La vuelta al mundo de Elcano, en moto de agua y 500 años después
Álvaro de Marichalar simula la gesta del explorador español tratando de ser el primero en la historia que lo realiza con una embarcación más pequeña
Vayamos al germen. Juan Sebastián Elcano se embarcó el 10 de agosto de 1519 en una expedición que terminaría tres años más tarde. De una tripulación de 239 personas, apenas 18 la acabaron con vida. Su periplo, junto a Fernando de Magallanes, pretendía alcanzar las ‘islas de las especias’, que son actualmente las Molucas, en Indonesia. El objetivo, abrir una ruta comercial entre el Atlántico y el Pacífico después del ‘fracaso’ de Colón intentando llegar a las Indias. Partieron cinco naves y solo la completó una, la Nao Victoria. Al regresar a Sevilla, puerto de origen, el 8 de septiembre de 1522, consiguieron dos hazañas: ser los primeros en dar la vuelta al mundo y demostrar que la Tierra es esférica.
Cinco siglos después, su gesta ha provocado conmemoraciones, actos oficiales, inauguraciones varias en honor a los exploradores españoles y copias de mayor o menor envergadura. En este último apartado hay una que supera al resto: la de Álvaro de Marichalar. El aventurero, de 61 años y con 40 de andanzas parecidas en la mochila, está tratando de homenajear aquel viaje a su manera: el 10 de agosto de 2019 se despidió de la capital andaluza a lomos de una moto acuática. O lo que él llama «una embarcación de tres metros de eslora»: la más pequeña de la historia de la navegación que haya rodeado el globo terráqueo.
A este corcel motorizado lo ha denominado ‘Numancia’. Nombre que también da título al documental donde explica el proyecto. «Estamos todos juntos, en un destino común», alega en el tráiler de la película, aún en proceso, «y nuestra misión consiste en concienciar, en enseñar lo que ocurre, preguntar a las personas para que nos digan qué está pasando y aprender a respetar a la naturaleza entre todos». Una letanía que Álvaro de Marichalar repite al otro lado del teléfono, desde Bacalar, al sur de México. Aguarda las últimas horas antes de cruzar a Belice y se extiende en sus propósitos: «Estoy testificando cómo el vertido de basura al mar y la pesca ilegal están acabando con los océanos. Y quiero acompañarlo con soluciones”, apunta.
Marichalar acompaña sus conclusiones con algunas alternativas que se ha encontrado por el camino. Cuenta, por ejemplo, una iniciativa mexicana para transformar el plástico en combustible. O la intención en algunas zonas turísticas de cambiar la caza de tiburones por su uso recreativo. Pero antes de hablar de estas ideas, relata sus etapas hasta el continente americano. «Fui a Getaria a rendir homenaje a Elcano en su ciudad natal; continué por la costa portuguesa, país de Magallanes, y luego por el Mediterráneo a Marsella, Barcelona, Valencia y Gibraltar», enumera. En estas rutas iba en «riguroso solitario».
Del estrecho zarpó a Guadalupe, terreno insular francés de las Antillas. Le asistió un barco de exploración galo, el Yersin. Llegó el día de Navidad de 2019. Y siguió solo por el Caribe hasta Miami, donde entró in extremis el 16 de marzo de 2020: «Ya se había decretado el cierre por la pandemia. Me dejaron con una visa especial», rememora. La epidemia de covid-19 detuvo casi dos años su singladura. Hasta que el 19 de febrero volvió a la carga: Florida, Alabama, Luisiana, Texas y México. «Suelo navegar 12 horas al día, pero mi tope fueron 50 sin parar», comenta sobre el método: «Y siempre de pie, para evitar lesiones de espalda».
Este «duro y complicado desafío», continúa, comenzó por culpa de Miguel de la Quadra-Salcedo. «Él me avisó en 2009 de que diez años después se cumplían 500 años del viaje de Elcano. Y ya me puse a prepararlo», recuerda el aventurero, bregado ya en este tipo de retos. Cuando tuvo el plan y dio el salto definitivo en Sevilla, incluyó un apartado esencial: narrar desde el empirismo las amenazas que penden sobre los océanos. «En el mar no hay control. Y es una pena, porque al planeta se le debería llamar planeta Agua, no planeta Tierra, porque este medio ocupa un 70%. De esta superficie, un 95% está descontrolado. Y hay sobrepesca, pesca ilegal, toneladas de desechos (mayoritariamente plásticos), que acaban con él», lamenta el miembro de la Academia del Mar.
Para Álvaro de Marichalar, el problema es la «codicia» del ser humano y el poco respeto hacia el entorno. «No nos respetamos ni a nosotros mismos ni a la naturaleza. Y yo siempre hablo de la expedición interior antes que la exterior: tenemos que conocernos y respetarnos a nosotros mismos y partir de ahí hacia los demás. Como eso falla, hay guerras, desprecios…», cavila. En sus tribulaciones principales se encuentra la presencia ubicua de plástico: «Hay mucho que se ve, pero más que no se ve. Son los microplásticos, que se van deshaciendo por el sol y acaban en los animales y, por tanto, en nosotros. Se calcula que ya cargamos con la cantidad similar a una tarjeta de crédito de plástico en nuestro torrente sanguíneo, y por eso vienen las enfermedades, los trastornos…», ilustra, arengando contra la deforestación el esquilme de recursos y clamando por el uso caprichoso que hay en torno al cambio climático: «El poder se aprovecha para asustarnos».
«Habría que educar para que actuemos con sabiduría», advierte, «porque las leyes y las normas pueden ser útiles, pero están al servicio del poder mafioso». Álvaro de Marichalar critica la falta de conciencia –una de sus palabras, ya saben, sobre las que incide- y la ausencia de reivindicación del pasado. «España no se enorgullece de su historia, y por eso nos va tan mal. No honrar a tantas personas que murieron por nuestro país y, por ende, por Europa, trae unas consecuencias nefastas», arguye, señalando de nuevo a la esfera política: él, de hecho, probó suerte en ese gremio cuando encabezó la lista de UPyD (Unión, Progreso y Democracia) para Soria en 2008. O cuando montó Omnia Europa, en 2019, definido como «un partido político sin políticos». Últimamente, además, ha participado en manifestaciones contra la Independencia de Barcelona o ha pedido el voto para Vox en el parlamento europeo.
Sus esfuerzos, en cualquier caso, se enfocan ahora mismo en mantener esta proeza y fundirse, simbólicamente, con Elcano. «Ambos compartimos la misma filosofía, aunque tenemos medios distintos. En algunas cosas ellos llevaban ventajas, pero a mí me faltan otros instrumentos. Me caigo varias veces al mar; paso hambre, sed, miedo. Mi situación es radicalmente extrema, pero el alma de la aventura, desde los egipcios, los exploradores como Magallanes, Vasco de Gama, Blas de Lezo o Enrique El Navegante y quienes van a la luna, es semejante», reflexiona. Ese espíritu común es el del conocimiento, esgrime.
Y el conocimiento, la sabiduría, no es más que un encuentro con la verdad. Esa coalescencia la siente Álvaro de Marichalar en su pequeña embarcación. Es su «catedral del agua» porque mientras surca el horizonte conecta con «el universo, con el todo, con Dios». «Observo y compruebo lo frágiles que somos, pero vivo la libertad», añade. El aventurero esquiva recrearse en los riesgos y afirma que lo mejor es palpar la riqueza del mar y de la gente. «Te asombras de lo que te aportan y de su interés», anota. En México, además, ha notado un gran potencial y una cercanía conmovedora. Este aliento le sirve para lanzarse de nuevo hacia sus próximos episodios por Centroamérica hasta Panamá y por la costa oeste norteamericana hasta el estrecho de Bering, donde intentará cruzar a Rusia y proseguir hasta que pise de nuevo Sevilla. Aún le quedan meses por delante para converger con Elcano y ratificar que el mundo es esférico, aunque, cinco siglos después, está lleno de residuos.