Anna, la carta abierta de un futuro truncado por la guerra
Antes estudiaba en Kiev y hacía vídeos para TikTok. Ahora Anna Kozak es una refugiada de guerra en Italia.
Hace tan solo dos o tres meses Anna Kozak, de veinte años, vivía en Kiev con un futuro prometedor, con unas tremendas ganas de comerse el mundo, con una vida que florecía en el inicio de esta primavera ahora rota en pedazos. Estudiaba en la Universidad y trabajaba en el mundo de las redes sociales, realizaba vídeos de TikTok para algunas marcas y por eso, alguna gente, la reconoce en su país. Las fotos muestran a una joven que nunca pudo imaginar lo que la vida le depararía. Ahora mensajea desde Italia preguntando casi a cada hora cómo están los suyos. «Soñaba con graduarme pronto y luego desarrollar nuevos proyectos, me interesaba la moda y el mundo digital, me gustaba ir a clases de baile…», explica nostálgica. Anna sabe que nada de eso existe ahora. Esta es la historia de una vida rota a la mitad cuando estaba a punto de comenzar.
Ahora un icono de localización en su biografía de Instagram dice: «Now Varese» (ahora en Varese). Su nueva realidad se define en esas pocas palabras. Se encuentra en Italia, en esta pequeña región entre el Lago de Como y Milán, ahora es una refugiada de guerra y ha tenido que elegir un lugar seguro dejando atrás a un padre que, afortunadamente, no lucha pero es militar y una madre responsable de su abuela enferma, a la que no puede dejar sola. Anna llegó a Italia hace unas tres semanas con varios familiares que decidieron hacerse cargo de ella en el viaje y acogerla. Una práctica muy habitual, en el país transalpino reside la mayor comunidad de ucranianos de Europa, más de 240.000 antes de que comenzase la guerra. Esto hace que muchos lleguen para reunirse con un familiar que les da cobijo, que les ayuda a emprender una vida nueva y les echa una mano con el idioma. Ella por suerte habla inglés. Muchos de los que huyen no han tenido la oportunidad de estudiarlo y sufren mucho más la salida de su país.
«Tenemos que construir una vida aquí mientras tanto, no puedo dejar de vivir»
Anna no me sabe responder cuánto tiempo estarán aquí. Desde que comenzó la guerra la medida de los días y las horas que pasan se ha diluido, hay una falta de sentido en casi todo lo que uno hace desde que se levanta hasta que se acuesta. «No sé cuánto tiempo tendremos que estar aquí, yo solo pienso y espero que sean unos pocos meses. Pero luego me doy cuenta de que tengo que ser realista de que tenemos que construir una vida aquí mientras tanto, que no puedo dejar de vivir», explica Anna. Todo es una espera, un reloj de arena que marca el tiempo hasta que llegue lo que más anhela «la paz».
Su localización marcada en las redes sociales y en su presencia física es Italia, pero su mente está siempre en otro lugar, en su Kiev natal. Explica que la situación ahora está un poco más tranquila, aunque las víctimas siguen siendo diarias y la vida sigue siendo increíble de creer en un país como el suyo en 2022. No solo es el riesgo inminente de que una bomba cambie tu vida, o termine con ella, también la nueva realidad de un país a trozos. «Todos en mi casa están bien, pero mi madre ha perdido su trabajo y ahora, obviamente, es imposible encontrar otro. Yo la llamo cada día, es la persona más importante para mí, pienso en ella todo el rato», dice conmovida. Su padre, es militar, pero no trabaja en el campo de batalla, sino en la parte organizativa. Eso la hace respirar de algún modo tranquila.
¿Sus amigos? ¿Dónde está la generación que crecía con ella en una capital de costumbres europeas, de ambiente abierto, llena de vida? «Muchos de ellos quieren ir a luchar, pero no les dejan porque no están preparados, aún así no pueden salir del país. Otros están desperdigados por diferentes países de Europa, todos intentamos entender qué nos ha pasado». La vida que cambia en unas semanas delante de los ojos y la incapacidad de saber admitirlo, de administrar tanto dolor, tanta incerteza. «Antes era una joven, ahora me siento una mujer, siento que he tenido que convertirme antes de tiempo en una mujer adulta. Antes tenía todo y ahora no siento ningún escalón que subir, nada que alcanzar bajo mis pies, ningún objetivo delante de mis ojos. Aún así… ¿Qué me queda, solo ser positiva con la vida?».
«Antes era una joven, ahora me siento una mujer, siento que he tenido que convertirme antes de tiempo en una mujer adulta»
Hace unos días se reunió con sus amigos en Milán, algunos de ellos han elegido venir a Italia también para refugiarse. «Como generación tuvimos una conversación muy importante, pero también muy desoladora. ¿Qué es esta era que nos ha tocado vivir? Dijimos. Estamos devastados mentalmente, por dentro, porque es muy difícil tener 20 años y no entender nada de lo que pasa cuando estás a punto de construir una vida nueva. No estábamos preparados para un momento así, para una experiencia así y es duro pensar en haber dejado a nuestras familias atrás. Pero vamos a usar cualquier oportunidad para desarrollarnos, cualquier grieta para entrar en el mundo y crecer», dice finalmente.
Se encuentra bien en Italia, aunque se queja de una burocracia lenta y agotadora que aún no le ha permitido adquirir su «permesso» (permiso de residencia). ¿Qué hace cuando se levanta cada día? Anna intenta seguir con su día, asistir a las clases online que la Universidad de Kiev ha intentado mantener para que el tejido joven de su país algún día pueda volver a crecer y formarse decentemente, pero es difícil concentrarse para ella. «La gente no puede acceder porque muchos no tienen Internet o no están bien anímicamente para hacerlo. Piensa… ¿Cómo van a conectarse a una clase si no tienen acceso a agua ni a luz? Todo lo que ahora estudiamos no creo que tenga un valor, tenemos la cabeza en tantas otras cosas», expresa.
Sus palabras para este reportaje son una carta abierta de una generación rota que intenta luchar para seguir. Su mensaje al mundo es de socorro, de escucha. «Esta no es solo la guerra de Putin, nos duele que muchos rusos también lo apoyen, que hagan daño con su propaganda». Crece la línea que separa una sociedad que algún día pudo estar cerca, los jóvenes rusos y ucranianos no se soportarán porque esta guerra ha creado dos bandos. «Quiero que todo el mundo entienda que creemos en los valores de libertad de la Unión Europea. Si Putin arrebata definitivamente Ucrania, no nos conformaremos tan fácilmente y no seremos los únicos», explica.