Una revisión de los estudios publicados sobre el efecto de conocer dos o más idiomas en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer ha demostrado que el bilingüismo podría contribuir a retrasar un mínimo de 4,5 años la aparición de los síntomas de la enfermedad. Así lo concluye un estudio del neuropsicólogo del Hospital del Mar de Barcelona Josep Deví, profesor del Departamento de Psicología Clínica y de la Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona, publicado en la Revista de Neurología.
Los datos: los investigadores seleccionaron diez, de los cuales, siete destacaban una relación directa entre el bilingüismo o el multilingüismo y el retraso en la aparición de los síntomas clínicos del Alzheimer o el freno de su posterior progresión. Otros dos encontraban una relación parcial, solo en casos con niveles bajos de educación o cuando se hablaban más de dos lenguas. Solo en un estudio no se mostraba ninguna relación significativa entre hablar diversos idiomas y el retraso en la aparición de la enfermedad.
El trabajo, en el que también han participado Noemí Català, psicóloga del Departamento de Psicología Clínica y de la Salud de la UAB, y Susanna Jofre, enfermera del Servicio de Urgencias del Hospital QuirónSalud de Sabadell, ha consistido en una revisión sistemática de los estudios metodológicamente más rigurosos publicados hasta ahora sobre esta cuestión, a nivel internacional. «La conclusión es que, en general, se encontró un retraso en el diagnóstico o en la aparición de la sintomatología de la enfermedad de Alzheimer, de entre 4,5 y 7 años», ha explicado Deví.
Según el neuropsicólogo, esto se explica porque hablar dos o más lenguas incrementa la reserva cognitiva del individuo, es decir, su capacidad de resistir el deterioro cerebral sin presentar síntomas o presentando menos de los que serían esperables en función de la neuropatología presente en aquel momento. A la vez, «hay determinadas estructuras cerebrales que, cuando se ven afectadas por la enfermedad, sus funciones son asumidas por otras áreas del cerebro, aunque ésta no sea su función principal», ha añadido.
Algunos de los estudios analizados utilizaban técnicas de neuroimagen para analizar el cerebro de los pacientes y que permiten comprobar cómo las personas que hablaban dos o más lenguas incrementaban su reserva cognitiva, mejorando en tareas de control ejecutivo y su memoria de trabajo. De hecho, en las pruebas se pudo comprobar cómo estas personas presentaban un deterioro neuropatológico más acusado en diversas regiones cerebrales y, a pesar de ello, obtenían mejores resultados que los pacientes monolingües durante diversas pruebas.
«En el ámbito anatómico cerebral, el lenguaje se ubica en el hemisferio izquierdo, pero utilizar dos lenguajes de forma cotidiana implica una reorganización de la estructura y funcionalidad cerebral. Por ejemplo, en diversos estudios de neuroimagen se ha observado que, durante tareas de supresión de interferencias, en las personas bilingües estaban activas diferentes regiones y conexiones fronto-temporales y subcorticales que, en cambio, en las personas monolingües no se encontraban activas», ha detallado Deví.
Según el neuropsicólogo, «esto permite a una persona bilingüe o multilingüe incrementar su reserva cognitiva y su capacidad de resiliencia, de adaptación, ante las manifestaciones del Alzheimer». «Por lo tanto, hablar más de una lengua es, con mucha probabilidad, un factor de protección, como lo es mantener unos hábitos de vida saludables», ha concluido.