Los españoles, entre los que menos confianza tienen en poder influir en la política
Esta escasa creencia en su capacidad de generar cambios se da especialmente entre los ciudadanos mejor formados
Se acaba de publicar hace unos días el informe PIAAC, que ha situado a los adultos españoles por debajo de la media de la UE y de la OCDE en tres competencias educativas clave: matemáticas, lectura y resolución de problemas. Son sin duda malas noticias, en especial porque muchos apuntan como causa a las deficiencias de nuestro sistema educativo, que a su vez no ha salido bien parado en los últimos exámenes internacionales como PISA (para alumnos de la ESO) y TIMSS (para escolares de primaria).
Más inadvertido ha pasado un documento anexo al PIAAC, el informe Do adults have the skills they need to thrive in a changing world? (‘¿Tienen los adultos las habilidades para prosperar en un mundo cambiante?’), publicado también recientemente por la OCDE. En él se detallan los resultados de una encuesta a la población adulta de los países pertenecientes a este organismo, precisamente sobre la base de su nivel de competencias.
Los españoles, poco interesados por la política
Una de las áreas que estudia el sondeo es la relación de los ciudadanos con la actividad política; concretamente, el grado de confianza que tienen en las instituciones, si se involucran o no en los asuntos públicos (a través del voluntariado) y, por último, la influencia que piensan tener sobre la cosa pública. En ninguno de los tres ámbitos puntúa bien España, que se sitúa por debajo de la media de la OCDE.
Los españoles confían poco en los políticos, aunque se aproximan algo más a la media de los países estudiados. Los resultados son sensiblemente peores en lo que a participación en actividades de voluntariado se refiere, ya que sólo lituanos y coreanos cooperan menos que los españoles en este tipo de labores para el bien común. Por último, en cuanto a la confianza en su capacidad de influir en los asuntos políticos, nuestro país también está en la parte baja, con sólo República Checa, Francia, Italia y Croacia en peor posición.
Los mejor formados confían menos en la política
Esto es en términos generales. Sin embargo, está muy demostrado —y el informe de la OCDE también lo recoge— que la participación y el interés por la política es mayor en la población mejor formada. Por eso, el estudio también analiza la relación de la población con lo público no ya en términos generales, sino centrándose en los ciudadanos con más estudios. Es precisamente en ese ámbito en el que nuestro país sale peor parado: cuando se pone el foco sobre la población con mejor competencia numérica, España pasa al vagón de cola en lo que a confianza en producir cambios políticos se refiere.
Es más, el informe señala que en la mayoría de países unas mayores habilidades se suelen traducir en mayor capacidad de entender, participar e influir en la política. Sólo en un puñado de lugares como Hungría, Polonia, Portugal y España se da la tendencia contraria, es decir, que los adultos con más competencias registran los menores niveles de confianza en sus posibilidades de cambio político. Y, de ellos, España cierra el ranking.
En contraste, los países cuya población mejor formada presenta una actitud más positiva hacia la actividad política son Suiza, la República Checa, Japón, Suecia y Finlandia.
Mejor salud y más satisfacción vital
Por otra parte, los datos también muestran que la población con más habilidades suele puntuar alto en lo que a bienestar personal se refiere, tanto en la ‘satisfacción vital’ como sobre todo en el campo de la salud. Esto es así, apunta el informe, porque «los individuos con más educación tienen más probabilidades de involucrarse en comportamientos que promueven la salud y se benefician de mejores diagnósticos y tratamientos de enfermedades», por lo que acaban teniendo mayor esperanza de vida.
En este punto, España sí se asemeja a la tónica general de las naciones de nuestro entorno. En concreto, los adultos con mayores competencias de nuestro país se sitúan en la media de la OCDE en términos de salud, mientras que en satisfacción vital se colocan ligeramente por encima del promedio. Con todo, el estudio subraya que otros factores propios de cada país intervienen en el bienestar que afirman tener los encuestados.