Sí, la sarna se ha multiplicado al menos por diez en España durante la pandemia. Así lo aseguran varias fuentes médicas consultadas por THE OBJECTIVE. Y es que lo que parece una enfermedad de postguerra o incluso creída erradicada por muchos, en los últimos meses ha brotado dando lugar a una «epidemia dentro de la pandemia», afirma a este periódico la doctora Airam Jenny Dávalos Marín, miembro del Grupo de Dermatología de la SEMG.
Hace como dos años, los casos de sarna eran anecdóticos y asociados la mayoría de las veces con «circunstancias de pobreza o ligados a colectivos determinados», como en residencias de ancianos, prisiones o instalaciones militares, sin embargo, en la actualidad esta situación ha cambiado radicalmente. «Hace dos años o tres veíamos un caso o dos a la semana, ahora uno o dos al día», cuenta a THE OBJECTIVE Rosa Taberner, dermatóloga del hospital de Palma de Mallorca Son Llàtzer, que señala que «la sensación generalizada es que últimamente hay un aumento de incidencia llamativo. Es algo que siempre ha habido, pero en los últimos años ha aumentado».
Aumento de casos durante el confinamiento
En el caso concreto de la sarna, varios expertos demuestran un aumento significativo de la incidencia durante el confinamiento domiciliario respecto a la etapa previa, según un informe del Departamento de Salud de EEUU (NCBI). Y es que durante la pandemia, lejos de que los contagios se redujesen, dado que el contacto humano se limitó, los casos de sarna siguieron siendo frecuentes. «En España se comunicaron 64 casos durante el mismo período de marzo, abril y mayo de 2020, frente a 18,6 de promedio, durante el mismo período, en los cinco años previos a la pandemia», informa la doctora Marín.
Las causas pueden ser varias. Los expertos consultados por este periódico coinciden que, en primer lugar, pasar más tiempo en casa, y por tanto con los familiares, ha podido aumentar el riesgo de la transmisión del parásito a través del contacto directo o mediante fomites, un aumento que ya observaron durante los meses de invierno. Además, según la dermatóloga del Son Llàtzer, durante el confinamiento la sarna era diagnosticada tarde: «La gente retrasaba ir a consulta por el miedo de la población a salir de casa, a menos que fuera estrictamente necesario, acudiendo ya con cuadros muy desarrollados».
Demora en el diagnóstico
«Esta demora en el diagnóstico puede haber llevado a un aumento de la transmisión intrafamiliar, así que el tratamiento tópico o una sola dosis de ivermectina oral podrían explicar, en parte, el fracaso terapéutico y la progresión de la enfermedad», coincide la médica de atención primaria Dávalos Marín, que destaca la importancia del papel del dermatólogo «a la hora de formar a los médicos de atención primaria en el reconocimiento precoz de la entidad, para evitar retrasos en el diagnóstico».
En este sentido, la dermatóloga reconoce que la sarna es «difícil» de diagnosticar, ya que a veces se tiende a pensar que los picores son consecuencia de una urticaria, una alergia o una dermatitis y, por tanto, se trata «inadecuadamente».
Es lo que le pasó a María (Córdoba, 29). Ella padeció sarna en el verano de 2019 y al ser época estival lo relacionó con la picadura de algún mosquito. No fue hasta octubre cuando decidió ir a su médico de cabecera con ‘picaduras’ por los tobillos y muñecas. Sin embargo, fue en noviembre cuando un dermatólogo por lo privado le diagnosticó sarna.
A María posiblemente la sarna se la contagiase su compañera de piso por entonces, quien la pasó en marzo de 2019. «Lo primero que hice fue escribir a mi grupo de amigos para alertar», cuenta a THE OBJECTIVE la cordobesa entre risas: «Después fue comenzar con el tratamiento y meter toda mi ropa, sábanas y toallas en bolsas de basura durante 10 días, además de lavar todas las prendas a altas temperaturas».
Sí, el proceso de desinfección es «tedioso» y «laborioso», sin embargo, es la única vía para acabar con el bicho y un procedimiento que deben seguir todas las personas convivientes aunque crean que no están infectadas. Y es que a veces la sarna puede dar la cara días, semanas o incluso meses después del contagio.
Estigma y rechazo social
«¿Qué tienes sarna, pero eso no es lo que tienen los perros?», cuenta Andrés (Vigo, 25) –nombre ficticio a petición del autor– que fue lo que le dijeron sus amigos cuando les comunicó que tenía sarna. Otros ironizaban: «Qué va a ser lo próximo, ¿la peste bubónica?».
Andrés la pasó en pleno confinamiento. Era mayo de 2020 cuando las picaduras comenzaron a brotar por todo su cuerpo. En su caso, rápidamente le fue diagnosticada y cree que la vía de transmisión fue la sexual.
La sarna ha sido una infestación asociada a unas deficientes condiciones de higiene a lo largo del tiempo. Son frecuentes los brotes en guerras y hambrunas y es muy prevalente en los inmigrantes y refugiados que llegan a Europa hacinados y con unas deplorables condiciones de higiene. Sin embargo, la dermatóloga mallorquina hace hincapié: «La sarna se asocia a la higiene cuando está demostrado que no es así, ya que se transmite mediante el contacto físico o sexual sin importar el aseo de cada persona».
Este estigma ha hecho, además, que muchos piensen que es una enfermedad erradicada. Los enfermos no suelen decir que la padecen y, por tanto, lo que no se cuenta, no existe: «La gente tiene covid o cualquier otra enfermedad y lo pone incluso en sus redes sociales o estados de Whatsapp, sin embargo, con la sarna, esto no pasa. Efectivamente, la sarna jamás se extinguió, lo que pasa que la gente no sabía que había porque no se contaba», señala la experta, que concluye: «Puedes ser el más limpio del mundo y pillarla».