Francia observa con creciente preocupación la proliferación de nuevos brotes de la COVID-19, pese a que las cifras todavía no son alarmantes, y se plantea distribuir mascarillas gratis a la población para generalizar su uso, obligatorio en lugares cerrados.
Los datos: con los 25 fallecimientos a lo largo del fin de semana que fueron comunicados este lunes, un total de 30.177 personas han muerto por la pandemia en Francia.
El presidente del consejo científico que asesora al Gobierno, Jean-François Delfraissy, ha reconocido este martes que desde hace dos o tres semanas se ha registrado un repunte de focos, sobre todo en áreas hasta ahora poco afectadas por la enfermedad como el oeste del país, pero que pese a ello «ningún indicador ha pasado a rojo».
A su juicio, Francia camina «sobre un filo inestable», y podría mantenerse en las semanas que viene si se refuerzan los controles, o bien «caer en algo que se parezca más a (la situación en) España, a Cataluña, con lo que ha pasado en Barcelona«.
En su último boletín semanal de situación, el pasado viernes, la agencia sanitaria francesa señalaba que el número de casos confirmados había aumentado un 19% respecto a la semana anterior, para situarse en los 3.844.
Especial preocupación sigue suscitando el avance de la enfermedad en el departamento de Mayenne, en el oeste del país, donde la tasa de contagios es de 52,7 casos por 100.000 habitantes.
Al margen de los brotes locales, las autoridades se muestran inquietas por los casos importados, especialmente de turistas durante el período estival.
Delfraissy se mostró partidario, en una entrevista en BFMTV, de imponer ciertas restricciones a los países de mayor riesgo, aún siendo conscientes de que «el mapa puede cambiar rápidamente, y España, por ejemplo, puede convertirse en un país de riesgo«.