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Sanidad

Balance de dos años de García en Sanidad: solo una ley, varias huelgas y bronca con los médicos

El Ministerio ha elaborado borradores y anteproyectos en cascada, pero solo uno ha llegado al BOE

Balance de dos años de García en Sanidad: solo una ley, varias huelgas y bronca con los médicos

Mónica García, ministra de Sanidad. | EP

Mónica García cumple dos años al frente del Ministerio de Sanidad con la profesión médica en contra como consecuencia de un borrador de Estatuto Marco que, en palabras de los profesionales, empeora las condiciones laborales de los médicos. En cuanto al balance legislativo y político del departamento, ofrece una paradoja llamativa: nunca antes un Gobierno había impulsado tanta producción normativa en tan poco tiempo y nunca antes tanta producción había quedado tan lejos de convertirse en realidad. El resultado es un Ministerio hiperactivo en lo técnico, pero bloqueado en lo político. Un Ministerio que ha elaborado borradores, anteproyectos y anuncios en cascada, pero que apenas ha conseguido que una de sus iniciativas llegue al BOE. Y lo hizo, además, al segundo intento.

El único proyecto del Gobierno aprobado en estos dos años ha sido la ley de creación de la Agencia Estatal de Salud Pública, una norma ya avanzada en tiempos de Carolina Darias y que sobrevivió a numerosas fricciones internas. A ella se suma la ley ELA, pero impulsada desde la oposición. Nada más. La fotografía global muestra que casi todas las demás iniciativas siguen en trámites eternos: algunas encalladas en el Parlamento desde hace más de un año; otras, varadas dentro del propio Ejecutivo por falta de consenso entre ministerios.

Mientras tanto, en la calle, Mónica García ha enfrentado dos huelgas nacionales (algo que no ocurría desde hace 30 años) y tendrá que capear una tercera que viene en camino, convocada para los días 9, 10, 11 y 12 de diciembre. Una relación cada vez más deteriorada con gran parte del colectivo médico. Y es que el Estatuto Marco, llamado a modernizar la regulación laboral en el SNS, ha terminado convertido en un problema político. El sector reclama una clasificación profesional adecuada con retribuciones justas aparejadas; una regulación de la jubilación que permita un retiro voluntario, anticipado y parcial sin merma económica; una jornada máxima de 35 horas donde cualquier exceso sea voluntario, pactado y retribuido de forma específica y unas garantías efectivas de descanso y conciliación que no dependa de las «necesidades del servicio».

Tres bloques normativos y un mismo resultado: atasco

En cuanto al monumental catálogo legislativo que hoy mantiene el Ministerio, puede dividirse en tres grandes grupos. El primero es el heredado de la etapa de Darias, formado por normas ya encarriladas cuando llegó el nuevo equipo. Ahí están la ley de equidad, la de universalidad y el proyecto sobre fórmulas de gestión sanitaria. Son textos técnicamente sencillos pero altamente ideologizados, lo que los ha convertido en rehenes perfectos de la fragmentación parlamentaria. Llevan más de año y medio encallados, con prórrogas constantes del periodo de enmiendas y sin visos de que puedan avanzar.

El segundo bloque lo forman las iniciativas genuinas del actual Ministerio, aquellas que ya cuentan con anteproyecto pero aún no han llegado al Parlamento: el nuevo Estatuto Marco del personal sanitario, la ley de Medicamentos, la ley del tabaco y la ley sobre alcohol en menores. Es aquí donde Sanidad ha puesto más esfuerzo técnico, pero también donde más resistencias ha encontrado dentro del propio Gobierno.

El tercer bloque lo integran las leyes anunciadas, como la de asociaciones de pacientes o la de Salud Digital. No han visto aún la luz como anteproyectos, pero sí se trabaja sobre ellas a nivel técnico. De salir adelante, completarían el abanico más amplio de nuevas iniciativas sanitarias que un Ministerio haya desarrollado en democracia.

Por otro lado, solo un elemento parece avanzar con garantías, el decreto de evaluación de tecnologías sanitarias, que establecerá un plazo máximo de 180 días para las decisiones de financiación de nuevos medicamentos, y que podría salir adelante en enero, convirtiéndose en el cambio regulatorio más relevante del periodo.

Un Ministerio hiperproductivo, pero políticamente impotente

Así, el volumen normativo de estos dos años es inédito, pero la capacidad política del Ministerio —minada por la inestabilidad parlamentaria, las tensiones internas del Gobierno y la propia personalidad combativa de García— ha sido mínima. Fuentes del sector sanitario reconocen que la ministra mantiene una relación complicada con los grupos parlamentarios, especialmente con ERC y Junts, que sí negocian con Félix Bolaños pero rehúyen cualquier interlocución con la parte de Sumar del Gobierno.

La consecuencia es un escenario repetido: Sanidad prepara textos, los demás ministerios introducen cambios, el Parlamento bloquea y la legislatura avanza sin que nada se apruebe. De esta forma, el balance es contundente: un Ministerio que nunca produjo tanto y nunca aprobó tan poco. Un departamento con ambición reformista, pero sin fuerza parlamentaria ni liderazgo político suficiente para llevar a puerto su propia agenda. Dos años después, el sello de Mónica García en Sanidad es un inmenso archivo legislativo y una sola ley aprobada.

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