El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, y parte de su equipo, han publicado una carta en la revista médica The Lancet donde defienden la gestión de España ante la COVID-19, resaltan la capacidad de respuesta después de la primera ola, pero admiten los fallos y apuntan a ciertos factores que han sido un lastre.
Lo más importante: en la carta, los científicos aplauden la gestión y, a la vez, reconocen las fisuras del sistema, entre las que destacan una «insuficiencia crónica de la inversión en atención primaria, salud pública, digitalización, investigación, innovación y procesos burocráticos», así como la «poca disponibilidad de profesionales formados». Aluden también a «la politización» y a un «desafortunado clima de confrontación», como lastres en la gestión.
El título de la carta –’COVID-19 en España: desde el ojo de la tormenta’– es ya una declaración de intenciones. Simón y su equipo reconocen que podría haber ido mejor, pero también ponen en el foco los puntos a favor, como que el pasado mayo se implementó una estrategia de prueba-rastreo-aislamiento y, a fines de junio, más del 80 % de los pacientes sospechosos de tener COVID-19 se sometieron a pruebas de PCR en un plazo de 24 a 48 horas, y al 90 % de los pacientes se les rastreó sus contactos.
La capacidad de PCR, según reza la carta, era entonces similar a la de otros países y se ha incrementado, hasta llegar al ratio actual de 2,563 pruebas por cada 10o,000 habitantes cada semana. El número de trabajadores sanitarios se multiplicó por tres.
Como escollos a los que se ha enfrentado España en la gestión de la pandemia, apuntan también a «las desigualdades estructurales, el envejecimiento poblacional –España está entre los países con una pirámide poblacional más invertida–, los límites en las políticas del estado de bienestar, los roces sociales y culturales y los altos ratios de movilidad».