La primera ola de la pandemia de la COVID-19 causó más de 200.000 muertes de forma directa e indirecta en una veintena de países occidentales, es decir, un alza de casi 20% respecto a un periodo normal, según un estudio publicado el miércoles, que apunta que España fue el más golpeado.
Lo más importante: un total de 19 países europeos, Australia y Nueva Zelanda registraron «unas 206.000 muertes de más de lo previsto que si la pandemia no se hubiera producido», entre mediados de febrero y finales de mayo, según este trabajo de modelización matemática, publicado en la revista Nature Medicine. De ese total, 167.000 decesos fueron atribuidos oficialmente a la COVID-19. El resto, unos 40.000, se deben a casos en que el colapso de los hospitales impidió hacer la prueba de diagnóstico del coronavirus, así como a muertes indirectas.
España, así como Inglaterra y Gales, son las naciones más afectadas, con un aumento respectivo de 38% y 37% de la mortalidad respecto a los niveles habituales, frente a un promedio de +18% en el conjunto de los países analizados. En los primeros puestos se hallan también Italia, Escocia y Bélgica. Francia se halla en el octavo lugar, con un aumento de la mortalidad de 13%. Un grupo de 10 países, como Australia, Nueva Zelanda, Hungría y Noruega «evitó un aumento perceptible de decesos».
La enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2[contexto id=»460724″] provocó directamente más de un millón de muertos en el mundo, según datos oficiales. Sin embargo, también ha causado muertes de manera indirecta, debido a sus efectos sociales (aumento de la violencia intrafamiliar, de los suicidios…), económicos (pérdida de ingresos…) así como a la perturbación de los sistemas de salud (retrasos de diagnóstico, operaciones aplazadas…).
«Similar al cáncer de pulmón»
En cambio, la caída del tráfico vial y la mejora de la calidad del aire durante el confinamiento evitaron muertes que habrían tenido lugar sin la pandemia. Entender estos efectos indirectos es «necesario para conocer el impacto real de la pandemia en términos de salud pública», explican en el estudio investigadores del Imperial College de Londres. La cifra de 206.000 es «similar al número total de muertes por cáncer de pulmón y es más del doble que las relacionadas con la diabetes y el cáncer de mama en estos países durante todo un año», subraya en un comunicado el Instituto Nacional de Estudios Demográficos de Francia, asociado a este trabajo.
Los investigadores emplearon los datos sobre la mortalidad desde 2010 en los países estudiados para establecer cuántas muertes se habrían producido sin la pandemia. Según un estudio publicado el lunes en el Journal of the American Medical Association, por cada dos estadounidenses cuya muerte fue atribuida al COVID-19, un tercero falleció directa o indirectamente debido a la pandemia. Estados Unidos contabiliza el mayor número de muertes oficiales por COVID en el mundo, con más de 210.000.
Orientar a los pacientes
Según los autores, las diferencias entre países responde a «características de la población, a la respuesta política frente a la pandemia y al estado de preparación de los sistemas de salud pública». Así, contar con un sistema sanitario que permita orientar correctamente a los pacientes y tratar a quienes sufren enfermedades crónicas es tan importante como luchar contra la transmisión del virus, añaden.
«Los países que aplicaron campañas de diagnóstico y de rastreo de contactos eficaces y exhaustivas a nivel local o bien aquellos (…) que decretaron medidas de confinamiento precoces y eficaces, registraron un balance de mortalidad inferior durante la primera ola», apunta Jonathan Pearson-Stuttard, coautor del estudio y basado en la Escuela de Salud Pública del Imperial College. «Ahora que entramos en la segunda ola, los programas de diagnóstico y rastreo y el apoyo a las personas que deben aislarse representan nuestras principales armas para minimizar el impacto de la pandemia», según Pearson-Suttard.