¿Por qué la candidiasis vaginal continúa siendo un problema médico tan frecuente?
Ocho de cada diez mujeres sufrirán al menos un episodio agudo a lo largo de su vida. La mitad experimenta recaída

‘Candida albicans’ obtenido en un frotis vaginal de una paciente con candidiasis vaginal donde se observa el aspecto tubular (hifas) de este hongo. CDC/ Dr. Stuart Brown
La candidiasis vaginal es una de las enfermedades genitales más extendidas en el mundo. También conocida como vaginitis o vulvovaginitis candidiásica –y, de forma más coloquial, «tener cándida»–, se estima que ocho de cada diez mujeres sufrirán al menos un episodio agudo a lo largo de su vida. De estas, la mitad experimentará una recaída y aproximadamente una de cada diez desarrollará una candidiasis recurrente, etiquetada así cuando la paciente padece cuatro o más episodios anuales de la dolencia. En total, se calcula que 140 millones de mujeres sufren esa modalidad de la infección.
¿Por qué se producen?
La mayoría de las candidiasis vaginales son causadas por el hongo microscópico Candida albicans, que forma parte de nuestra microbiota sin causar ningún daño. En la vagina, Candida convive con bacterias beneficiosas, como los lactobacilos, en un entorno ácido que mantiene el equilibrio microbiano. Sin embargo, cuando la microbiota vaginal se altera –por ejemplo, tras el uso de antibióticos–, Candida puede causar una infección.
Los síntomas incluyen picor (prurito), ardor, presencia de lesiones blanquecinas en la mucosa vaginal y un aumento del flujo. En los casos más graves, puede aparecer dolor al orinar (disuria) y durante las relaciones sexuales (dispareunia). Otros factores favorecedores de la candidiasis vaginal son el embarazo, la terapia hormonal sustitutiva, la diabetes, ciertos factores genéticos y diversos hábitos de vida.
El diagnóstico suele ser sencillo y se basa en la identificación de los síntomas mencionados, en la observación microscópica del hongo en muestras vaginales y mediante su cultivo en el laboratorio de microbiología.
¿Cómo se cura la candidiasis?
Existen tratamientos eficaces que emplean fármacos antifúngicos, de administración local (tópica intravaginal) u oral (sistémica). Los azoles, como el clotrimazol y el miconazol, o la nistatina son los más utilizados por vía tópica. El fluconazol oral también se emplea con frecuencia. Sin embargo, el tratamiento no evita que algunas mujeres sufran nuevos episodios o que estos se vuelvan recurrentes e incapacitantes.
Con el objetivo de evitar estas complicaciones, se acaban de aprobar dos fármacos orales prometedores: ibrexafungerp y oteseconazol. Además, se está evaluando la utilidad de dos vacunas (NDV-3A y PEV7 -Pevion7-) para impedir la candidiasis recurrente.

La desigualdad y la pobreza, factores de riesgo
Pero la persistencia de esta infección plantea desafíos que van más allá del ámbito médico. Factores sociales, económicos y culturales influyen en el acceso a la atención ginecológica, especialmente en regiones con bajos niveles educativos, escasos recursos económicos y desigualdad de género. En muchos países de África, América y Asia, la candidiasis vaginal es más común debido a la pobreza, la baja escolarización, las ideologías religiosas o políticas dominantes y las estructuras sociales que marginan a las mujeres o las asignan un papel social limitado y subordinado.
La desigualdad es especialmente evidente en aquellos países con ingresos económicos bajos, donde la pobreza afecta de manera desproporcionada a mujeres y niñas. Esta situación restringe su acceso a una atención médica de calidad, incluyendo las consultas ginecológicas, los tratamientos farmacológicos y los productos de higiene íntima.
Incluso en los países donde existen servicios públicos de salud, estos a menudo carecen de un enfoque de género y no están diseñados para responder a las necesidades específicas de las mujeres, o bien la formación de los profesionales en temas de salud femenina es escasa. Esto también limita las oportunidades educativas, profesionales y sociales de millones de mujeres y perpetúa su exclusión.
Además, la vergüenza por considerarlo un tema tabú, la desinformación o la percepción de que es un problema menor disuaden con frecuencia a las mujeres de buscar atención médica. Esto se agrava por la escasa disponibilidad de servicios ginecológicos especializados, que en muchos sistemas de salud no se consideran prioritarios.
Por otro lado, el autodiagnóstico y el acceso limitado a las pruebas microbiológicas y los tratamientos empíricos contribuyen a la perpetuación de la enfermedad.
Un reto médico que no se limita a países con bajos recursos
La situación en países como España es bastante mejor gracias al papel más relevante de la mujer en la sociedad y su mayor presencia en las profesiones sanitarias. Sin embargo, una de las principales quejas de muchas mujeres sobre nuestros sistemas de salud sigue siendo la escasa atención que reciben las enfermedades ginecológicas, cuando los síntomas y preocupaciones de la paciente se minimizan o ignoran sin una evaluación adecuada. Es lo que se conoce como “hacer luz de gas” o gaslighting médico.
La obstreta y ginecóloga Chailee F. Moss y sus colaboradoras han publicado una encuesta, realizada con la National Vulvodynia Association, donde se revela que muchas pacientes con enfermedades ginecológicas viven experiencias negativas que les causan sufrimiento y promueven el abandono del tratamiento médico.
En este estudio participaron 447 mujeres que habían sido atendidas previamente por un promedio de 5,5 profesionales de salud. Solo el 43,5 % de estos profesionales fueron percibidos como comprensivos, mientras que el 26,6 % se describieron como despectivos y el 20,5 % no creyó en los síntomas de las pacientes. Además, el 41,6 % de las encuestadas recibió el consejo de “relajarse” y al 20,6 % incluso se les recomendó consumir bebidas alcohólicas. El 39,4 % afirmó que se les hizo sentir que tenían un problema psiquiátrico, siendo esta la experiencia referida más angustiante.
¿Es posible reducir su impacto?
La respuesta es afirmativa: una formación médica con perspectiva de género es clave para evitar tanto el infradiagnóstico como la minusvaloración de la candidiasis vaginal. Asimismo, el acceso a una información clara y una adecuada educación sexual son fundamentales para prevenir y tratar eficazmente esta enfermedad.
Desde la investigación médica, el desarrollo de métodos diagnósticos más accesibles, como pruebas rápidas que puedan realizarse en casa, podría mejorar el diagnóstico, evitar tratamientos innecesarios y facilitar el tratamiento correcto temprano. Finalmente, la búsqueda de fármacos más eficaces y el desarrollo de vacunas que prevengan la infección son otros objetivos importantes, como hemos visto, para la comunidad científica.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.