The Objective
Hastío y estío

El 'house tour' de Pedro Sánchez

«Mientras él pasea por salones dorados, millones de españoles luchan por pagar la hipoteca o el alquiler»

El ‘house tour’ de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez. - Archivo | Alberto Ortega (Europa Press)

Que Pedro Sánchez vive en un mundo propio, el suyo, hecho a su imagen y semejanza, lo demuestran cosas como ese house tour que ha decidido hacer como regalo de Navidad. Escribo esta palabra para fastidiarle, de la misma manera que él no la nombra para intentar fastidiarnos a los demás. Un regalo de Navidad que un servidor no sabe si el destinatario son los suyos, sus abducidos seguidores que le seguirían votando aunque le vieran comerse a un niño, o si somos los que pensamos que ha enloquecido por completo. 

Hace una semana fue Lamine Yamal el que enseñó su casa, algo que tiene sentido en un chaval de 18 años, futbolista millonario con un talento tan evidente como su ego, que gana el suficiente dinero para tener una casa a su nombre con esa edad. Por tanto, es normal que se comporte de esa manera, pero en el caso del presidente, un cincuentón cada vez más canoso y ajado, es ridículo mostrarnos una casa, que para empezar no es suya; donde está de alquiler, aunque le gustaría ser su propietario vitalicio, cosa que me hace correr un sudor frío por la espalda. 

Verle vestido con un traje sin corbata, con un chaleco debajo de la chaqueta, me hace recordar a una apariencia que parece querer homenajear a cualquier autócrata de país bananero. Mostrarnos los lujos de «su vivienda» cuando la juventud vive con sus padres hasta que sus canas son indisimulables, o tienen que vivir en casas alquilando una habitación donde deben entrar de perfil, y sin engordar ni un gramo. Unas vidas, las de los españoles de cualquier edad, que tienen poco que ver con la de Lamine Yamal o el presidente del Gobierno. Por lo menos el futbolista se gana el sueldo honradamente y haciendo bien su trabajo. Pedro Sánchez es, sin duda, el peor presidente de nuestra democracia, y las consecuencias son su «recochineo» de la maravillosa «choza» en la que vive gracias al esfuerzo de todos nosotros y a la ineptitud propia mezclada con sus intereses personales y maquiavélicos.

Y es que este vídeo, subido a TikTok como un influencer cualquiera, con tomas falsas, risas forzadas y ese tono desenfadado que pretende ser cercano, pero que resulta patético, nos muestra la Sala del Reloj del Palacio de la Moncloa. «En plan Isabel Preysler», dice él, bromeando como si fuéramos sus colegas de barra de bar. Isabel Preysler, ese icono de la elegancia y el lujo privado, enseñando su casa en revistas del corazón. Pero aquí el lujo no es privado. Es público y pagado con los impuestos de quienes apenas llegan a fin de mes. Sánchez nos habla del reloj de cuerda, de cómo allí se reunían Adolfo Suárez y Felipe González en los albores de la democracia, como si él fuera el heredero legítimo de esa historia gloriosa. «Aquí pasaron muchas cosas al principio de la democracia», suelta, animándonos a buscar fotos antiguas.

El contraste es brutal. Mientras él pasea por salones dorados, con paredes que rezuman historia y poder, millones de españoles luchan por pagar la hipoteca o el alquiler. La juventud, esa que él dice defender con leyes de vivienda que solo han encarecido todo, ve cómo los precios suben y las oportunidades bajan. Y ahí está él, pidiendo comentarios como un youtuber: «Si os gusta, enseñaré más partes». ¿Más? ¿Qué vendrá después? ¿El dormitorio presidencial? ¿La piscina? ¿O quizás un tour por los despachos donde se fraguan los indultos y las amnistías? Es el colmo de la desconexión, del narcisismo elevado a política de Estado.

Y no hablemos de la oportunidad. Justo después de Navidad, cuando muchos españoles se han apretado el cinturón para celebrarla como Dios manda, él nos regala este espectáculo. Él, que evita mencionar la Navidad en sus felicitaciones oficiales para no molestar a su electorado progre y aconfesional, pero que adora muchos becerros de oro. Pues ahora usa la fecha para este numerito. Mientras familias enteras comparten mesa en pisos pequeños, él presume de salones históricos. Mientras los jóvenes sueñan con una habitación propia, él juega a ser la Preysler en un palacio.

Este vídeo es el síntoma de un Gobierno agotado. De un líder que ya no gobierna, sino que se exhibe. Sánchez cree que con sonrisas y tomas falsas puede tapar el desastre. Pero los españoles no somos tontos. Vemos el contraste entre su lujo institucional y nuestra realidad cotidiana. Vemos cómo él resiste en el poder a cualquier precio, pactando con quien haga falta, mientras el país sufre las consecuencias.

Al final del vídeo pide feedback: «Dejadme comentarios». Pues aquí va el mío: dimita, señor Sánchez. Deje la Moncloa y váyase a una casa pagada con su sueldo, no con el nuestro. Este house tour no es un regalo de Navidad, sino una provocación. Y es que España merece un presidente que viva en el mundo real, y no en un palacio de fantasía.

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