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¿Qué significa tener los linfocitos altos en una analítica?

Es fundamental comprender qué significa tener estos niveles elevados para descartar ciertas de enfermedades

¿Qué significa tener los linfocitos altos en una analítica?

Analítica de sangre | Canva

En una revisión médica, los análisis de sangre suelen arrojar datos importantes sobre nuestro estado de salud. Uno de los resultados que puede llamar la atención es el nivel de ciertos componentes en la sangre.

Cuando el médico nos informa sobre un valor alterado, como el de los linfocitos, puede surgir la preocupación. Sin embargo, es fundamental comprender qué significa realmente tener los linfocitos altos y cómo interpretar este dato dentro del contexto de nuestra salud general.

¿Qué son los linfocitos?

Los linfocitos son un tipo de glóbulo blanco, células esenciales del sistema inmunológico encargadas de defender al cuerpo contra infecciones y enfermedades.

Se producen en la médula ósea y circulan por la sangre a través del cuerpo. Existen dos tipos principales de linfocitos:

  • Linfocitos B, encargados de producir anticuerpos que neutralizan patógenos.
  • Linfocitos T, cuya función principal es destruir las células infectadas o anormales en el organismo.

Cuando el nivel de linfocitos en sangre supera los 3.000 por microlitro, se habla de linfocitosis o niveles elevados de linfocitos.

Este aumento puede ser una respuesta del cuerpo a distintas situaciones, como infecciones, enfermedades autoinmunes o, en algunos casos, condiciones más graves como el cáncer.

Síntomas de tener los linfocitos altos

Es importante tener en cuenta que muchas veces el aumento de linfocitos no presenta síntomas perceptibles y solo se detecta mediante un análisis de sangre. Sin embargo, en algunos casos, la persona puede experimentar síntomas como:

tipo de sangre
Analítica de sangre
  • Fatiga constante.
  • Mareos.
  • Fiebre recurrente.
  • Pérdida de peso sin explicación aparente.
  • Sudoración nocturna.
  • Dificultad para concentrarse.
  • Aparición de moratones o sangrado sin causa aparente.

Si bien estos síntomas pueden estar relacionados con otras afecciones, es esencial consultar a un médico si se presentan junto con un diagnóstico de linfocitosis.

Causas de los linfocitos altos

El aumento en los linfocitos no es una enfermedad en sí misma, sino un indicador de que el cuerpo está enfrentando algún tipo de problema. Las causas pueden ser variadas y dependen de la afección subyacente. Algunas de las más comunes son:

  1. Infecciones: tanto las infecciones virales como las bacterianas pueden causar un aumento en los linfocitos. Durante una infección, el sistema inmunológico incrementa la producción de estas células para combatir los patógenos. Una vez superada la infección, los niveles suelen volver a la normalidad.
  2. Enfermedades autoinmunes: afecciones como la enfermedad de Crohn, que provoca inflamación crónica en los intestinos, también pueden desencadenar un aumento en los linfocitos como respuesta del cuerpo a la inflamación.
  3. Cáncer: en casos más graves, un aumento persistente de linfocitos puede ser un indicativo de cáncer, como leucemia o linfoma, que afectan la sangre o el sistema linfático.

¿Cuándo debemos preocuparnos?

Es natural que el nivel de linfocitos aumente temporalmente cuando el cuerpo está combatiendo una infección o inflamación, ya que estos glóbulos blancos juegan un papel crucial en la defensa inmunológica.

Sin embargo, si los niveles se mantienen elevados durante un período prolongado o no descienden después de la recuperación de una enfermedad, puede ser señal de un problema más serio.

Esto podría indicar la presencia de una infección crónica, un trastorno autoinmune, o incluso una enfermedad más grave como ciertos tipos de cánceres relacionados con la sangre o el sistema linfático.

En estos casos, es fundamental consultar a un hematólogo, un especialista en enfermedades de la sangre, quien realizará pruebas más exhaustivas para identificar la causa subyacente de la linfocitosis.

Esto puede incluir un hemograma más detallado, biopsias de médula ósea o estudios de imagen para evaluar el estado del sistema linfático y detectar cualquier anomalía.

El tratamiento variará según el diagnóstico. Si la causa es una infección, el médico podría recetar antibióticos, antivirales o antiinflamatorios para combatir la afección subyacente.

Si se descubre un trastorno autoinmune, el tratamiento podría incluir inmunosupresores para controlar la actividad del sistema inmunológico.

En los casos más graves, como el diagnóstico de cáncer, el tratamiento puede incluir quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia, o en algunos casos, un trasplante de médula ósea, que tiene como objetivo reemplazar las células madre dañadas por células sanas.

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