engañemos, esto no es feminismo, sino oportunismo político envuelto en bandera morada. ¿Por qué sale esto ahora? ¿Por qué justo en el momento de ebullición de los casos de abusos sexuales en el PSOE? Sacar a relucir una acusación contra un muerto ilustre, que no puede replicar, es demasiado simple hasta para esta gente. Es fácil atacar a quien no puede defenderse, además de cobarde.

Adolfo Suárez fue el hombre que, con coraje y astucia, pilotó la España del posfranquismo hacia la democracia. Legalizó el PCE, disolvió las Cortes franquistas, impulsó la Constitución de 1978 y dimitió con dignidad cuando vio que su proyecto se agotaba. Fue conciliador en tiempos de pistolas y bombas, un puente entre izquierdas y derechas. Su figura no es perfecta, ninguna lo es, pero su contribución a la democracia que hoy disfrutamos es innegable. Acusarlo ahora de tales atrocidades, sin posibilidad de defensa, es una profanación a su descanso eterno.

Y aquí viene lo más hiriente, la doble vara de medir de Podemos. ¡Qué exigentes son con un muerto! ¡Qué implacables con Suárez, que ni siquiera puede abrir la boca desde su sepulcro! Pero miren hacia el PSOE. Allí sí que hay casos frescos, vivos, con acusados que respiran y pueden ser juzgados. Recordemos los escándalos que han salpicado a dirigentes socialistas en las últimas semanas: denuncias de abusos, tocamientos, comportamientos impropios que han terminado en dimisiones tibias o en silencios cómplices. ¿Qué hace Podemos? Critica con la boca pequeña. Un tuit por aquí, una declaración por allá, pero mantiene el apoyo inquebrantable para que Sánchez siga en la Moncloa. «Hay que investigar», dicen, pero no rompen su coalición, no exigen cabezas rodando con la misma furia que ahora lo exigen contra un muerto con nombre de aeropuerto.

Es hipocresía pura. Cuando el presunto agresor está en su bando o en el de sus aliados, la indignación es medida, controlada, casi protocolaria. Pero cuando se trata de un símbolo de la derecha moderada, de la Transición que tanto odian los podemitas porque no fue su revolución bolchevique soñada, entonces sí, a degüello. Belarra y los suyos no buscan justicia para la denunciante, que, si su relato es cierto, merece todo el apoyo, buscan réditos políticos. Quieren borrar a Suárez porque representa un pacto que detestan: el de la reconciliación nacional, el del consenso que evitó una guerra civil segunda parte.

Defiendo la presunción de inocencia para Adolfo Suárez no porque fuera un santo —nadie lo es—, sino porque una acusación tan grave, llegada tan tarde, con ninguna prueba concluyente y explotada tan interesadamente, no puede borrar su labor fundamental para la democracia española. Belarra y Podemos quedan como las campeonas del cinismo: tan duros con los muertos, y tan blandos con Paco Salazar y otros hombres del partido socialista, vivos y coleando solo a la fuerza. 

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