¿Por qué le llamas 'multitasking' si es procrastinar?
He detectado que ese afán por meterme en más que puedo es una manera de justificar con productividad de segunda regional por qué no estoy a lo que tengo que estar
No sé en qué momento vimos como una virtud lo de hacer muchas cosas a la vez. Especialmente las mujeres éramos propensas a hacer gala de ello cuando, agotado el tema de la meteorología, la conversación entraba en la guerrita impostada de sexos. Y ahí, como arma arrojadiza, entraba lo de que nosotras hemos nacido con el gen de estar en misa y repicando.
Después de llevar un tiempo dándole vueltas, no le veo la ventaja al multitasking, salvo si lo que te gusta es acabar con la cabeza socarrada y una ansiedad más grande que tu vida. Así que me estoy quitando de ese superpoder. Ahora lo que me he propuesto es hacer sólo una cosa y no pensar en más que en eso que estoy haciendo. Concentrarse, me han dicho que se llama. Y no, todavía no me sale bien.
El multitasking es la gran engañifa de la productividad y, en mi caso, he detectado que ese afán por meterme en más que puedo es una manera de justificar con productividad de segunda regional por qué no estoy a lo que tengo que estar. Como podrás imaginar, la mayoría de las veces no estoy a lo que tengo que estar porque tengo miedo de que me salga mal, así que me autoengaño haciendo otra cosa. Esto es lo que viene siendo procrastinar de toda la vida.
Perder el tiempo es dejarlo ir en nada… procrastinar es hacer cualquier otra cosa que te evite dedicarte a aquello que tienes que hacer ahora por estar haciendo otra cosa también útil
También es cierto que confundimos perder el tiempo con procrastinar y no es lo mismo. Perder el tiempo es dejarlo ir en nada, por ejemplo, no estudiar para el examen de mañana porque tienes que pintarte las uñas con Típex. Procrastinar es hacer cualquier otra cosa que te evite dedicarte a aquello que tienes que hacer ahora por estar haciendo otra cosa también útil, por ejemplo, no estudiar para el examen de mañana porque es vital para ti hacer el cambio de armario aquí y ahora. O revisar el Whatsapp cada 20 segundos cuando lo que deberías hacer es concentrarte en acabar un artículo.
Vivo con la contradicción de tenerle pánico a perder el tiempo y a la vez encontrar la mar de gustoso mirar qué pasa a mi alrededor. Por eso no puedo culpar de mis distracciones a internet ni a las redes sociales, ya que antes de que estos inventos llegasen a mi vida, me pasaba las horas bien feliz observando cómo aparcaba la gente en la calle. El día en que sentí el impulso de indicarle a un conductor cómo aparcar y firmar la faena con dos golpecitos en la luna trasera, dejé aquella afición. Era demasiado joven para tener hobbies de octogenario.
Como esta alma de gorrilla es de buen entretener, nunca me ha agobiado lo de dejar espacios vacíos en el día. En cambio, sí que conozco casos de gente que le aterra no encadenar planes a diario y eso no es más que una manera de evitar quedarse solos con ellos mismos. Vete a saber por qué.
El caso más impactante que conozco de alguien que gestiona regular su soledad lo encontré en un chico que en un momento de aburrimiento, pensó qué pasaría si se arrancaba las pestañas una a una. En su balanza pesó más conocer que aburrirse, así que después de un rato, acabó con los párpados depilados. Espero que al menos se lo pasara bien.