¿Tiene la presbicia los días contados?
Este molesto defecto genera un importante deterioro en la calidad de vida, mayor en los países en vías de desarrollo, debido a un menor acceso a las gafas
La presbicia se define como la incapacidad de ver de cerca y de enfocar nítidamente los objetos próximos en un sujeto que antes podía hacerlo con normalidad. Es un defecto especialmente incómodo, prueba del envejecimiento de nuestro cuerpo, que puede obligarnos a llevar gafas si deseamos ver bien de cerca a partir de una determinada edad.
Se diferencia de otros defectos de refracción como el astigmatismo, la hipermetropía o la miopía en cuanto a que es un efecto que aparece vinculado a la decadencia que ocurre con la edad de una función orgánica. Es decir, no se trata de un defecto de refracción como tal.
Por ejemplo, la miopía suele producirse por el aumento de la longitud del ojo, la hipermetropía ocurre en ojos excesivamente cortos y el astigmatismo por una asimetría de las curvaturas corneales en los distintos meridianos.
La presbicia, sin embargo, se asocia a todos ellos en algún momento dado y, por tanto, es un problema refractivo que se añade a los demás defectos existentes, pero aparece siempre en todas las personas con la edad.
¿Por qué nuestra visión acaba fallando siempre?
La presbicia se desarrolla por el endurecimiento de la lente llamada cristalino. Cuando esta deja de funcionar, cambia su potencia al mirar de cerca. Es una pérdida de función progresiva.
En ocasiones, aparece prematuramente en áreas del mundo donde la exposición a la luz solar es importante, dado que en estos ambientes se oxida antes el cristalino.
También puede aparecer más rápido de lo habitual en pacientes afectados por enfermedades como la diabetes, enfermedades debilitantes, pacientes con fármacos psicotrópicos (antidepresivos en especial) y tratamientos que decaen la vitalidad del organismo, como los empleados en algunos tumores.
Sin embargo, esta deficiencia visual termina afectando a todos los seres humanos por igual. A unos les llega antes y a otros después. Suele darse a partir de los cuarenta años y, conforme nos acercamos a los cincuenta y cinco, aumenta progresivamente. Por eso, es necesario cambiar varias veces las gafas para poder mantener una correcta visión cercana.
Podemos clasificar la presbicia en tres niveles según su gravedad:
- En la primera, la incipiente, el paciente comienza a usar gafas, pero no supera 1 o 1,5 dioptrías.
- En la segunda, la intermedia, se encuentran los pacientes con dioptrías entre 1,5 y 2.
- Por último, en la avanzada el paciente usa gafas de al menos 3 dioptrías.
La demanda de una solución presiona a los oftalmólogos
Este molesto defecto genera un importante deterioro en la calidad de vida, mayor en los países en vías de desarrollo, debido a un menor acceso a las gafas. Asimismo, obliga a los individuos que la padecen a cambiar sus hábitos de vida, incorporando el uso de lentes para todas las actividades realizadas en proximidad. Además, por su elevada frecuencia en las sociedades desarrolladas, ocasiona un gran gasto médico y sanitario.
El afán por corregir la presbicia es hoy una prioridad para los oftalmólogos, presionados por la demanda de solución a este problema que padecen millones de personas. Por ello, también se ha convertido en uno de los principales motores de desarrollo de la tecnología de las lentes intraoculares durante los últimos veinte años.
Un defecto visual común todavía sin solución
Hoy en día la presbicia puede tener tratamiento, aunque este no es igual en todos los pacientes. Lo más habitual es corregirla mediante el uso de gafas. Se pueden emplear, por ejemplo, unas multifocales, que tienen un proceso de adaptación de varias semanas.
Pero se ha demostrado que estas pueden influir negativamente en las personas que las usan. Por ejemplo, hay riesgo de sufrir caídas con más frecuencia que antes de usarlas debido a la distorsión que causan en el campo visual. Estas suceden, sobre todo, al bajar escalones, cruzar calles o pasar por rampas de distinto nivel.
Por el momento, no existe otro tipo de tratamiento con fármacos, aunque puede que esto se consiga a lo largo de los próximos cinco años y que sea efectivo para la presbicia incipiente intermedia.
Mientras tanto, los únicos utilizados son los colirios. Los estudios que se están realizando al respecto aún están en fase de experimentación clínica. Actualmente, la Universidad Miguel Hernández está llevando a cabo uno de ellos, junto con la Universidad Colombiana de Bucaramanga, y ya se ha ensayado en España.
En cuanto a las soluciones, por ahora, son todas quirúrgicas. Para las personas con presbicia menos desarrollada, se puede utilizar láser Excimer, con la técnica PresbyLASIK, que es el tipo de operación más usado para corregir defectos como la miopía o el astigmatismo. Consiste en levantar (no extirpar) una capa muy fina de tejido corneal para poder modificar la córnea.
Por su parte, para pacientes con presbicias avanzadas, se puede utilizar la cirugía intraocular. Esta consiste en la sustitución del cristalino por una lente que proporciona varios focos o lentes multifocales.
Cuándo habrá una solución para la presbicia
La investigación de la presbicia ha sido hasta ahora difícil, debido a que no se ha dado todavía con ningún tratamiento que pueda restablecer la acomodación, reblandeciendo el cristalino. Por eso uno de los tratamientos que se ofrece en la actualidad busca este efecto, aunque no se ha demostrado todavía su eficacia.
La mayoría de los tratamientos buscan crear una multifocalidad, bien en la córnea, o bien con lentes intraoculares que se implantan para sustituir el cristalino.
Asimismo, en los últimos años se han probado distintas alternativas que han permitido mejorar el enfoque quirúrgico cristaliniano de la presbicia. Por ejemplo, las lentes multifocales dividen la luz en varios focos, mientras que las EDOF, alargan el foco de tal manera que pueden abarcar diferentes distancias, pero nunca al alcance que puedan proporcionar las multifocales. La ventaja de estas últimas es que dan menos reflejos o molestias visuales.
No obstante, corresponde al médico oftalmólogo aconsejar al paciente sobre la solución que mejor se adapte a sus necesidades, dado que esto depende del estilo de vida del paciente, su trabajo y la necesidad que tenga de poder ver a distintas distancias, en particular en condiciones laborales. Este profesional es el único que puede indicar adecuadamente qué hacer para que el resultado sea el más favorable dadas las tecnologías existentes.