El hospital del pueblo italiano de Codogno, el primero en ser confinado en Europa tras detectar el primer caso de coronavirus[contexto id=»460724″] en febrero de 2020, ha cerrado este viernes su unidad dedicada a la COVID-19 tras dar el alta a su último paciente.
Lo más importante: tras el infierno, en estos momentos en Codogno –con unos 16.000 habitantes– solo hay cuatro enfermos, aislados en sus casas con síntomas leves o sin ellos, y la mitad de la población ya ha sido inmunizada, incluidas todas las categorías de riesgo, como los ancianos. La previsión es alcanzar el 75% de vacunados a lo largo del verano.
Su alcalde, Francesco Passerini, confirma a Efe con emoción esta noticia que a su parecer supone «un primer paso hacia esa normalidad que tanto ha faltado» en su pueblo, celebra. Codogno, en la región de Lombardía, amanecía el 21 de febrero de 2020 con uno de sus vecinos contagiado de coronavirus, el primer caso autóctono no importado hallado en Italia y Europa, aunque luego se supo que los no diagnosticados venían de antes.
Después de más de quince meses de intensa batalla contra el virus, el hospital de esta localidad ha cerrado la unidad a la que entró el «paciente 1» por aquel entonces e hizo del pueblo la primera «zona roja» de Italia. Se trata de un área creada «ad hoc» para atender a la avalancha de enfermos que llegaron a partir de esos días y, desde ahora, en caso de que algún vecino se infecte y necesite ser ingresado, se recurrirá a las cabinas de aislamiento con las que ya cuenta.
Por su parte, el doctor Francesco Tursi, responsable de Neumología del hospital, ha celebrado este hecho en una carta en la que agradece el esfuerzo de todos sus colaboradores en estos meses, sus «héroes». «Hoy se cierra el área COVID de Codogno, un día que vivo con una profunda emoción, la misma que quiero usar para agradecer la oportunidad, única, que me habéis dado a la hora de guiar este hospital», se lee en la misiva.
Tras citar con nombres y apellidos a todos los sanitarios que han trabajado con él en estos duros meses, el doctor Tursi apunta que «nada ha sido comparable al rostro de cada paciente al que se ha ayudado a sanar, ver en sus ojos la vida latiendo». «Puedo deciros que para mí han sido los meses más intensos de mi vida», termina.