Expertos en psicología advierten del auge de fobias ante la pandemia como la hafefobia o miedo a ser tocado, que nace del miedo irracional que aflora al relacionar de manera prolongada el contacto físico con el contagio de la COVID-19[contexto id=»460724″] y la muerte y que puede tener consecuencias especialmente preocupantes en niños y personas mayores.
Por qué es importante: durante la pandemia se han potenciado ciertas fobias, como la social, la agorafobia (miedo a espacios exteriores o multitudes), los síndromes como el de la cabaña (el sentimiento de no querer salir a la calle por un futuro social de incertidumbre) y la hafefobia, que consiste en el miedo irracional a ser tocado por alguien o por algo o a tocar algo, según explica a EFE el psicólogo valenciano Enric Valls.
Valls afirma que es el miedo «exagerado y persistente» el que genera una fobia, que es «irracional, tóxica y que nos limita enormemente en nuestro funcionamiento», y las psicólogas Nika Vázquez Seguí y Gracia Vinagre ponen el foco en los niños y la importancia del contacto en su desarrollo emocional.
Surge por el miedo que aparece como mecanismo de defensa ante una situación en la que se produce un mantenimiento prolongado de la distancia social y por los mensajes sobre el contagio del virus que hace que algunas personas se obsesionen y paralicen con ideas como el hecho de coger el carro de la compra, chocar el codo con alguien, apretar el botón del ascensor o abrir una puerta.
Según Valls, «llevamos demasiados meses sometidos a estas medidas» que generan estrés y ansiedad prolongadas, y todavía «no vemos el final, lo que nos genera mucho más sufrimiento y angustia»; si esto lo sumamos a personalidades con alto nivel de autoexigencia muy alta, se tiene más tendencia a sufrir esta fobia.
Vinagre asegura que los mensajes llegan como un «bombardeo porque hay un peligro real», y dentro de la normalidad, añade, «es frecuente que tengamos ese miedo o fobia en diferentes grados».
A medida que vaya desapareciendo el virus, indica Gracia Vinagre, «volveremos a relacionarnos supuestamente como antes, pero los niños se están desarrollando y necesitan más el contacto», por lo que aboga por que en los entornos familiares o entre los convivientes se intensifiquen las muestras de cariño y el contacto «para que la carencia no sea tan evidente o se note tanto».
Nika Vázquez Seguí hace una reflexión sobre la gente que ya antes necesitaba un espacio vital más amplio que los demás, y que ahora siente más miedo y «no toca ni abraza incluso a sus padres, hijos o hermanos» y este miedo, añade, «va a hacer mucho daño».
La psicóloga ve aquí una repercusión a largo plazo, porque «el no tener contacto físico tiene que ver con cómo analiza el cerebro la realidad» y esto podría hacer que el no tocar a los demás «se convierta en un estilo de vida»: ya conoce casos de quien «sigue lavando toda la compra al llegar a casa, aun sabiendo que las autoridades sanitarias han indicado que este extremo ya no es necesario».
Y cuenta el caso de una paciente, que es profesora en un colegio y que está asustada: «Son los niños los que cuando alguien les pasa cerca dicen que no te acerques», dice. Los niños han interiorizado ya que es un peligro tocar a alguien, por lo que Vázquez Seguí aboga por trabajar y estar atentos con ellos y decirles cuándo es peligroso tocar y cuándo no, porque «si eres cuidadoso y tus entornos son sanos y siempre los mismos, es bueno que la gente se toque y se acaricie».
En el caso de los mayores, esta fobia, que puede no ser totalmente patológica, pero sí manifestarse de manera aumentada, puede llevar al aislamiento, porque la tercera edad, indica Valls, vive con una «soledad individual evolutiva por no trabajar o tener limitaciones físicas».
Y ya ha encontrado situaciones «de personas mayores que desde marzo no han salido de casa, así como de no tan mayores que han teletrabajado y este creencia intensa e irracional hace que no salgan y no se relacionen», según explica Valls.
Gracia Vinagre hace una llamada a que esta fobia «no perjudique tu día a día porque te puede llevar al aislamiento y emocionalmente esto no es bueno para el desarrollo cognitivo del ser humano», y coincide con Valls en estar más pendientes de las personas mayores para que «no se aíslen, porque el peligro está ahí pero hay que verlo en su justa medida».