Los grupos que luchan contra el turismo carecen de unidad y pagan la desmovilización
Los organizadores no logran mover masas, pero las imágenes de ataques a visitantes han dado la vuelta al mundo
Turistas rociados con pistolas de agua, comensales increpados en las terrazas y hoteles precintados. No es la primera vez que los visitantes sufren ataques turismofóbicos en Barcelona, aunque estos se han intensificado en lo que podría convertirse en el verano más masificado de la historia de este destino, entre otros motivos por el auge de viajeros procedentes de Estados Unidos.
Fuentes del sector turístico consultadas por THE OBJECTIVE señalan que en la amalgama de grupos que convocan las protestas antiturismo, con epicentro en la capital catalana aunque se han extendido a otras ciudades como Málaga, hay dos sectores enfrentados entre sí: el ala más radical y hostil con los visitantes, más cercana al independentismo de la CUP, y los movimientos vecinales que se limitan a reclamar un decrecimiento en la llegada de visitantes, más alineado con las tesis de los comunes de Ada Colau.
No todos los convocantes hacen suyas las agresiones a turistas en plena calle, que han tenido mucha repercusión en la prensa internacional, especialmente la de Reino Unido, uno de los principales mercados emisores de turismo con destino a Barcelona. Las protestas integran un rompecabezas de entidades turismofóbicas, a favor del decrecimiento o contrarias a eventos internacionales como la Copa América de vela.
Desde el sector del turismo recuerdan que las protestas turismofóbicas en Barcelona se remontan a hace ocho o nueve años. Ahora consiguen más simpatía vecinal por la masificación, pero más allá de la división, estas plataformas se enfrentan a su limitado poder de convocatoria.
En la última manifestación en Barcelona, 140 asociaciones reunieron a 3.000 asistentes, poco más de 20 personas por organización. En Girona, 400 manifestantes acudieron al llamamiento de 40 grupos, que captaron así a una media de diez fieles cada uno.
«Lo que no tiene ningún sentido es no querer turismo en Barcelona y coger un avión para irnos a Londres, Milán, Roma, Venecia o Estocolmo a hacer nuestra actividad turística», plantea Xavier Franquesa, empresario barcelonés del sector del turismo y del ocio nocturno. Alerta de que «lo que puede producir este movimiento turismofóbico de hacerle caso es un profundo clasismo, volvemos a hace 100 años donde solo los ricos viajaban y los pobres no podían permitirse unas vacaciones más allá de 15 kilómetros de casa».
Franquesa considera que «las Administraciones tampoco ayudan», ya que el intento del alcalde Jaume Collboni para cerrar los pisos turísticos «va contra la directiva directiva europea Bolkestein y contra el libre mercado», pues «no se puede cerrar un negocio sin dar ninguna indemnización». Un escenario que no cree que se llegue a producir. El empresario apuesta por no promocionar el turismo de borrachera, luchar contra los apartamentos turísticos ilegales y construir pisos públicos de alquiler como solución a la falta de vivienda.
Martí Sarrate, vicepresidente de Acave, alerta de que «cada vez hay más turismofobia», por lo que considera importante «gestionar bien» el turismo. Defiende promover los viajes sostenibles, la captación de perfiles como el estadounidense, con un «poder adquisitivo altísimo» o el turismo gastronómico, así cono «desestacionalizar y descongestionar para que haya más equilibrio durante todo el año».
Rodolfo Núñez, responsable de Engel & Völkers en Málaga, añade que también en esta ciudad «ha habido manifestaciones centradas en los apartamentos turísticos y la necesidad de regularlos». Sin embargo, coincide en que la solución real pasa por «sacar al mercado viviendas a diferentes precios», aunque recuerda que es responsabilidad de las administraciones liberar suelo y promover pisos sociales.