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Continente Incontenida

«Todavía no se ha secado la tinta en que se imprimieron las noticias que afectaban a Salazar y a la portavoz»

Continente Incontenida

Pilar Alegría este fin de semana en Aragón. | EFE

Se llama Pilar Alegría Continente, aunque en el ejercicio de sus cargos no parece nada contenida. Es ministra de Educación sin que se conozca la razón de que Pedro Sánchez la eligiera para función tan delicada, ni puede comprenderse fácilmente qué vio en ella para nombrarla portavoz de su Gobierno, salvo que sintiera la irresistible afinidad que a veces nos atrae a los humanos hacia un alma gemela. Tampoco es fácil de entender que nadie viera en él mismo un candidato a presidente del Gobierno, salvo los tres fulanos que lo acompañaban en el legendario viaje en el Peugeot por todas las Españas.

Tiene problemas con el lenguaje, desconoce absolutamente la sintaxis y está lejos de saber en qué consiste la sindéresis. ¿Cómo sería posible confiar la educación de nuestros hijos a una señora que considera que el pretérito indefinido del verbo producir es «producieron», que reprocha a la presidenta Ayuso el empleo de «insultos y soeces», que desconoce el significado de palabras que emplea desacomplejadamente?, como en aquella rueda de prensa en la que pidió a los periodistas excusas «porque a veces me repito más que la mojama», son una soberbia muestra de lenguaje distraído: «me repito más que el ajo» o «más que la morcilla» habrían sido expresiones tópicas, pero correctas. También lo habría sido «estoy más seca o más tiesa que la mojama», pero el cruce de las dos es un dislate solo comparable al que gritaba María Ruskin, protagonista de La hoguera de las vanidades a u amante, Sherman Mc Coy, amo del universo, cuando este le da la espalda y se aleja: «¡Ojalá te cuelguen en la silla eléctrica!».

Cada intervención pública de esta señora era una declaración de principios y un disparate conceptual. Recordemos su recordatorio de los dos guardias civiles asesinados por los narcotraficantes en Barbate en febrero de 2024: «Vamos a seguir trabajando con todo el compromiso por parte del Gobierno con esta contundencia cero, y que estos asesinatos no queden impunes en ningún caso». La zafiedad oratoria de esta mujer solo es comparable a la de aquellos sargentos irlandeses de las películas de John Ford que solían ser interpretados por grandes secundarios como Victor McLaglen y Ward Bond. En La legión invencible (She wore a yellow ribbon) McLaglen advertía a la tropa que dado que iban a acompañar a dos señoras tendrían que ser muy cuidadosos con las palabrotas, a lo que replicaba una voz anónima: «Y tú ten cuidado con la gramática», exhortación que habría venido muy bien a la ministra.

No era solo la oratoria. Tampoco se le daban muy bien las cuentas, como demostró aquel día que quiso explicarle algo a Isabel Díaz Ayuso: «Hacer regalos fiscales a las personas que representan el 0,2% de este país, no es bajar impuestos, es hacer regalos a las personas que menos lo necesitan mientras se perjudica al 98,2 (%) de ciudadanos que más lo necesitan», donde al parecer 98,2+0,2=100.

Antes de saborear las mieles del Ministerio, cuando ella era solo la delegada del Gobierno en Aragón, hizo compañía al ministro José Luis Ábalos en su supervisión  de la línea ferroviaria Zaragoza-Teruel-Sagunto. Normal, entra dentro de las funciones de una delegada del Gobierno. Lo que ya no es tan normal es que el ministro Ábalos, junto a sus cómplices, los hermanos García Izaguirre, se presentaran en el parador de Teruel con una furgoneta de putas. La furgoneta o el volquete de putas es la unidad de la saturnal en los desenfrenos socialistas. Alegría, ya ministra, balbuceó para explicar en su rueda de prensa de portavoz si estaba o no estaba en aquella noche del parador. Ella se tomó la pregunta por lo criminal, cuando la periodista solo había preguntado por su cualidad de testigo, no de partícipe en la bacanal, porque los destrozos que se hicieron tuvieron que ser oídos por cuantos pernoctaron en el parador.

Todavía no se ha secado la tinta en que se imprimieron las noticias que afectaban a Francisco Salazar y a su relación con la portavoz del Gobierno, que, en un primer momento defendió al hombre de confianza de Pedro Sánchez en la Moncloa, como «un compañero íntegro» antes de que las denuncias por acoso sexual lo llevaran a dimitir. Después de su cese, los dos fueron fotografiados comiendo mano a mano en un restaurante de Madrid y ella admitió que «la comida fue un error que no se tendría que haber producido». Pero se produció, como ella misma diría.

Y el día 8 de febrero va a elecciones. Pobre mujer, condenada a seguir los pasos de su compañero Gallardo en Extremadura y sufrir sin solución de continuidad el fracaso y el ridículo.

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