Maternidad en España: menos hijos de los deseados y a edades tardías
El envejecimiento de la población, las migraciones, la despoblación rural y el retraso de la maternidad son una parte nuclear del futuro de nuestras sociedades
Sabemos que Europa tiene ante sí un desafío demográfico y que la Unión Europea analiza desde hace años qué políticas públicas poner en marcha capaces de afrontarlo.
El progresivo envejecimiento de la población, las migraciones, la despoblación rural, la caída de la fecundidad y el retraso de la maternidad o los procesos de conciliación son una parte nuclear del futuro de nuestras sociedades y del pilar europeo de derechos sociales.
¿Cómo podemos garantizar el bienestar social si no aseguramos el relevo generacional en sociedades cada vez más envejecidas? ¿Cómo facilitar y potenciar las aspiraciones y posibilidades vitales de quienes desean tener descendencia? Las transformaciones en los roles familiares y de género pesan sin duda en la diversificación de las formas de convivencia, la vida familiar o las aspiraciones reproductivas, y repercuten en la caída de la fecundidad, pero la maternidad y la paternidad siguen siendo hitos clave en la biografía vital.
De ahí que, en diciembre de 2018, desde el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud decidiéramos realizar una encuesta en busca de algunas claves para el caso español, centrando la mirada en la maternidad y consultando a 1 900 mujeres entre los 18 y los 35 años de todo el territorio nacional.
Percepción de la maternidad por mujeres jóvenes
¿Cómo perciben las mujeres jóvenes la maternidad? ¿Qué imágenes proyectan, qué priorizan y qué pesa más en su toma de decisiones? Maternidades juveniles indagaba sobre sus decisiones presentes y futuras alrededor de la maternidad y sobre el contexto familiar, social, económico y laboral que rodea la decisión de ser madre.
La evolución de los últimos años evidencia un aumento continuo de la edad media de maternidad, tanto a nivel nacional como europeo. En 2019, la edad media de maternidad en España era de 32,3 años frente a los 30,9 de media en la UE. Si atendemos al porcentaje de nacimientos ocurridos en madres entre los 18 y 35 años, edades que contempla nuestro estudio, observamos un progresivo descenso: entre 2004 y 2019, el porcentaje de nacimientos ocurridos en madres de estas edades en España pasó del 82,1% al 66,5%, y en el caso europeo, aunque la caída es menos acusada, también se aprecia esa misma tendencia y la cifra pasó del 85,3% al 78,9%.
El descenso es especialmente pronunciado en España y algunas de las razones las podemos encontrar en la dificultad del país para ofrecer una coyuntura sociolaboral favorable a sus jóvenes, unas condiciones que les permitan tener una proyección laboral y les aseguren la emancipación residencial.
Desempleo y fecundidad
De hecho, es mucha la literatura que relaciona el desempleo, especialmente en mujeres, y la inseguridad económica con un fuerte impacto negativo sobre la fecundidad, así como el vínculo directo de tres obstáculos clave que dificultan el cumplimiento de los deseos sobre la fertilidad: el desempleo y la inestabilidad laboral; las deficientes políticas sobre conciliación y las medidas de «austeridad» y las desigualdades de género en las prácticas familiares y en ámbitos específicos del «Estado del bienestar».
Entre los factores que las mujeres encuestadas apuntan de forma directa como condiciones importantes a la hora de tener hijos destacan, en primer lugar, la estabilidad laboral o financiera: tener un trabajo estable, contar con un lugar para vivir y tener solvencia económica; seguido por un segundo bloque de cuestiones que tienen que ver con el cuidado de hijos e hijas en compañía (con una pareja o con la red familiar) o bien conciliando con la vida laboral.
De hecho, si atendemos a las condiciones que tenían las mujeres en el momento de asumir la maternidad, el primer embarazo, la mayoría declaraba haberlo hecho contando con una estabilidad material y emocional: una situación laboral estable, en situación de convivencia en pareja y con emancipación residencial. Obviamente esto no es así para todas, y el estudio subraya también diferencias significativas, con una mayor tasa de actividad y estabilidad laboral, entre las mujeres de más edad, las de clase alta, residentes en grandes ciudades y con estudios medios o superiores.
Es decir que, en términos generales y claramente aspiracionales, se tiende a tener hijo/as cuando la situación económica y la estabilidad laboral lo permiten. Son madres, en promedio, las que, deseándolo, pueden permitírselo, quienes tienen unas condiciones de estabilidad que se consideran razonables. Algo, cuanto menos, poco usual en estos tiempos de incertidumbres y entre una juventud muy castigada por un mercado de trabajo precarizado y el difícil acceso a la vivienda.
El desfase entre querer y poder tener hijos
Las mujeres encuestadas, además, declaran en porcentajes elevados el deseo de tener libertad en la decisión de tener o no tener hijos o de aplazar la decisión a voluntad de la mujer. Y el 47% considera que, gracias a los avances médicos, es posible retrasar la decisión de ser madre sin tener problemas. Respuestas que tienen mucho que ver con el desfase que existe entre el querer y el poder, entre el número de hijos/as deseados, que asciende a dos de media, y los que efectivamente se tienen.
Porque, además, sigue primando la idea de gratificación personal que rodea a la maternidad: alrededor del 60% de las madres cree que la maternidad es una fuente principal de satisfacciones en la vida.
Así pues, asistimos a una coyuntura socioeconómica y laboral que se traduce en pautas y decisiones de planificación familiar que median directamente entre los deseos personales y los avatares vitales. Con una población juvenil que en España se emancipa, de media, a los 29,8 años y con un mercado laboral en que la tasa de desempleo juvenil en 2021 (29,2%) duplicaba la media europea (13,3%), y con la tasa de temporalidad más alta de toda la UE, en la práctica las mujeres jóvenes deciden esperar, postergar o paralizar su maternidad, pues no queda apenas espacio para la dedicación a los cuidados y las relaciones afectivas.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.