¿Es la mente del bebé un papel en blanco?
Al contrario de lo que se piensa, la mente de un recién nacido llegan al mundo con notables capacidades de aprendizaje
Los filósofos Aristóteles y John Locke sostenían que la mente del bebé es un lienzo en blanco. Para enfatizar esta idea, el primero usó la conocida metáfora tabula rasa.
Una tabula era la tablilla con delgada capa de cera en la que escribían los romanos. La palabra rasa significa «en blanco», «vacía». Así que la expresión tabula rasa viene a significar que el ser humano nace con la mente «vacía», en blanco.
Por el contrario, Platón y otros han considerado que el recién nacido tiene inclinaciones cognoscitivas innatas. Es decir, que salimos al mundo con notables capacidades de aprendizaje. Para avanzar y probar científicamente esta última hipótesis, académicos notables investigan y diseñan diversos experimentos.
Examinemos lo que han descubierto algunos de ellos en más de treinta años.
El experimento del bloque que «vuela»
El campo de especialización de Susan Hespos, investigadora de la Northwestern University de Chicago, es precisamente la cognición del bebé. Sus pesquisas abarcan el procesamiento analógico, la relación entre pensamiento y lenguaje y el razonamiento físico.
Así, por ejemplo, se sabe que los pequeños desarrollan con mucha rapidez su percepción visual. En efecto, desde los tres o cuatro meses avanzan de manera acelerada en ese proceso. Partiendo de este hecho, Hespos ha diseñado experimentos para medir el tiempo que el pequeño mira atentamente un objeto, filmando su cara con una videocámara.
Uno de ellos consistió en colocar una caja con un pequeño bloque encima. Una ayudante lo movía de un lado a otro sobre la caja, lo que atraía la atención infantil unos treinta segundos. Pero pronto se distraía, aburrido.
Luego, con un ardid, movieron el bloque fuera de la caja y éste se mantuvo en el aire. Los ojos del pequeño miraron fijamente ese hecho insólito por el doble de tiempo. Parecía preguntarse por qué no caía al suelo, como esperaba.
El tiempo que el bebé dirige su vista sobre el objeto se alarga si se trata de un suceso inesperado. Así, cuando el sujeto del experimento observaba el bloque «levitando», se sorprendía porque no veía actuar la fuerza de gravedad, que conocía bien por su experiencia en arrojar y dejar caer objetos. Sus expectativas eran cuestionadas, lo que demuestra que a tan corta edad no dependemos de otros para adquirir conocimentos.
Hespos y su colega Krysty vanMarle también descubrieron que muy pronto desarrollamos habilidades matemáticas rudimentarias: los bebés de seis meses son capaces de distinguir cuál es la imagen que contiene más puntos. Y con diez meses pueden elegir la taza con más líquido. Además, a esa edad siempre se decantan por los recipientes que tienen mayor cantidad de alimentos.
Escaneando la mente del bebé
También ha indagado en el asunto Rebecca Saxe, investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Boston, que estudia la cognición social humana. En sus trabajos utiliza una combinación de pruebas de comportamiento y tecnologías de imágenes cerebrales. Sobre todo, analiza el procesamiento de conceptos abstractos para comprender estados mentales de otras personas.
Con su equipo de investigadores, Saxe ha preparado con mucho cuidado un protocolo para escanear cerebros mediante resonancia magnética. En el caso de los bebés, debían lograr que estuvieran despiertos e inmóviles durante mucho tiempo para observar cómo entienden y aprenden lo que ven. Los científicos experimentaron muchos problemas en el intento de explorar el primer cerebro infantil, pero después de varios años y muchas tentativas, lo lograron.
Nuestros cerebros de adultos presentan diferentes regiones con funciones distintas. Concretamente, hay dos zonas que desarrollan trabajos muy importantes: una identifica rostros y la otra reconoce escenas.
Durante el estudio, el bebé miraba vídeos de ambos tipos de representaciones. En las imágenes obtenidas con el resonador podía apreciarse con nitidez que la zona activada al reconocer personas era el lóbulo occipital derecho, mientras que el occipital izquierdo se activaba cuando identificaba escenas. Pero lo sorprendente fue que se registraba gran actividad en la región frontal de ambos lóbulos.
Este hecho era valioso por su similitud con la actividad neuronal del adulto cuando se concentra en algo muy interesante. Descubrieron, pues, que el cerebro con pocos meses de edad funciona de forma muy semejante al de los mayores.
Superdotados para identificar rostros y sonidos
El reconocimiento de los individuos a primera vista, poniendo atención a la información facial o corporal, es importante para las especies sociales.
Localizar a un amigo entre una multitud de personas es una tarea difícil, pero tratar de encontrar un mono determinado en un estadio lleno de ellos parece imposible. Pues las investigaciones científicas revelan que un observador de seis meses de edad haría bien esta tarea.
Los bebés recuerdan y reconocen mejor las caras de los monos que los niños mayores y los adultos. Y de igual manera, identifican más fácilmente los sonidos lingüísticos de diversas lenguas que los niños mayores y los adultos. Cuando crecemos, apuntan los investigadores, se va desconectando esa capacidad de reconocer rostros y sonidos, lo cual sugiere que esta facultad se aprende y refina más tarde.
En este artículo reseñamos sólo tres experiencias entre otras muchas que se han estado llevando a cabo para conocer mejor la mente del bebé. Estas experiencias muestran que los pequeños son más inteligentes de lo que creemos. Cuando abren los ojos, aprenden más que un adulto estudiando un libro o investigando.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.