Razones para el cambio
Las cifras de conexión a internet demuestran la alta intensidad en su empleo. Sólo en España, los últimos datos de la Encuesta sobre el Equipamiento y Uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en los Hogares que publica el INE señalan que en el en el 99,5 % de las viviendas hay al menos un teléfono móvil y el 85 % de los encuestados se conecta a internet varias veces al día. Para la mayoría de la población es una actividad cotidiana.
Smartphones, empleados para todo
Los conocidos como smartphones, o teléfonos inteligentes, se han extendido de manera que nos ofrecen infinidad de funcionalidades para estar conectados: navegadores desde los que consultar páginas o entrar en buscadores, servicios de mensajería instantánea, redes sociales y un amplio abanico de aplicaciones desde las que realizar multitud de gestiones y actividades. Y todo ello desde prácticamente cualquier lugar y en cualquier momento.
Su facilidad de empleo y de acceso explica que este tipo de teléfonos se hayan hecho prácticamente indispensables para desenvolvernos en nuestro día a día. De hecho, casi la mitad de los usuarios de smartphones está conectado entre una y cuatro horas al día a internet a través de estos dispositivos, el 18,3 % incluso supera este tiempo, según datos de Statista.
Los riesgo y la alerta
Los riesgos asociados a esta hiperconectividad se han relacionado con la ansiedad por estar pendiente de forma constante de notificaciones y novedades que se puedan producir.
Se ha relacionado el uso del móvil con el insomnio, al ponernos ante las pantallas minutos antes de ir a dormir y alargar el tiempo de consumo alterando rutinas de sueño. Y también se ha asociado a la adicción y las dificultades para relacionarnos o desarrollar otro tipo de actividades que no estén mediadas por su uso.
El camino para poner límites
Ante esta situación, irrumpen medidas que buscan limitar esos efectos nocivos y lograr una mayor desconexión digital, en especial entre los usuarios más vulnerables: los menores y la población más joven.
Así, asistimos al complejo debate de la incorporación de medidas restrictivas tanto en comunidades autónomas como en centros educativos para impedir el uso de teléfonos móviles en las horas lectivas.
También se está avanzando en los últimos meses en diseñar mecanismos para impedir el acceso a ciertas aplicaciones, como las redes sociales, por parte de los menores y en subir de los 14 a los 16 años la edad de consentimiento para el tratamiento de datos personales (y por tanto para crear un perfil) en estos entornos, tal y como recoge el anteproyecto de ley orgánica de protección de los menores de edad en los entornos digitales, aprobado en junio de 2024 por el Consejo de Ministros.
El papel de la educación y la tecnología
La educación mediática sigue teniendo un papel fundamental para garantizar una buena relación con la tecnología. Esta última también ofrece recursos para ayudarnos a adoptar rutinas o hábitos que contribuyan a un mayor bienestar. Desde aplicaciones que ofrecen un análisis sobre el uso y tiempo que dedicamos a cada aplicación hasta fijar limitadores para no estar más de cierta cantidad de minutos conectado. Pero otra de las soluciones son los como dumbphones.
La moda de los teléfonos tontos
Los dumbphones o, lo que es lo mismo, los teléfonos tontos se están extendiendo. La denominación surge para distinguirse de forma clara de los smartphones y apela a un tipo de terminal básico que no incluye todas esas funcionalidades de los otros terminales. Por tanto, al no tener todas esas opciones de conectividad pueden ayudar a marcar límites y disfrutar así de tiempo para otras actividades que no están relacionadas con el empleo de un celular.
Estos dumbphones recuerdan a esos móviles iniciales en los que básicamente lo que se podía hacer era realizar llamadas o enviar mensajes y tienen un cierto atractivo nostálgico. Se trata de dispositivos evolucionados de aquellos primitivos móviles. Incluyen, por ejemplo, pantallas táctiles y el uso del color. Tienen como aliciente que el precio es más bajo y la duración de la batería puede ser mayor.
Para jóvenes y mayores
Diferentes generaciones se están aproximando a ellos. Son atractivos para personas de avanzada edad que sólo quieren realizar y recibir llamadas. También, para padres o tutores que quieren poder contactar con sus hijos pero, al mismo tiempo, protegerles del acceso a otros servicios y funcionalidades. Y lo inesperado es que estos teléfonos también interesan a los milenials, la generación Z y los centenials, justamente para alejarse de ciertas aplicaciones que terminan absorbiendo su día a día.
Surge así la paradoja de recurrir a ciertos dispositivos, como estos terminales de comunicación móvil, a los dumbphones, en busca de la desconexión.
Aunque, por contradictorio que parezca, la tecnología puede ayudar en la gestión de los problemas que hemos apuntado, no se debe recurrir a ella en exclusiva.
Sensibilizarse y conocer, con datos precisos, el tiempo que gastamos en nuestros smartphones y en cada una de las aplicaciones es un primer paso para poder cambiar rutinas, pero es necesario reconocer si hay un problema o incluso tomar consciencia de la posible dependencia que pueda existir para buscar ayuda profesional en caso de ser necesaria. Un teléfono tonto puede ser una ayuda, pero no basta.
Silvia Martínez Martínez, Directora del Máster Universitario Social Media: Gestión y Estrategia, UOC – Universitat Oberta de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.