Las Cumbres del Clima tal y como son ahora «no aportan un avance en cuanto a la emergencia climática», porque se «sigue intentando crear vacíos legales», asegura la activista sueca Greta Thunberg que, no obstante, dice que seguirá asistiendo a ellas «porque son una oportunidad para movilizar a la población y poner el foco en lo que está sucediendo» y en lo que no se hace.
Lo señala en una entrevista en Salvados de La Sexta con el periodista Fernando González ‘Gonzo’ en la que indica que en la COP26 hay cosas que sonarán bien con «pequeñas y simbólicas victorias que no significan tanto» para que (los dirigentes) puedan decir «estamos haciendo algo». Mientras no haya más gente que salga a las calles, mientras los medios de comunicación y las autoridades no presionen a los políticos, «lo más probable es que se salgan con la suya», opina.
Thunberg cree que para atajar la crisis climática[contexto id=»381816″] hay que combatir la causa principal: la desigualdad entre países ricos y pobres.
Convertida en icono de la lucha contra el cambio climático, la activista advierte del creciente fenómeno del greenwashing y revela que algunas marcas han intentado captarla para ser su imagen ofreciéndole mucho dinero, propuestas que ha declinado siempre, asegura.
Reconoce también que se ha vuelto más cuidadosa con sus críticas porque todo lo que dice se analiza palabra por palabra y «puede ser tergiversado» pero aunque «soy autista quiero ser auténtica y sincera».
En cuanto al negacionismo climático, reconoce que lo hay en todas partes y que hay estudios que apuntan que grandes lobbies lo fomentan.
En el aspecto más personal, se ríe al escuchar algunas de las fake news sobre ella, como que es la sucesora del magnate George Soros, que una iglesia le ha designado sucesora de Jesucristo o que es una gran espía internacional.
A pesar de la fama, admite que su vida no ha cambiado demasiado, y aunque algún político la ha intentado captar, es algo que no le interesa. «Sigo siendo una adolescente, sigo con mi rutina, voy a clases, una vida muy normal», aunque ahora ya no vive con sus padres todo el tiempo, y está en un piso prestado para que la gente no sepa dónde vive. En la entrevista la joven admite que ha recibido amenazas de muerte, pero «tengo la suerte de vivir en una parte del mundo donde puedo hacer activismo», porque hay lugares donde se asesina a activistas sociales y climáticos, lo que «nos pone en posición de mayor responsabilidad» para amplificar sus voces.