Simone Biles se despide del Mundial con un estratosférico récord de 25 medallas
Por fin Simone Biles está sola en lo alto del mundo. La leyenda de la gimnasia estadounidense se ha agrandado al lograr el récord de medallas. Consiguió su 24ª y 25ª, las dos de oro, este domingo en el Mundial de Stuttgart, un atractivo adelanto de lo puede ofrecer en Tokio 2020.
Por fin Simone Biles está sola en lo alto del mundo. La leyenda de la gimnasia estadounidense se ha agrandado al lograr el récord de medallas. Consiguió su 24ª y 25ª, las dos de oro, este domingo en el Mundial de Stuttgart, un atractivo adelanto de lo puede ofrecer en Tokio 2020.
Biles, de 22 años, había igualado el sábado el récord establecido por el bielorruso Vitaly Scherbo (23 medallas) en los años 90 con su victoria en salto. La cuatro veces campeona olímpica cuenta con 19 oros mundiales, 3 platas y 3 bronces. Nunca ningún gimnasta, ni hombre ni mujer, había logrado más de 12 títulos mundiales.
«Es verdad que es mucho. A veces me pregunto cómo lo hago, me gustaría poder salir de mi cuerpo y verme con mis propios ojos», ha dicho sorprendida la atleta.
Con su triunfo en suelo, Biles cierra el Mundial 2019 con cinco oros. Ya se había proclamado el sábado campeona por equipos, en el concurso general, en salto y en viga de equilibro, la primera medalla dorada de este domingo.
Solo se le resisten las barras asimétricas, el único aparato en el que nunca ha sido campeona del mundo. En la ciudad del sur de Alemania quedó quinta en la final del sábado.
Pero Stuttgart quedará como el Mundial más exitoso para Biles, con cinco oros de un total de seis en juego. Hasta ahora, su récord estaba en cuatro (2014, 2015 y 2018).
Este domingo en viga se impuso con una excelente nota de 15,066, por delante de dos chinas, Liu Tingting (14,433) y Li Shijia (14,300). «Significa mucho. Estoy encantada con esta actuación, es quizás lo más brillante de la semana», señaló sobre un aparato en el que fue bronce en los Juegos 2016 y en el Mundial de Doha 2018.
En suelo fue la última de las ocho finalistas. Con un marcador de 15,133 aventajó a otra estadounidense, Sunisa Lee (14,133) y a la rusa Angelina Melnikova (14,066). Concluyó de manera espectacular con una última representación del Biles II, su alucinante acrobacia en el suelo que incluye un triple doble mortal.
«Al final estaba tan cansada que no podía moverme. Es realmente mi mejor participación en los Mundiales», dijo Biles, que añadió que su madre le organizará «una fiesta del Mundial» cuando regrese a Texas, aunque ella no quiera, bromeó.
Más atlética, más potente y más elástica, la pequeña bomba estadounidense (1,42 metros y 47 kg) es un prodigio de técnica. Cuatro acrobacias —dos en suelo, una en la viga de equilibrio y otra en salto— llevan ya su nombre. Dos de ellas, muy complejas, han sido creadas durante este Mundial de Stuttgart.
«Nunca habría pensado que sería capaz de lograrlas algún día en competición», reconoció. Para su compatriota Morgan Hurd, campeona del mundo en el concurso general de 2017 aprovechando su ausencia, es sencillo: «Es sobrehumana«.
Un camino de espinas para un destino único
Enviada a una familia de acogida en su infancia y agredida sexualmente en la adolescencia, Simone Biles ha superado todas las pruebas posibles para convertirse en una leyenda de la gimnasia y en un icono más allá del deporte.
La pequeña Simone descubrió la gimnasia a los seis años en una salida escolar. Un entrenador la captó inmediatamente. La madre de Biles, nacida en Ohio, tenía «dependencia al alcohol y a la droga» lo que provocó «idas y venidas de la cárcel». Ella y sus tres hermanos son enviados a familias de acogida, según explicó la joven de 22 años en la televisión estadounidense en 2017.
«Nunca pude contar con mi madre biológica. Recuerdo que siempre tenía hambre, miedo», dijo. «Mis abuelos me salvaron», afirmó sobre Nellie y Ron Biles, a los que considera sus padres y que cambiaron el destino de su vida, adoptándola, junto a su hermana pequeña, mientras que los otros dos fueron a casa de otros miembros de la familia.
A los ocho años Biles se encontró con Aimee Boorman, la entrenadora que la llevará a la cima, «su segunda madre», que velará por su mejoría en los aparatos así como por su equilibrio vital. Bajo su ala se convirtió, con 16 años, en campeona del mundo por primera vez, en 2013. Tres años después conquista cuatro oros olímpicos, más un bronce, en los Juegos de Rio de 2016.
En enero de 2018 Biles revela otra herida íntima: forma parte de las más de 200 víctimas de Larry Nassar, antiguo médico del equipo nacional estadounidense condenado por todas estas agresiones sexuales cometidas durante dos decenios.
Después de romper su silencio, no duda en denunciar públicamente la pasividad de las autoridades deportivas. «No es fácil regresar a un deporte, a una organización que te había dejado tirada», señaló en el campeonato de Estados Unidos el año pasado.
«Esta experiencia horrible no me define. Soy mucho más que eso. Soy única, inteligente, talentosa, motivada y apasionada. Me prometí que mi historia sería mucho más grande que eso».
A Biles le quedan los Juegos de Tokio 2020 para añadir un nuevo y quizás el último capítulo de su leyenda con solo 23 años.