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Sanidad

La mitad de los grandes dependientes de Cataluña muere antes del año sin recibir ayuda

Es el primer estudio que analiza de forma tan amplia los efectos del sistema de la dependencia sobre la mortalidad

La mitad de los grandes dependientes de Cataluña muere antes del año sin recibir ayuda

Salvador Illa, presidente de la Generalitat. | EP

El gran dependiente (grado III) es aquella persona que necesita ayuda varias veces al día para realizar actividades cotidianas y, por su pérdida total de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, requiere el apoyo continuo de otra persona. Sin embargo, la burocracia y el limbo autonómico impiden que estas ayudas lleguen a tiempo a quienes más las precisan. Un reciente informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) muestra que casi la mitad de los grandes dependientes en Cataluña mueren antes del año sin recibir la ayuda.

El estudio analiza el impacto que tiene el sistema de atención a la dependencia sobre la supervivencia de las personas mayores de 50 años en Cataluña. De una submuestra de 12.980 personas con una dependencia de grado III, casi la mitad (46.2%), fallecen antes del año (menos de 289 días) sin recibir la prestación, lo que evidencia que los retrasos administrativos y la falta de coordinación entre las distintas instancias autonómicas no solo comprometen la calidad de vida de los grandes dependientes, sino que también pueden convertirse en un factor determinante en su supervivencia.

El estudio, titulado Mortality risk factors in the Catalan long-term care system, utilizaron datos de más de 320.000 personas mayores de 50 años que fueron valoradas como personas con dependencia entre 2015 y 2024. Es el primer trabajo que analiza de forma tan amplia y detallada los efectos del sistema de atención a la dependencia en Cataluña sobre la mortalidad desde que se aplicó plenamente en julio de 2015.

Esta base de datos fue facilitada por el Departament de Drets Socials i Inclusió de la Generalitat de Catalunya y muestra una pauta muy clara: las personas con necesidades de cuidados reconocidas que reciben una prestación tienen menos riesgo de fallecer que aquellas que, pese a tener derecho, no llegan a recibir ningún tipo de ayuda. Es decir, «no basta con tener derecho a una prestación; lo que marca la diferencia es recibirla a tiempo», se desprende del estudio, que agrega que «las demoras en el sistema o la falta de recursos que impide que el apoyo se materialice se asocian, de forma significativa, con un mayor riesgo de mortalidad».

El estudio clasifica a los solicitantes en cuatro categorías de trayectoria: atención domiciliaria, atención residencial, transición de domicilio a residencia y sin prestación. En la muestra total, el 27% nunca recibió ninguna prestación. El desglose por grados es: 27% en Grado I, 24% en Grado II y 33% en Grado II.

Combinar tipo de cuidados

Por otro lado, el estudio muestra que no todas las formas de prestación tienen el mismo efecto. Las personas que empiezan recibiendo ayuda en casa y, con el tiempo, pasan a una residencia —es decir, aquellas que siguen un itinerario flexible que se adapta a su deterioro— presentan las mayores probabilidades de supervivencia. «Este hallazgo sugiere que los sistemas más eficaces no son aquellos que o bien mantienen a toda costa a las personas en casa o bien las institucionalizan desde el inicio, sino aquellos que saben combinar y ajustar el tipo de cuidado a medida que cambian las circunstancias», señala el estudio. También se observa que, en general, las personas dependientes que permanecen atendidas en casa viven más tiempo que aquellas que ingresan directamente en una residencia, aunque esta diferencia se reduce en los casos más graves.

El informe revela que las personas que combinan cuidados domiciliarios y residenciales pasan una fracción significativa de su tiempo en atención institucional, aunque nunca supera el 45 % del período total desde la solicitud de prestaciones hasta el fallecimiento. En la muestra completa, la duración media de este intervalo fue de 1.759 días, con un 35 % de ese tiempo en atención residencial, mientras que en los casos más graves, de grado III, la duración promedio se reduce a 1.383 días, con un 43 % transcurrido en instituciones. Los datos sugieren que la transición a la atención residencial tiende a intensificarse a medida que aumenta la gravedad de las necesidades de cuidado, funcionando como un recurso clave para mitigar el deterioro de la salud en los pacientes más dependientes.

También se encuentran diferencias según la gravedad de la dependencia. Cuanto mayor es el grado de necesidad detectado, mayor es el riesgo de muerte, algo esperable. El grado inicial de necesidad de cuidados a largo plazo (CLP) se reveló como el predictor de mortalidad más influyente. Las personas evaluadas en el Grado III presentaron un cociente de riesgos instantáneos (HR) de 4,30, lo que implica un riesgo de muerte un 330% mayor en comparación con las personas en el Grado I. Sin embargo, destaca la Fedea en su estudio, incluso entre los casos más graves, las prestaciones reducen ese riesgo.

Entre el resto de factores estudiados, se observa que los hombres, las personas de mayor edad y quienes padecen enfermedades como cáncer, afecciones respiratorias o hematológicas tienen un riesgo más alto de fallecer. Por el contrario, las mujeres tienden a vivir más tiempo, y lo mismo ocurre con quienes presentan ciertas dolencias osteoarticulares o de salud mental, en comparación con otros grupos clínicos.

«Los resultados son sólidos, pero hay que subrayar que no se pueden establecer relaciones causales definitivas, ya que son los individuos los que eligen el tipo de prestación que desean recibir», indica el estudio, que lanza una advertencia clara: «Dejar a una persona reconocida con dependencia sin ayuda, aunque sea por demoras o trámites, puede tener consecuencias graves para su salud».

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