Mensaje de Navidad a los lectores
«Hoy quiero desearles lo más importante: que pasen una Nochebuena cálida, en paz, rodeados de quienes quieren»

Representación del Niño Jesús, la Virgen María y San José en el belén viviente de Buitrago de Lozoya. | Rafael Bastante (EP)
Queridos lectores, llego a esta Nochebuena con la sensación de quien, tras un año intenso, se sienta junto al fuego y se permite mirar hacia atrás sin prisa. Y al hacerlo, el primer pensamiento que me viene es de gratitud profunda hacia ustedes. Hacia quienes cada día abren THE OBJECTIVE y dedican unos minutos a leer lo que escribo. Que discrepan, asienten, se enfadan o sonríen al hacerlo. Porque sin ustedes, este espacio no sería más que un monólogo en el vacío.
Este ha sido un año convulso, como casi todos los últimos. Hemos visto como se tambalea el Gobierno, estallar escándalos de todo tipo donde los protagonistas pertenecen a negociados muy distintos y, en medio de todo, a la ciudadanía intentando mantener la cordura y el humor. Un servidor, desde esta tribuna, intenta acompañarles en ese esfuerzo. A veces con ironía, a menudo con indignación, siempre procurando no perder el respeto por los hechos ni por la lengua española. Sé que no siempre lo he conseguido del todo. Sé también que algunos artículos han dolido, que otros han parecido insuficientes, que unos cuantos han sido recibidos con entusiasmo y otros con silencio o con críticas duras. Y lo acepto todo con la misma gratitud, porque cada comentario, cada mensaje, cada «no estoy de acuerdo» o «por fin alguien lo dice» me recuerda que lo realizado tiene sentido.
Gracias a quienes me escriben textos extensos y razonados, incluso cuando me regañan. Gracias a quienes comparten los artículos en redes con un «leed esto» o con un «mirad qué disparate». Gracias a los que, desde la discrepancia ideológica más absoluta, siguen leyendo porque, como me dijo una vez una lectora de esta izquierda posmoderna, «aunque no coincida contigo, me obligas a replantearme las cosas». No hay mayor elogio para un columnista.
Gracias también a los más críticos, a los que no se cortan y me llaman de todo menos bonito en los comentarios. Sé que a veces duele leer ciertas cosas, pero también sé que la crítica sincera es el mejor antídoto contra la complacencia. Me ha ayudado a afinar, a matizar, a ser más justo. Y, sobre todo, me ha recordado que este oficio no es para complacer, sino para intentar sacar algo de luz entre las tinieblas, aunque esta pueda deslumbrar.
Este año he escrito de muchas cosas. De la corrupción que no cesa, de la resistencia que se convierte en inmovilismo, de la política que se aleja de la gente real, de la España que funciona a pesar de todo y de la que se empeña en tropezar con la misma piedra. Hemos reído con las torpezas ajenas y hemos lamentado las propias. Hemos visto caer ídolos de cartón y hemos descubierto que algunos héroes discretos aguantan en silencio. Y en todo momento, ustedes han estado ahí, leyendo, opinando, corrigiendo.
Por eso, hoy quiero dejar la actualidad a un lado, y limitarme a desearles lo más sencillo y lo más importante: que pasen una Nochebuena cálida, en paz, rodeados de quienes quieren y les quieren. Que la mesa esté llena, no necesariamente de manjares caros, sino de conversación tranquila, de risas sin prisa, de silencios cómodos. Que los niños, si los hay, se ilusionen, que los mayores recuerden con ternura, que los ausentes se sientan presentes en un brindis.
Sé que para muchos esta Navidad llega con preocupaciones. Con facturas que aprietan, con familiares enfermos, con ausencias que duelen más en estas fechas. A ellos especialmente quiero enviar un abrazo. La vida no se detiene por ser Navidad, pero sí nos concede un paréntesis para respirar, para abrazar más fuerte, para decir lo que a veces callamos el resto del año.
A todos, sin excepción, les deseo que encuentren un momento de verdadera paz. Esa paz que no consiste en la ausencia de problemas, sino en la certeza de que, pase lo que pase, hay gente que nos quiere y a la que queremos. Esa paz que permite mirar al futuro con algo menos de miedo y algo más de esperanza.
Un servidor seguirá intentando contar lo que ve con la mayor honestidad posible. Con mis aciertos y mis errores, con mi ironía y mi indignación, con mi amor por este país que tanto nos cuesta querer bien. Y seguiré agradeciendo que ustedes estén al otro lado, leyendo, pensando, respondiendo.
Gracias por su fidelidad. Gracias por su tiempo, que es lo más valioso que tenemos. Gracias por hacer que este oficio, con las dificultades de cualquier otro, siga valiendo la pena. Feliz Nochebuena y Feliz Navidad.
