La inteligencia artificial y los siete pecados capitales
Los algoritmos han tomado poco a poco las riendas de nuestras vidas: eligen el camino por el que vamos de un lugar a otro, la música que escuchamos y hasta la persona con la que saldremos el sábado.
Han aprendido qué tecla tocar en cada momento, porque en el fondo no es difícil: somos bastante previsibles y a menudo nos dejamos llevar por nuestros más bajos instintos. No es casual, dicen, que muchas de las grandes plataformas estén vinculadas a pecados capitales: Netflix explota la pereza, Twitter la ira, Instagram la vanidad, LinkedIn la codicia, Amazon la gula, Pinterest la envidia y PornHub la lujuria.
¿Y qué hay de malo en que unas grandes empresas se hagan ricas explotando nuestras debilidades? Es lo que se ha hecho toda la vida de Dios, ¿no?
Sin duda, pero esta capacidad de manipulación no se circunscribe al terreno comercial. Los datos ya no se usan solo para vender mayonesa, sino para ganar elecciones, como quedó acreditado con el escándalo de Cambridge Analytica de 2018.
¿Asistimos a un silencioso golpe de estado? ¿Y qué sucederá cuando la conspiración de se consume? ¿Nos masacrarán, como en Terminator? ¿Nos recluirán en un albergue y dejarán que nos extingamos lentamente? ¿Conservarán a algún ejemplar, como hacemos nosotros con el lince ibérico o el gorila de montaña?
El profesor del IESE Javier Díaz-Giménez y el corresponsal económico de EL LIBERAL / THE OBJECTIVE, Miguel Ors Villarejo, debaten sobre ello en esta nueva entrega de El gris importa.