La educadora que denunció los campamentos 'trans': «Bernedo es solo la punta del iceberg»
Helena Molina, la mujer que acudió a la Ertzaintza en 2024, da la cara y alerta de los estragos de la ideología ‘queer’
Helena Molina fue la educadora social que, cuando trabajaba para la Diputación de Guipúzcoa, dio la voz de alarma sobre lo que sucedía en los campamentos transgeneristas de Bernedo. Era 2022 cuando una de las niñas que tutelaba le contó, tras pasar unos días en las colonias, que ahí los monitores les obligaban a bañarse en duchas mixtas, que para tomar la merienda había un juego en el cual debían chuparles los dedos del pie y que las encargadas iban en toples. Helena dio la voz de alarma a la Diputación, advirtiendo de que ahí se estaba produciendo «un maltrato de índole sexual a los menores». No obtuvo ninguna respuesta.
Dos años después de la inacción de las administraciones, esta educadora social decidió acudir a la Ertzaintza en 2024. Su denuncia es la que permite que comiencen las pesquisas. Y los nuevos detalles que recaba la policía autonómica vasca son aún más escabrosos: alcohol, drogas y akelarres en los que los monitores «bailaban sin ropa alrededor de la hoguera», y «metieron a uno de los menores a bailar, comenzando a llorar por no querer realizar dicha práctica». El escándalo salta a la luz el pasado mes de septiembre, pero para entonces decenas de niños han sido ya víctimas.

Tras años ocultando su identidad, armada de valor e indignada por la reafirmación de los monitores en todo lo que han hecho, ha decidido dar la cara, y lo hace en esta entrevista que concede a THE OBJECTIVE. «En un primer momento, me daba recelo, por las molestias que me pudiera generar, pero cuando salta la noticia y veo que hay un apoyo a esta situación, que no se apoya a las víctimas, que no se protege a los menores y que además las personas de esta asociación arremeten contra las víctimas… Me veo en la obligación moral de que no se cambien los papeles de víctimas y victimarios».
También pretende lanzar un mensaje a la sociedad española, y vasca en especial: «Que se plantee qué es lo correcto, que se posicione porque esto no es permisible». Como educadora social, tiene claro que la educación transgenerista que se impartía en Bernedo no responde a «la demanda natural de un menor»: «No es el espacio, no es lo adecuado. Si tus primeros contactos sexuales son manipulados por un adulto que te dice que debes normalizar tu cuerpo, estás normalizando que un adulto se desnude contigo».
En este sentido, y con el pretexto de combatir el «binarismo de género» y «naturalizar cuerpos», Helena Molina denuncia que se está haciendo apología de la pederastia. «Estás eliminando procesos del desarrollo sexual del menor, le estás implantando unas ideas que no son naturales, y que van a trastocar su desarrollo, incorporando que sea normal la pederastia». Algunos de estos niños, y lo dice esta educadora social por la sapiencia que atesora, terminan por suicidarse o por replicar esas prácticas de adultos.
Por eso, y por haberse expuesto ella misma como persona no afectada directamente, contempla con una mezcla de estupor y de indignación cómo ha habido hasta un centenar de padres que se han posicionado del lado de los monitores, agradeciéndoles que les explicaran a sus descendientes que «el cuerpo es un espacio político». «Es sorprendente e indignante que unos padres pretendan que sus hijos sean cuerpos políticos», denuncia Helena, que considera que este es un ejemplo de anteponer la ideología a la protección y cuidado del menor.

Ideología ‘woke’ antiespañola
¿De qué ideología hablamos? A juicio de la primera denunciante de Bernedo, de una «ideología política que mezcla el antiespañolismo con una ideología sexual queer». «Ni la una ni la otra son adecuadas para los menores, a quienes se les está quebrantando su inocencia en ambos planos». Helena recuerda cómo en su trato con las primeras víctimas estas hacían referencia a quemas de banderas de España y a una especie de juego de polis y cacos en los que se perseguía a la policía, invirtiendo los roles.
Por último, Helena alerta de que lo sucedido en Bernedo es solo «la punta del iceberg», en el sentido de que «hay más campamentos en los que seguramente esté sucediendo algo similar, pero los niños no cuentan las cosas porque sienten vergüenza y culpa». También lo dice en el sentido de que la ideología transgenerista ha permeado hasta el punto en el que, como recuerda, el Gobierno vasco distribuye a alumnos de Primaria guías sexuales en las que se enseña que «hay chicas con pene» o que «hay chicos y chicas transexuales», entre otras afirmaciones que han desatado la furia de las feministas.
Por todo ello, esta educadora social, que da la cara tras tres años en la sombra, pretende que este sea un punto de inflexión para que «las personas abran los ojos y empiecen a delimitar lo que sí es válido y lo que no»: «Se está presionando a los chavales para transformar su sexualidad, para confundirlos en un momento en el que están pensando su identidad». Ante esto, propone «darle la información cuando corresponde» y enseñarle, por supuesto, que «todo lo que sea atacar a la otra persona no es correcto», pero sin utilizar la inclusión como caballo de Troya para la pederastia.
