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Sociedad

Hablar dos idiomas desde pequeños: un entrenamiento cerebral para toda la vida

Exponerse a estas situaciones refuerzan la memoria de trabajo y la atención sostenida en los seres humanos

Hablar dos idiomas desde pequeños: un entrenamiento cerebral para toda la vida

Niños con juguetes. | The Conversation

Cuando niñas y niños crecen escuchando dos idiomas, su familia y docentes a veces se preocupan: ¿se confundirá? ¿Tardará más en hablar? ¿Afectará a su rendimiento escolar?

Estas dudas son comprensibles: efectivamente, los niños y niñas bilingües pueden tardar un poco más en pronunciar sus primeras palabras o mezclar ambos idiomas al inicio. Sin embargo, esto no es un retraso patológico, sino parte natural de su aprendizaje. En realidad, están procesando el doble de información lingüística, lo que supone un entrenamiento adicional para el cerebro, que se fortalece de manera muy beneficiosa para toda la vida.

Qué significa ser bilingüe

Ser bilingüe no es simplemente hablar dos idiomas con fluidez: una persona bilingüe es quien usa regularmente ambos idiomas en su vida . Esto incluye a quienes aprenden uno en casa y otro en el colegio, a los niños que hablan un idioma con un progenitor y otro con el otro, o a quienes viven en comunidades donde se alternan dos lenguas de manera habitual.

Ahora bien, ¿se es bilingüe para siempre? La respuesta es matizada. Una persona puede dejar de usar uno de sus idiomas y con el tiempo experimentar atrición lingüística: perder vocabulario, fluidez o precisión. No obstante, aunque la competencia práctica disminuya, el cerebro conserva las huellas de ese aprendizaje temprano. Estudios recientes muestran que los beneficios cognitivos —como la flexibilidad mental o la reserva cognitiva— persisten incluso en quienes han dejado de usar de manera activa sus dos lenguas.

El cerebro bilingüe en desarrollo

Durante la infancia, el cerebro es muy plástico. La hipótesis del período crítico sugiere que aprender idiomas temprano favorece una organización cerebral más integrada: las redes neuronales de los distintos idiomas se solapan y cooperan, en lugar de funcionar de manera separada como suele suceder en adultos.

Por ejemplo, un niño que aprende inglés y castellano desde pequeño puede alternar entre idiomas de forma rápida y natural, mientras que un adulto necesitará más esfuerzo y energía para cambiar de lengua. Hay diversos estudios de neuroimagen que muestran que cuanto antes se adquiere un segundo idioma, más se solapan sus redes neuronales con las del primero, reduciendo el esfuerzo para cambiar de lengua.

Un aprendizaje doble, no ralentizado

En la práctica, aunque parezca que los niños bilingües empiezan a hablar más tarde, lo que ocurre es que están distribuyendo su vocabulario entre dos idiomas. Si un niño monolingüe conoce 60 palabras en castellano, un bilingüe puede saber 30 en inglés y 30 en castellano: el total es el mismo. Es decir, progresan más despacio en cada lengua por separado, pero no en su desarrollo lingüístico global.

Más allá del vocabulario, gestionar dos idiomas desde temprano entrena el control ejecutivo, que incluye la capacidad de concentrarse, alternar tareas y filtrar distracciones. Por ejemplo, un niño bilingüe puede cambiar rápidamente entre instrucciones en castellano e inglés en clase, o seleccionar el idioma adecuado según con quién habla. Estas situaciones refuerzan la memoria de trabajo y la atención sostenida.

El cerebro bilingüe, además, suprime temporalmente la lengua que no necesita en cada contexto. Este proceso, conocido como «control inhibitorio», no significa «borrar» un idioma, sino apagarlo momentáneamente para que el otro fluya sin interferencias. Esa gimnasia cerebral fortalece redes vinculadas a la toma de decisiones, la planificación y la resolución de problemas.

Beneficios a lo largo de la vida

El bilingüismo no solo aporta ventajas durante la infancia: sus efectos positivos pueden mantenerse incluso si con los años se deja de usar uno de los idiomas de manera habitual. Aunque pueda perderse esta segunda lengua, el entrenamiento cognitivo temprano permanece latente. Por ejemplo, adultos mayores que crecieron hablando dos idiomas muestran más materia gris en áreas clave del cerebro y se puede retrasar en ellos la aparición de síntomas de alzhéimer.

Flexibilidad cognitiva

Además, manejar dos idiomas fomenta la flexibilidad cognitiva, es decir, la capacidad de adaptarse a situaciones cambiantes. Cuando un niño o un adolescente cambia de idioma según con quién habla, lee un texto en un idioma y luego explica la misma idea en otro, está practicando la capacidad de concentración y atención focalizada en otros contextos: en juegos, conversaciones en entornos ruidosos, cambios inesperados en clase o en actividades extracurriculares. Esta flexibilidad le permite aprender nuevas habilidades de manera más fluida.

La clave no es que las personas bilingües sean «mejores» que otras personas, sino que su cerebro aprende a gestionar la información de manera diferente, lo que les permite enfrentarse a desafíos variados con mayor facilidad.

Estas experiencias contribuyen a lo que los científicos llaman «reserva cognitiva», un recurso mental que protege el cerebro y ayuda a mantener capacidades cognitivas durante décadas, incluso en la vejez.

Cómo aprovechar las ventajas del bilingüismo

Fomentar el bilingüismo no significa presionar ni forzar resultados, sino crear contextos naturales de exposición a ambos idiomas. Leer cuentos en dos lenguas, ver películas en versión original con subtítulos, cantar canciones, jugar a juegos de roles o mantener conversaciones en la lengua familiar son maneras informales de practicar sin convertirlo en una obligación.

Esto es importante porque, aunque los programas académicos como el método AICLE (Aprendizaje Integrado de Contenidos y Lenguas Extranjeras) tienen un papel, el bilingüismo cotidiano se enriquece en situaciones más espontáneas: cocinar siguiendo recetas en francés, jugar a videojuegos en inglés o compartir historias familiares en la lengua materna. Estas experiencias refuerzan el vínculo emocional con el idioma y lo convierten en una herramienta viva, más allá de la escuela.

Lejos de ser un reto, la exposición a dos idiomas es una oportunidad para que los niños desarrollen un cerebro flexible, bien conectado y capaz de organizar el conocimiento de manera eficiente. Crecer en contextos que valoren ambos idiomas permite aprovechar estas ventajas cognitivas y culturales, apoyando tanto su aprendizaje académico como su desarrollo personal.

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