Día Mundial de la Infancia: un futuro mejor para todos
Este enfoque no solo implica garantizar sus derechos fundamentales, sino también darles voz a todo lo que les afecta
Cada 20 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Infancia, una jornada dedicada a recordar que todos los niños, niñas y adolescentes, sin importar dónde hayan nacido, tienen derechos fundamentales que deben ser protegidos.
Estos incluyen la salud, alimentación, educación, tiempo libre, protección frente a abusos y el derecho a participar en decisiones que les afectan.
Esta fecha coincide con el aniversario de la adopción de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989, el tratado de derechos humanos más ratificado en la historia, que sentó las bases para garantizar que todos los niños vivan con dignidad, respeto y seguridad.
A pesar de los avances logrados en las últimas décadas, aún persisten desafíos significativos. Las desigualdades, la crisis climática y los conflictos continúan afectando gravemente los derechos de la infancia, siendo las niñas uno de los grupos más vulnerables.
La brecha en el acceso a educación, salud y seguridad sigue siendo alarmante en muchas regiones del mundo. En este contexto, iniciativas como el movimiento #SomosInfancia de UNICEF recuerdan la importancia de mirar el mundo desde los ojos de los niños para construir un futuro justo y equitativo que priorice sus necesidades y aspiraciones.
La infancia es el centro de las decisiones
Poner a la infancia en el centro de las decisiones significa reconocer a los niños, niñas y adolescentes como actores clave en la construcción de un futuro próspero, justo y equitativo.
Este enfoque no solo implica garantizar sus derechos fundamentales, como el acceso a la salud, la educación y la protección, sino también darles voz en las decisiones que afectan sus vidas y su entorno.
Al considerar sus necesidades, aspiraciones y perspectivas, se fomenta un desarrollo integral que beneficia no solo a las generaciones más jóvenes, sino a la sociedad en su conjunto.
Para lograr este objetivo, es esencial establecer marcos legales y sociales que promuevan la participación activa de la infancia en todos los niveles: desde el familiar y escolar hasta el político.
Leyes como la reciente Ley 2/2024 de Infancia y Adolescencia en Euskadi, que incluye mecanismos específicos para escuchar y considerar la opinión de los menores, son ejemplos de cómo podemos dar pasos hacia un futuro inclusivo.
Este enfoque asegura que las políticas públicas sean diseñadas con una perspectiva de infancia, abordando desafíos globales como la crisis climática, la transformación demográfica y el acceso a tecnologías emergentes con un impacto positivo y sostenible en su bienestar.
La importancia de cuidar a los menores a nivel mundial
En el mundo, millones de niños y niñas viven en condiciones que amenazan su bienestar y sus derechos fundamentales. Las guerras, la pobreza extrema y los desplazamientos forzados son solo algunos de los factores que condicionan su desarrollo físico y emocional.
En este contexto, iniciativas globales como las de los misioneros salesianos se han convertido en un faro de esperanza para muchos menores que enfrentan estas adversidades.
Casos como el de Ibrahim, un niño que dejó atrás la vida en las calles de Togo y sueña con ser mecánico, o Lim, que encontró una segunda oportunidad en el Centro Magone de Filipinas tras haber estado en prisión, son ejemplos de cómo estas intervenciones marcan una diferencia tangible.
También está Oleh, un niño refugiado en un asentamiento gestionado por misioneros en Lviv, que tuvo que huir de su hogar debido a la guerra.
Historias como estas se repiten en lugares como Palestina, Siria y Líbano, donde los conflictos armados y la inseguridad son el día a día.
Espacios de protección y educación para un futuro mejor
Para abordar esta crisis global, los misioneros salesianos han establecido una red de recursos vitales para proteger y apoyar a los menores vulnerables.
Estas incluyen casas de acogida para niños rescatados de la trata y de las calles, centros para menores desvinculados de conflictos armados y espacios seguros para refugiados que buscan reconstruir sus vidas.
Además, ofrecen oportunidades de educación en diversos niveles, desde guarderías hasta universidades, así como formación profesional, alfabetización, escuelas agrícolas y espacios recreativos.
Estos esfuerzos no solo cubren las necesidades básicas, como el alimento y el refugio, sino que también abordan los impactos psicológicos que las privaciones y los traumas generan en los menores.
A través de estas acciones, los misioneros salesianos y otras organizaciones similares trabajan para garantizar que cada niño tenga la oportunidad de soñar y construir un futuro digno, independientemente de las circunstancias en las que haya nacido.