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«Solo el pueblo salva al pueblo« de la DANA: voluntarios y cooperativas dan la cara

En lugar de contribuir a aliviar esta emergencia, la iniciativa privada lucrativa la agravó

«Solo el pueblo salva al pueblo« de la DANA: voluntarios y cooperativas dan la cara

Niños trabajando tras el paso de la DANA por Valencia.

Ante crisis y catástrofes, como la de la Covid-19, el huracán Katrina o los actuales conflictos armados, la iniciativa gubernamental presenta fallas o debilidades. En muchos de esos casos, la propia sociedad civil se organiza y actúa, movilizando la respuesta voluntaria y el asociacionismo, bastiones de la economía social. El sector privado lucrativo ni está, ni se le espera. A veces, agrava el problema, como veremos.

Este cuadro, bien teorizado y contrastado por la literatura científica, se ha vuelto a repetir con las catastróficas inundaciones de la provincia de Valencia, en especial en la comarca de L’Horta Sud, este octubre de 2024.

La situación de emergencia comenzó a materializarse en forma de un auténtico tsunami de varios kilómetros de frente, que avanzó rápidamente con aguas turbias de barro de 3 y 4 metros de profundidad. Una marea que arrastraba cañas, árboles, coches y todo lo que encontraba a su paso.

Reacción tardía de las administraciones

Ante esta emergencia, se esperaba que las administraciones tomaran la iniciativa y tuvieran una reacción rápida. Resultaba prioritario alertar a la población para que se resguardara en lugares seguros. Esa alerta llegó tarde, sorprendiendo a la mayor parte de la población en sus desplazamientos, en sus casas –algunas de ellas en plantas bajas susceptibles de inundarse– o en lugares de trabajo. Pueblos, infraestructuras, vehículos y personas fueron arrollados.

Ya devastado el territorio, la iniciativa gubernamental volvió a fallar al poner escasos medios para atender a las personas perjudicadas y salvar vidas de quienes se encontraban atrapados.

El panorama se agravó en los dos días siguientes con la aparición de nuevos problemas derivados del desabastecimiento y el corte de suministro de luz, agua e internet.

Sin víveres, con los coches amontonados cual macabras fallas valencianas que impedían la movilidad, con acumulaciones inmensas de barro, vehículos y enseres, la iniciativa gubernamental volvió a fallar. Su respuesta ha resultado escasa, tardía y descoordinada.

Irresponsabilidad en el sector privado lucrativo

En lugar de contribuir a aliviar esta emergencia, la iniciativa privada lucrativa la agravó. De especial significación fue que muchas empresas decidieran continuar con su actividad económica y laboral hasta completar la jornada el martes, el día de la gran inundación de L’Horta Sud. Esta comarca del cinturón de Valencia alberga una enorme concentración industrial y de servicios, es decir, de puestos de trabajo.

Los empresarios desoyeron los avisos de alarma del día. Al menos hasta que llegó el mensaje oficial por SMS a las 20 horas. Hasta entonces continuaron con su actividad laboral y pusieron en peligro a sus propios trabajadores. La vuelta de estos a sus casas coincidió con la llegada inexorable de la inundación, entre las 18 y las 21 horas. Muchos de ellos se vieron sorprendidos por la riada mientas viajaban en sus propios vehículos.

La catástrofe es de dimensiones históricas para Valencia, España y el mundo. Todos los países se han hecho eco de tamaña desgracia. Aún se desconoce el número final de víctimas mortales.

La sociedad civil fue más rápida y efectiva

Lo dice la teoría científica: cuando fallan el sector público y la iniciativa privada lucrativa, es la propia sociedad civil la que da respuestas. O, como indica la sabiduría popular local, “sólo el pueblo salva al pueblo”.

Un informe de la división de cooperativas de la Organización Internacional del Trabajo lo explica con claridad. Las cooperativas, voluntarios y asociaciones poseen un potencial real en respuesta a situaciones de crisis por su capacidad instalada entre la misma población afectada.

En un contexto de escaso eco por parte de los medios de comunicación tradicionales, durante las primeras 24 horas la ciudadanía recurrió a otros canales que estaban a su alcance. Redes sociales como X, la aplicación de mensajería WhatsApp y las llamadas telefónicas sirvieron para recibir información y avisar del inminente peligro para la vida. Mucha de esta información circuló por las asociaciones, redes primarias de solidaridad y grupos de WhatsApp.

Mapas, cuentas, tractores y manos solidarias

Sólo se necesitaron unas horas para que una iniciativa voluntaria creara una cartografía de puntos de emergencia derivada de la DANA: el mapa SOS Valencia en Google Maps.

Además, asociaciones y cooperativas vinculadas a la economía solidaria valenciana activaron el portal de información y difusión en redes Suport mutu DANA Valencia para informar y compartir necesidades, ofertas de ayudas y otros.

Por su parte, Consum, cooperativa valenciana nacida en esta “zona cero” de las inundaciones, concretamente en la localidad de Alaquás, se puso rápidamente a disposición de las autoridades locales y autonómicas. Su papel sirvió para coordinar ayuda humanitaria y colaborar en el abastecimiento de alimentos y productos de primera necesidad a las personas afectadas de los municipios inundados, en los que dispone de tiendas.

En varias de ellas se ubicaron rápidamente puntos de coordinación de la ayuda solidaria de la zona. Cruz Roja, Cáritas, Mensajeros de Paz y otras onegés se movilizaron desde el primer momento, poniendo sus recursos a disposición y abriendo cuentas para ayudas dinerarias y desplegando acciones directas.

El municipio de Catarroja, donde tiene su sede la cooperativa educativa Florida Universitària, ha sido una de las poblaciones más duramente castigadas por la inundación. La Florida, una universidad que impulsa el modelo educativo cooplearning, ha cedido instalaciones para el almacenamiento de alimentos y punto de reparto, así como atención médica y apoyo a bomberos.

El movimiento cooperativo y de economía social del país ofreció rápidamente ayudas en forma de aportaciones económicas y recursos, incluyendo el despliegue de tractores de cooperativistas agrarios, como hizo La Unió Llauradora i Ramadera.

Pero lo que sin duda se ha hecho más visible ha sido la marea humana de solidaridad, informal y organizada. Solidaridad ni lucrativa ni gubernamental. Miles de personas se han desplazado a pie, principalmente desde otros puntos del área metropolitana. Su paso por el llamado “Puente de la solidaridad”, que cruza el “Plan sur” del río Turia, ha servido para llevar, personalmente, agua, alimentos y otros elementos básicos a las poblaciones afectadas. Unas iniciativas que han representado un apoyo psicológico y han servido para ayudar en las tareas de rescate, de recuperación y de limpieza.

En buena parte de las zonas más afectadas, los voluntarios aportaron la única ayuda recibida durante los primeros días. Es una marea humana impulsada por la solidaridad y auspiciada o catalizada a menudo, pero no sólo, por asociaciones ciudadanas de la provincia de Valencia. Esta solidaridad ha individualizado su acción de modo eficaz y con empatía hacia los afectados.

Desde hace años, instituciones internacionales como Naciones Unidas, la Comisión Europea y el Consejo Europeo vienen reconociendo la importancia de la iniciativa ciudadana organizada, claramente diferente de la gubernamental y de la privada lucrativa. Es hora de impulsarla decididamente porque, sin duda, será, como en esta ocasión, una fuerza de choque de enorme magnitud y eficacia para afrontar las crecientes crisis venideras.

Rafael Chaves Ávila, Catedrático de Economía Aplicada. Especialista en Economía Social., Universitat de València y María Dolores Pitarch Garrido, Catedrática de Geografía Humana, Universitat de València

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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