La abadesa de Belorado terminaba su mandato tres semanas antes de su 'rebelión'
Los plazos y la falta de conocimiento de algunas monjas sugieren que la superiora pretendía aferrarse al cargo
El «manifiesto católico» difundido el pasado 13 de mayo por la abadesa del convento de las clarisas de Belorado y Orduña, Sor Isabel de la Trinidad, habla de que el concilio Vaticano II es el «mayor latrocinio de la historia» al haber «robado la fe a millones de creyentes tras la bandera de la apostasía». Además, detalla las supuestas «herejías» cometidas por los papas posteriores a Pío XII, a quienes considera «usurpadores» del trono de San Pedro.
Sin embargo, esta curiosa historia, que ha llenado portadas y telediarios en las últimas dos semanas, bien podría no tener nada que ver con temas doctrinales o de visión eclesial. Y tal vez ni siquiera la cuestión principal sea la económica, supuesto germen de la polémica tras la negativa del Vaticano a autorizar la compra-venta del convento de las clarisas en Derio.
En cambio, es posible que toda esta situación tenga más que ver con la posición de la propia madre, que ha liderado a las monjas de Belorado y Orduña hacia posturas consideradas «cismáticas» en el seno de la Iglesia. Y es que, cuando Sor Isabel firmó el famoso manifiesto en el que rompía con la Santa Sede, le quedaban tres semanas en el cargo.
Justo antes del relevo de la superiora
En efecto, el mandato de Sor Isabel como abadesa de las clarisas de Belorado caduca este miércoles 29 de mayo. Después de doce años al frente del convento, la actual superiora ya necesitó un permiso especial de Roma para completar este último mandato, por lo que ya ha agotado todas las vías, ordinarias y extraordinarias, para mantener el cargo. Esta circunstancia es la que podría haber empujado a Sor Isabel a iniciar su rebelión contra la Iglesia Católica.
De hecho, en el comunicado conjunto que el arzobispo de Burgos —donde está incardinado el monasterio de Belorado—, Mario Iceta, y el obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde —de quien depende el monasterio de Orduña—, publicaron el 13 de mayo, se explica que el delegado para la vida consagrada mantuvo una conversación telefónica con Sor Isabel en la que se confirmó que el día 29 se procedería a la elección de una nueva madre. Esto ocurrió unos días antes de que estallase el caso. En esa misma llamada, se acordó que el 27 de mayo, dos días antes del relevo, se realizaría una visita canónica al monasterio de Belorado y, al día siguiente, otra al de Orduña. «Conviene destacar —añade el comunicado— que, agotadas todas las posibilidades de reelección según el Derecho Canónico, para la última elección de Sor Isabel como abadesa necesitó el permiso expreso de Roma».
Fuentes del Arzobispado de Burgos han afirmado a THE OBJECTIVE que su única intención con el citado comunicado fue la de «trasladar una sucesión de hechos», entre los que está la fecha de salida de Sor Isabel como superiora. Si bien «no pueden afirmar ni sugerir» que la intención de ésta fuese perpetuarse en el cargo, «lo que sí es cierto y pueden afirmar es que Sor Isabel no podía ser reelegida el próximo 29 de mayo».
Sin conocimiento de algunas hermanas
Otro elemento que apoyaría la tesis de que la abadesa lideró la revuelta con intención de aferrarse al cargo tiene que ver con el modo en que se tomó la decisión intramuros del convento. En este sentido, existen dudas sobre si Sor Isabel comunicó sus planes al resto de las monjas. La Regla de Santa Clara, por la que se rige el monasterio, indica que «la abadesa está obligada a convocar a sus hermanas a capítulo [reunión de las hermanas] por lo menos una vez a la semana» y que allí deben tratarse «las cosas para utilidad y decoro del monasterio», que deben hablarse «con todas sus hermanas».
Pues bien, Sor María Amparo, la monja que hace unos días abandonó el convento de Belorado tachando de «secta» la deriva que el monasterio había tomado bajo la tutela del falso obispo Pablo de Rojas, se refirió a esta cuestión en una entrevista para el Diario de Burgos. La religiosa afirmó que se enteró de todo lo relativo al manifiesto unas horas antes de hacerse público y que le transmitió a De Rojas que ni ella ni otra de las monjas, Sor Pilar, ni las hermanas más mayores sabían nada al respecto. Añadió que toda la operación «no era lícita sin haber tenido una reunión del capítulo». «Me ha extrañado que hayan tomado una decisión tan seria sin contar con el capítulo de la comunidad. No se puede tomar una decisión de estas sin contar con el capítulo, y no ha habido ninguna reunión. Me lo han dado todo hecho», añadió Sor María Amparo.
Es por esta circunstancia que la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada (organismo de la Conferencia Episcopal Española) ha solicitado que cada hermana del monasterio pueda expresar su postura en el ejercicio de su libertad de conciencia. «El desarrollo de los acontecimientos sugiere que no todas las hermanas suscriben la ‘carta’ de la abadesa», añade su comunicado.
Igualmente los obispos Iceta y Elizalde apuntan a que Sor Isabel firmó el manifiesto rupturista «en nombre de todas las hermanas, aunque dicha afirmación de unanimidad no aparece contrastada en el documento y habrá que verificarlo (solo aparece la firma de Sor Isabel)».