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Las claves genéticas para que los deportistas mejoren su rendimiento y eviten lesiones

La genética influye nada menos que en el 69% de casos de roturas del ligamento cruzado anterior

Las claves genéticas para que los deportistas mejoren su rendimiento y eviten lesiones

Shutterstock.

Los genes son como las partes de un rompecabezas: casi 25.000 piezas que deben encajar perfectamente para definir las características y funciones de nuestro organismo. Cada una de ellas contiene la información que determina el color de nuestros ojos, la predisposición a ciertas enfermedades, la altura o la masa muscular.

En el ámbito del deporte, definen el potencial y rendimiento del atleta. Aunque los factores ambientales y el entrenamiento son cruciales, conocer la predisposición genética contribuye a mejorar la respuesta al ejercicio. Además, puede prevenir lesiones y optimizar tanto la dieta como la toma de suplementos para obtener mejores resultados.

Predispuestos a lesionarse por naturaleza

Muy revelador, en este sentido, es el estudio realizado con 88.414 gemelos donde se determinó que la genética influye nada menos que en el 69% de casos de roturas del ligamento cruzado anterior. Este porcentaje aumenta con la edad y tanto hombres como mujeres tienen riesgos similares. Se debería a que ciertas variaciones genéticas alteran la estructura y la función del colágeno que forma el ligamento.

La predisposición genética también influye en las lesiones por sobreuso y las fracturas por estrés. Múltiples estudios han identificado marcadores específicos asociados con un mayor riesgo de sufrir estos problemas, que afectan principalmente a adolescentes y jóvenes adultos. Factores como la especialización deportiva temprana, las deficiencias nutricionales y altas cargas de entrenamiento contribuyen a su aparición.

Y, obviamente, los genes desempeñan un papel importante en los rasgos fisiológicos, antropométricos y psicológicos de los deportistas. Pueden proporcionar datos sobre su potencial –lo que sirve de guía para las estrategias de entrenamiento– y ayudar a identificar el riesgo de lesión en etapas tempranas.

Genes de potencia y resistencia

En cuanto a la información que nos proporcionan los genes sobre las aptitudes físicas, existen algunas variantes vinculadas al desempeño de diferentes disciplinas. Por ejemplo, los deportistas con las variantes genéticas ACE DD y ACTN3 RX presentan un buen rendimiento en modalidades de potencia y velocidad como sprints, levantamiento de pesas o saltos.

Por su parte, las personas que presentan la variante ACE ID tienen mejores aptitudes en deportes de resistencia como carreras de fondo, donde se necesita mantener un esfuerzo aeróbico constante durante períodos prolongados.

En general, los especialistas en largas distancias presentan características fisiológicas y vías genéticas que mejoran su capacidad cardiorrespiratoria. Esto, sumado a un porcentaje más alto de fibras musculares de contracción lenta, se asocia con una mayor capacidad oxidativa y resistencia.

La biogénesis mitocondrial y la capacidad del organismo para utilizar las grasas como fuente de energía durante el ejercicio, junto con una mayor vasodilatación, son también rasgos esenciales en estos perfiles. Con biogénesis mitocondrial nos referimos a la formación de mitocondrias, las «centrales energéticas» dentro de la célula: a mayor número de estos orgánulos, mayor producción de energía en forma de moléculas de adenosín trifosfato (ATP).

De la asimilación de la cafeína al gluten

Otro gen importante para tener en cuenta en la práctica deportiva es CYP1A2, que determina la rapidez con la que el cuerpo asimila la cafeína. Este compuesto es eficaz tanto en deportes de resistencia como en disciplinas explosivas, especialmente cuando se consume en dosis de al menos 3 miligramos por kilogramo de masa corporal. Pues bien, el metabolismo o la velocidad con la que se procesa la cafeína puede variar según la genética.

También hay predisposiciones genéticas a ciertas enfermedades, como el celiaquismo o la diabetes tipo II, que influyen sobre el rendimiento. Aunque el deportista no presente la patología, lo que coma determinará la eficacia para metabolizar y obtener energía.

Por ejemplo, un deportista con alto riesgo de celiaquismo que consume mucho pan con gluten podría experimentar una mala absorción de nutrientes esenciales, desencadenante de deficiencias nutricionales, gases intestinales y flato.

En el caso de los deportistas con propensión genética a la diabetes tipo II, el problema son las deficiencias en la secreción y la sensibilidad de la insulina. Si consumen más azúcares de los que su insulina puede asimilar, pueden experimentar hiperglucemia y fatiga rápida. Es crucial, por lo tanto, que controlen su ingesta de azúcar.

Interpretar los datos del test

¿Y cómo se detectan estas peculiaridades? Mediante análisis de sangre, biopsias musculares –que proporcionan acceso directo al material genético específico– o pruebas de saliva. Estas últimas están ganando terreno debido a su potencial para la detección temprana y su accesibilidad.

Después de hacer el test genético, un especialista en biología molecular interpreta los resultados y colabora con profesionales de la salud y del deporte para su aplicación práctica.

Por último, debemos recordar que aunque la genética ofrece información valiosa para prevenir lesiones y mejorar el rendimiento deportivo, no es la única variable a tener en cuenta. Las influencias ambientales, el entrenamiento y los determinantes psicológicos también son cruciales. Un enfoque que integre todos los factores es esencial para mejorar la salud y rendimiento del deportista.

Javier Martínez Gramage, Profesor e investigador. Departamento de Enfermería y Fisioterapia, Universidad CEU Cardenal Herrera

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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