Un estudio concluye que la Iglesia Católica está implicada en el 1% de abusos a menores
El autor denuncia que «el poder político ha convertido a la Iglesia en chivo expiatorio mientras ignora a miles de víctimas»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Menos del 1% de los casos de pederastia en España están relacionados con la Iglesia. En total, más de 9.000 menores son víctimas de abusos sexuales cada año, la mayoría en entornos familiares y educativos. El Estado ignora esta realidad mientras orquesta una campaña mediática contra el clero: esta es la tesis que sostiene Josep Miró i Ardèvol en su última obra, La pederastia en la Iglesia y en la sociedad, para la que ha llevado a cabo una profusa labor de investigación con el objetivo de exponer cómo «la ideología y los prejuicios han prevalecido sobre la protección efectiva de los menores».
El analista político, ensayista y exconsejero de la Generalitat de Cataluña ha basado su estudio en datos oficiales, informes institucionales y estudios de organismos independientes. Así, ha logrado desvelar una realidad alarmante: «Los abusos sexuales a menores son una plaga creciente en nuestra sociedad, pero el foco mediático y político ha sido desviado para convertir a la Iglesia en el único culpable».
El libro denuncia la «arbitrariedad y la manipulación» con la que, a juicio del autor, «se han tratado los casos de abusos en España», señalando cómo el Congreso de los Diputados y el Defensor del Pueblo «han actuado de manera discriminatoria al investigar solo los delitos vinculados a la Iglesia Católica, ignorando a miles de víctimas en otros entornos».
El informe de Gabilondo
La intención de escribir este libro nació a raíz de la publicación del informe sobre abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia Católica elaborado por el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, a instancias del Congreso de los Diputados. Según este, un 11,7% de la población española habría sufrido abusos sexuales siendo menor de edad y un 1,13% los habría sufrido en un ámbito religioso, lo que supondría que en España habría unas 450.000 víctimas de abusos vinculadas a la Iglesia y unas 5.500.000 víctimas en total. Una cifra, a todas luces, desmedida.
El informe se fundamentaba en un sondeo realizado por la empresa GAD-3 con base en una muestra de 8.013 personas, e incluso las propias víctimas de abusos sexuales criticaron que el estudio era de una «calidad pésima» en comparación con otros países como Australia e Irlanda, sobre todo «teniendo en cuenta que España es el último Estado en realizar este tipo de investigación».
Miró i Ardèvol lo describe a THE OBJECTIVE como «una bestialidad». El propio director de GAD3, Narciso Michavila, lo describió como «un delirio estadístico» y ya señaló que los abusos en la Iglesia «apenas llegan al 1%». «Si eran 450.000 víctimas, de acuerdo con la proyección, por esa lógica, tendría que haber sobre el conjunto más de 4.500.000 menores abusados en España. Si se obvia esta cifra, esta equivalencia, quiere decir que aquí todo el mundo se traga todo sin detenerse a pensar. Hay una falta de honradez y una falta de criterio por parte de la mayoría».
Referencias bibliográficas
El análisis del autor ha sido exhaustivo, repasando toda la bibliografía sobre el tema. Con anterioridad a la iniciativa del Congreso, se registraron diversos estudios sobre el abuso sexual en menores en el ámbito español. Solo dos de ellos mencionan la existencia de sacerdotes y religiosos entre los agresores. El primero, de Félix López (Abusos sexuales a menores. Lo que recuerdan de mayores), señala un 0,4% de la muestra. El último, de María Rosario Cortés Arboleda, José Cantón Duarte y David Cantón-Cortés, Naturaleza de los abusos sexuales a menores y consecuencias en la salud mental de las víctimas, identifica 3 casos en una muestra de 2.159. Esto es, el 0,14%.
Además, la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) señala que por cada delito de abuso cometido por un sacerdote, cinco son cometidos por monitores, 16 por maestros o profesores, 26 por relaciones iniciadas por internet, 50 por la pareja o expareja y 72 por un amigo o compañero, destacando la familia y su entorno.
«El 1% se corresponde a la participación de la Iglesia en los abusos el siglo pasado», explica el autor, que señala que en la última década el porcentaje desciende. «La participación en los últimos diez años se puede situar entre el 0,2% y el 0,4%. Esto se extrae de datos de El País, la Conferencia Episcopal, el informe del Defensor del Pueblo y, en especial, del Centro de Documentación Judicial (Cendoj). En los últimos veinte años el promedio de condenados de perfil religioso es de 2,4 al año».
Entre otros datos llamativos, el autor destaca que «el grupo más victimizado en el conjunto de la población es el de las adolescentes de entre 14 y 17 años, siendo un grupo numéricamente pequeño», y llama la atención sobre «el silencio del feminismo a este respecto». Además, señala que el delito de abuso sexual contra menores es eminentemente cometido por autóctonos: «A diferencia de los abusos sexuales en adultos, donde la proporción de nacidas en el extranjero es muy alta, en los menores no es así. Los agresores son por lo general españoles, supongo que porque el núcleo se concentra en el núcleo familiar y escolar».
Un «chivo expiatorio»
Josep Miró i Ardèvol recurre a la teoría del chivo expiatorio del filósofo René Girard para explicar que la sociedad necesita centrar su culpa en un grupo concreto y evitar así enfrentarse al problema real. En este caso, la Iglesia ha sido «el blanco perfecto», por ser una institución «de gran relevancia moral que resulta incómoda para ciertos sectores ideológicos».
El libro también aborda casos internacionales, como la falsa historia de las fosas comunes de niños indígenas en Canadá, donde se acusó a la Iglesia de un genocidio inexistente, o los abusos silenciados en Naciones Unidas, minimizados por los grandes medios de comunicación. «Los poderes públicos han instrumentalizado el problema de los abusos con fines políticos e ideológicos, mientras ignoran su magnitud en ámbitos como el sistema educativo, el entorno familiar y las instituciones públicas».
«El de los abusos es un problema general terrible, cada vez más extendido, pero los Estados no actúan. Además, hay una campaña orquestada para vincular este delito a la Iglesia para demolerla. La sociedad tiene un problema con los menores, y no es de ahora. Hubo intentos en los años 70 y 80 de legalizar las relaciones sexuales con menores. Es una tentación que sigue ahí», concluye el autor del libro.