Por qué Pedro Sánchez no es Donald Trump
«Los dos parecen considerar que las instituciones y la ley no les son aplicables. Creen en su propia excepcionalidad»

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, saluda al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. | Borja Puig de la Bellacasa (Pool Moncloa)
«Es exactamente lo que está pasando en España» es algo que he oído muchas veces después de hablar de la situación política en Estados Unidos —«Pedro Sánchez es igual». «No, ¡es peor!»—. Pues, no.
Soy estadounidense y llevo 23 años viviendo en España. Sigo la política en ambos países, aunque más detenidamente la de EEUU. No obstante, lo puedo decir con toda certeza: Pedro Sánchez no es igual a Donald Trump. Ni de lejos.
Veo muchos paralelismos entre los dos. El estilo político de ambos es personalista, premia la lealtad sobre la competencia. Los dos parecen considerar que las instituciones y la ley no les son aplicables. Creen en su propia excepcionalidad. Los gobiernos de ambos están marcados por la corrupción. Cualquier de los dos es perfectamente capaz de mentir para conseguir su objetivo. Practican una política de división, que antepone sus intereses políticos sobre el bienestar del país.
Pero más importante y clave para entender la política en ambos países son las diferencias. Son diferencias de estilo, contenido, dimensión y gravedad. A continuación, enumero algunas acciones, comportamientos y declaraciones de Trump para ilustrar el argumento. Esto no quiere decir que sea una defensa de Pedro Sánchez. Comparto la desafección e indignación de muchos por las constantes maniobras y prevaricaciones de Sánchez. La idea es resaltar lo que es Donald Trump.
Pedro Sánchez no renombra instituciones gubernamentales ni monumentos en su nombre. No derriba ilegalmente un ala de la residencia presidencial para construir un salón de baile que llevará su nombre. No planea una moneda conmemorativa con su imagen. No nombra los programas gubernamentales por sí mismo.
No nos somete a un flujo constante, día y noche, de publicaciones enfurecidas, incoherentes y a menudo trastornadas en redes sociales, muchas de las cuales contienen discurso de odio o imágenes violentas no solo sobre sus oponentes políticos, sino sobre grandes sectores de la población. Solo en la noche del 25 de diciembre publicó alrededor de 100 posts. —«Feliz Navidad a todos, incluida la escoria de la izquierda radical que está haciendo todo lo posible para destruir nuestro país»—, comienza típicamente su saludo de Navidad.
No critica incesantemente —u obsesivamente— a sus predecesores. Pedro Sánchez no celebra reuniones televisadas del gabinete en las que miembros de su gobierno le llenen de elogios absurdos e infantiles que harían sonrojar a Kim Jong-un. Sánchez no ha presentado demandas frívolas por difamación contra varios medios de comunicación, respaldadas por la amenaza explícita de represalias gubernamentales si no se resuelven a su satisfacción.
Pedro Sánchez no ha decretado un veto a bufetes de abogados que hayan trabajado con la oposición para hacer negocios o mantener contacto con el Gobierno federal. No les ha prohibido el acceso a edificios gubernamentales, incluyendo los tribunales, imposibilitando así su trabajo normal. No ha retenido fondos autorizados por el Congreso a las universidades como arma para obligarlas a adaptarse a su ideología.
Pedro Sánchez no ha creado una moneda cripto con el propósito exprés de recaudar fondos de billonarios y gobiernos extranjeros buscando favores, indultos o contratos. No ha aceptado públicamente un avión como «regalo» con un valor de 400 millones de dólares de un emirato en el golfo.
Pedro Sánchez no ha utilizado la fiscalía para dirigir múltiples campañas de venganza contra personas que él considera sus enemigos. No ha reclamado 230 millones de dólares de indemnización personal a la Justicia por las acciones penales legítimas que se llevaron a cabo.
Pedro Sánchez no ha eliminado los cargos de inspectores generales y otros vigilantes de la corrupción gubernamental. No ha suspendido la aplicación de las leyes antisoborno. No ha retenido fondos aprobados por el Congreso por razones políticas partidistas. No ha delegado áreas clave de la política exterior a miembros de su familia y socios empresariales, para que ellos se beneficien y hagan acuerdos con gobiernos extranjeros que traicionan a los aliados de la nación y recompensan a sus enemigos.
Pedro Sánchez no ha impuesto una serie de aranceles irracionales e inconsistentes al comercio, desmantelando décadas de acuerdos económicos y alianzas, para que luego los utilice como moneda de cambio para conseguir negocios para su familia y amigos. Pedro Sánchez no ha enviado fuerzas militares a las ciudades controladas por la oposición, alegando imponer orden.
Pedro Sánchez no ha autorizado que una fuerza cuasi-militar detenga a personas sospechosas de estar en el país ilegalmente, que lleva máscaras para ocultar su identidad y para maximizar el terror de sus objetivos, y que abusa del concepto de habeas corpus, manteniendo a muchos detenidos durante días, en condiciones que violan los derechos humanos.
Pedro Sánchez no ha ordenado a la agencia tributaria, al Departamento de Justicia, al Ministerio de Asuntos Exteriores, a la policía nacional y al Ministerio del Interior que colaboren para investigar organizaciones o instituciones que no coincidan con su visión para el país. Pedro Sánchez, a pesar de aferrarse al poder, no ha declarado que solo respetaría los resultados de las elecciones que él gane. Pedro Sánchez nunca ha movilizado sus seguidores para entrar en Las Cortes para intentar anular los resultados de unas elecciones.
Esta lista podría seguir. Encaja en un patrón global de creciente autoritarismo, que en su forma final puede ir desde la «democracia iliberal» de la Hungría de Orbán hasta el gobierno de un solo hombre de la Rusia de Putin o la aplastante opresión sobre la Corea del Norte de Kim. Trump parece aspirar a formar parte de ese grupo. El tiempo lo dirá, por supuesto, pero al día de hoy Pedro Sánchez simplemente no da la talla.
(Nota: Gracias a Carlos Mainar, gran estudiante de la política y fiable fuente de sentido común por su contribución a este artículo).
