El purgatorio de Nacho Vigalondo
Nacho Vigalondo (Cabezón de la Sal, 1977) viene sin desayunar. Pide un café, que luego serán dos. El vaso de agua, como de costumbre, está encima de la mesa. Un auténtico drama que no nos quede ningún croissant para el invitado. Se baja, cariñoso, pero agitado del taxi. Está en mitad de una llamada: él no habla, solo escucha y susurra «umm» con la boca cerrada. Es entonces cuando se produce el saludo entre el periodista, este que escribe, y el invitado, ilustre director de cine patrio, dando lugar a una especie de gag cómico en el que ninguno de los dos hace ningún sonido al saludarse. El «umm» de Vigalondo y la nada. Con esos gestos estúpidos del periodista que intenta saludar, pero no sabe bien cómo hacerlo sin parecer justo lo que está pareciendo. Imbécil integral.